I N V I T A C I Ó N

Casi nunca lo invitaban sus compañeros de grupo a las reuniones. Por eso le extrañó que ahora lo hicieran. Pero asistió. Fue. Aunque eran muchas sus dudas, no negó que sentía bien que lo hubieran llamado. Luego se iba a arrepentir, pero eso ya se ataría a los acontecimientos ulteriores.

Llegó a la casa de Cristina con una puntualidad innoble, era el primero y ni siquiera ella, la anfitriona que era la jefa de su grupo en la Facultad de Ingeniería, estaba lista. Uno de los familiares de ella que por cierto no identificó le invitó a pasar, lo acomodó en la sala y le llevó un vaso con agua que fue lo que pidió en respuesta al ofrecimiento de bienvenida.

Pasaron largos veinte minutos hasta que bajó Cristina.

-Hola Jesús. Nunca pensé que vendrías. Con esa timidez que te cargas...pero...qué bueno...y discúlpame por el retraso, pero nunca pensé que alguien llegaría puntual, a la hora. ¿Qué te ofrezco, mientras...?...

Era guapa esta compañera suya aunque, como casi todas las demás, resultaba un tratado de superficialidad. Todos decían que era tímido, tal vez porque siempre estaba atisbando, criticando en su fueron interno, rechazando en silencio una manera de ser que consideraba falsa, innatural, innecesaria. Pero lo aceptaba, él no era tampoco un ejemplo. Lo rechazaba todo, o casi todo, pero nunca se presentaba como una opción: era inseguro, amargado, torpe,

-¿Por qué te quedas, como siempre, tan callado, Jesús?... Qué bueno que suena el timbre, ya llegó alguien más, a ver si así te animas...pérame tantito, ¿eh?

Mientras Cristina salió corriendo a abrir la puerta, Jesús se recriminaba, se repetía, molesto: ¿Para qué vine?

Rápido, entraron tres de sus compañeros: Daniel, Fernando y Paco. Llegaron sonriendo, se contaban algún chiste que no se entendía por estar incompleto. Cristina los atendió y sin demora puso en sus manos sendos vasos de refresco. Mientras ella fue a la cocina, y luego de saludar a Jesús con un seco mohín, éste no sabía si cuchicheaban burlándose de él o hablaban de Cristina. Cualquiera de las dos posibilidades le molestó a aquél.

(¡Carajo!, los imbéciles deportistas del salón. Tienen la cabeza hueca. están llenos de mierda. Se ríen siempre de nada. Creen tener a todas las chavas a sus pies...¿para qué vine?).

La llegada, casi enseguida de Lilian y Roberto, no le mejoró la vida a Jesús. A esa pareja, que por cierto eran novios, los tachaba de matados. No soportaba que se dieran aires de intelectuales, ni que presumieran a la menor provocación de su brillantez académica. Le parecía, por otra parte, que solo andaban juntos para apantallar en pareja. Jesús pensaba que su alegría era teatral, ensayada, poco fresca.

El tiempo pasó rápidamente. En unos cuarenta minutos ya estaban todos. El poder de convocatoria de los organizadores no era malo: de los cuarentaiocho alumnos del tercer semestre, letra C, habían llegado veintinueve. No había motivo alguno en especial para la fiesta; solo las ganas de reunirse a bailar y beber un rato. No era la primera, tal vez tampoco la última sesión de este tipo. Ya entrados en la pachanga, el consenso general era festejar la presencia de Jesús que, decían todos, era el inesperado del día.

(-Creen hacerse graciosos a mis costillas, Los imbéciles no saben que la sonrisa que les regreso es forzada; les pago con su misma inautenticidad. A los falsos hay que regresarles falsedad. No debí haber venido, pero ya que estoy aquí voy a procurar divertirme con ellos. Total: ni se imaginan lo que piensa el callado del grupo...).

Luego vinieron algunas cervezas, un poco de vino -restringido en todo caso por la mirada fugaz pero efectiva y casi invisible de doña Cris, la mamá de Cristina, que daba instrucciones constantes-, la consabida música y los irrenunciables corrillos por afinidades. Jesús no hacía caso de los llamados intermitentes que le hacían, con cierto ceño burlón, de uno u otro grupito. Él permanecía alejado, en un rincón de la sala, sentado en un sillón. Solo de vez en cuando dejaba su refugio para ir por un trago.

****

Al momento del incendio, nadie tuvo tiempo de entrar en detalles. No hubo pregunta alguna, en ese instante, para saber del paradero de Jesús. Los bomberos llegaron, por fortuna, muy a tiempo. Todos, espantados, fueron velozmente para sus casas. Luego se convertiría, pasado el tiempo, en una de las anécdotas más apreciadas del grupo.

De él nadie sospechó en voz alta. Lo cierto es que nunca más lo volvieron a invitar.

(-Lo dicho: son unos imbéciles superficiales. En nada verdadero se fijan. Si esa noche no tomo el teléfono para dar la voz de alarma se hubieran muerto o, por lo menos, el susto hubiera sido mayor... ¿Qué esperaban, que me comportara como ellos y me hiciera el héroe?, ¡estúpidos!...).

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Comentario

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PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el marzo 24, 2020 a las 2:26pm

¡Muchas gracias, Hugo Mario; valoro con énfasis especial tus palabras...y les pongo un poco de agua para rebajarlas de su fraternal sentido, a la realidad!


POETA DE PLUMA
Comentario de Hugo Mario Bertoldi Illesca el marzo 23, 2020 a las 3:58pm

Hallé interesante la trama del texto, mi estimado cuate Benjamín Adolfo. En ella desnudas, con buena pluma, varios aspectos de nuestra naturaleza humana. Valoro en modo especial el coraje para escribir sobre temas que nos son tan afines a todos los que cohabitamos foros literarios, aunque, rara vez son abordados con tanta madurez conceptual. 

P.S.: abrazonrisas y mis felicitaciones por esta nueva muestra de tu talento y creatividad. 

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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