L U E G O

-Después pasaremos a verlos.

Fue lo último que les dijeron. Esa fue la despedida. Parecía un hasta luego que nunca se concretó.

Los niños eran independientes, si por ésto entendemos a aquellos pequeños que saben comportarse adecuadamente en determinadas circunstancias, lejos de los padres, sin necesidad de que les impongan medidas severas.

Josefina y Joaquín, los padres, se definían como un matrimonio emancipado. Gozaban de su relación. Mantenían a los hijos en un perenne estado de felicidad, gracias a que les manifestaban siempre, y de manera explícita su cariño, al tiempo que les habían enseñado a asumirse en diversas circunstancias con respeto a los demás, sin desprenderse de las necesarias defensas para exigir les respetaran. Claro que mucho contribuyó a esta situación haberles tenido en los colegios más avanzados.

Gaspar, el hijo mayor, tenía doce años. Estaba concluyendo la educación básica. La idea de salir al campo había nacido de su grupo escolar, a iniciativa del profesor de Biología. Se trataba de unir la convivencia familiar con el conocimiento de la Entomología. No era mal plan, así les pareció a todos.

Ana estaba a punto de los ocho años. Era la más brillante alumna del tercer grado de primaria. Estudiaba piano por las tardes; clases particulares, en casa, con una maestra polaca, gorda y refinada, que tocaba en la Filarmónica de la Universidad local.

Joaquín y Josefina ya no tendrían hijos. Lo decidieron desde antes del nacimiento de Ana. No quisieron saber la noticia que les proporcionaba el ginecólogo luego de las pruebas del ultrasonido. Prefirieron lo tradicional: la sorpresa en el parto para saber si tendrían dos hijos varones o la parejita. De una u otra manera la decisión estaba tomada. Se inclinaban, desde luego, por la pareja, un varón y una nena, pues sería de mayor equilibrio para la familia que fundaron, así lo pensaban. Explicable entonces fue el regocijo de ambos cuando acaeció la llegada de Ana.

Ana no quiso ir con sus abuelos, que era la propuesta que le hizo Joaquín luego de haber al teléfono a sus padres. Ella quería sumarse a esa visita a la montaña. Además había escuchado que su hermano contaba que las familias de sus compañeros, en una gran mayoría, asistirían al bucólico evento.

Josefina y Joaquín no se opusieron al deseo de Ana. Gaspar sonrió con gusto cuando escuchó lo que pedía su hermana. Todos, en automático, se dispusieron a arreglar lo necesario para el sábado venidero.

Cuando llegó ese día todo era algarabía en el coche; algunas naturales tardanzas al salir por haber olvidado ésto o aquello y, por fin, el camino al campamento. Llegaron al sitio determinado, inscribieron a los chicos, les indicaron en qué dormitorio les tocaría estar a cada uno de ellos y, en otro edificio, dieron a Josefina y Joaquín la habitación que les correspondía.

Joaquín dejó unos momentos a Josefina en el cuarto arreglando las cosas mientras - le dijo- iría a enterarse de las actividades planeadas para los chicos y para los adultos. Cuando regresó con el programa en la mano traía una sonrisa amplia y refirió a su mujer que los menores ya estaban con todos sus compañeritos en una gran sala en la primera actividad, una dinámica de grupos, a fin de romper el hielo entre ellos y que los mayores tendrían la tarde libre, luego de comer, ya que la sesión inicial para los padres de familia sería hasta las siete de la noche. Rápidamente propuso, en el entendido de que Josefina asentiría: iremos al lago, remaremos un rato y ahí haremos la digestión.

Cuando salieron, juntos, de la habitación iban relajados y frescos rumbo al comedor. Allá lograron hacer de la comida una tertulia agradable con matrimonios desconocidos, con excepción de Delia y Armando, vecinos del fraccionamiento y que tenían también un par de chicos, ambos varones, de las mismas edades que sus hijos.

No tomaron café, ni quisieron postre. Se despidieron de los demás, luego de contarles sus planes vespertinos, con la acotación de que irían a ver a los chicos a efecto de saber cómo habían comido y si su comportamiento había sido el adecuado.

-Tengan la seguridad de que no habrá sido así, dijo Delia sarcástica.

Llegaron ante los niños, los interrogaron como ya era su costumbre; les dijeron a dónde irían y se despidieron.

-Después pasaremos a verlos.

**************************

El domingo, muy temprano, todo era desazón y preocupación generalizadas. Los chicos no sabían nada. Ni a Ana ni a Gaspar, ni a ninguno de los chamacos les quisieon comentar que Joaquín y Josefina no habían regresado por la noche, ni que los habían buscado en el lago y solo lograron localizar la lancha sola, sin señal alguna del paradero de ellos. Todavía hubo un grupo de padres de familia, acompañados del profesor de Biología, que se impusieron la tarea de rastrear por el bosque, pero todo había sido en vano. Habían decido esperar con prudencia, ya en la madrugada, con la esperanza de que la pareja volviera de alguna inesperada aventura o cosa así. Pero ya amanecido, y aún sin noticias de ellos, decidieron dar parte a la policía y solicitar un auxilio profesional, no sin algunas lamentaciones que planteaban erróneo haberse esperado tanto tiempo sin acudir a las autoridades.

Nunca se supo nada de ellos. Los patrullajes fueron inútiles. Ninguna pista logró encontrarse. Las pesquisas llegaron inclusive hasta los habitantes de una pequeña población aledaña, pero ahí negaron haber visto a pareja alguna ajena a su propia comunidad. Tiempo después hubo un grupo de buzos peinando el fondo del lago, palmo a palmo, pero sin novedad.

Ana y Gaspar fueron entregados, en una primera instancia, a Delia y Armando quienes, pocos días después, los pusieron en manos de Alma, la hermana de Josefina, que terminó adoptándolos luego de engorrosos trámites legales que le llevaron varios meses.

     

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Comentario

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PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el marzo 23, 2020 a las 12:47pm

¡Mil gracias y estupendo y saludable día querida María Mamihega...!


DIRECTORA ADMINIST.
Comentario de Maria Mamihega el marzo 22, 2020 a las 11:01pm

Muy bueno!!! Me gusto mucho,un abrazote.


PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el marzo 22, 2020 a las 8:27pm

¡Gracias querido javer Beto; no queda de otra guardémonos -por eso ahora escribo mucho, como terapia personal y para los demás-; shalom y buen lunes!


PLUMA ÁUREA
Comentario de Beto Brom el marzo 22, 2020 a las 6:40pm

Una historia muy entretenida, lástima el final...

Sea como sea, un abrazón virtual como bien dice Chente, y mantengamos firme la consigna global...


PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el marzo 22, 2020 a las 1:55pm

¡Mi querido Chente, te deseo una corona, jejejeje, no, mejor un reino de felicidad y agradecimiento; no, al coronavirus!


PLUMA ZAFIRO
Comentario de Vicente Antonio Vásquez Bonilla el marzo 22, 2020 a las 12:32pm

Estimado Benjamín: Te felicito por tu trabajo literario. Espero que estés bien de salud, en unión de tu amada familia.

Un abrazo viral, perdón, quise decir, abrazo virtual, por el peligro del democrático Coronavirus.

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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