Había una vez en una pequeña ciudad, un niño llamado Miguel. Miguel era hijo de padres humildes y vivía en una casita pequeña en la periferia de la ciudad. Desde muy joven, Miguel había aprendido que la vida no era fácil. Su familia luchaba cada día para poner comida en la mesa y cubrir las necesidades básicas.

A pesar de su corta edad, Miguel se vio obligado a buscar formas de ayudar. Decidió tomar un trabajo limpiando ventanas en el centro de la ciudad. Todos los días, después de la escuela, se dirigía al centro con su cubo de agua y su trapo, listo para trabajar bajo el sol ardiente o la lluvia fría.

Sin embargo, el trabajo de Miguel no era fácil. Muchos días regresaba a casa con apenas unos pocos centavos en el bolsillo, ya que otros niños mayores lo intimidaban y le quitaban el dinero que había ganado con tanto esfuerzo.

El hambre era su compañero constante, y Miguel a menudo se iba a dormir con el estómago vacío. A pesar de todo, nunca perdió la esperanza de una vida mejor.

Un día, cuando Miguel ya había crecido hasta convertirse en un joven, tuvo la oportunidad de conseguir un trabajo en un restaurante cercano. El dueño del restaurante, el señor Rodríguez, vio el potencial en Miguel y lo contrató como camarero.

Miguel trabajó arduamente, sirviendo mesas con una sonrisa en su rostro y ganándose el respeto de los clientes y sus compañeros de trabajo. Sin embargo, su éxito despertó la envidia de algunos de los otros camareros, que comenzaron a hacerle la vida imposible.

Finalmente, las quejas de los otros camareros llevaron al señor Rodríguez a despedir a Miguel, dejándolo una vez más sin trabajo y sin esperanza.

Desanimado, Miguel caminaba por las calles de la ciudad, preguntándose qué le depararía el futuro. Fue entonces cuando vio algo brillando en el suelo. Al acercarse, descubrió que era un boleto de lotería.

Con el corazón latiendo con fuerza, Miguel revisó el boleto y descubrió que era el ganador del premio mayor del Lotto. ¡Se había convertido en millonario de la noche a la mañana!

En lugar de gastar su fortuna en lujos para sí mismo, Miguel decidió usar su dinero para ayudar a los demás. Fundó un refugio para niños de la calle, donde ofrecía comida, refugio y educación a aquellos que lo necesitaban.

Gracias a la generosidad de Miguel, muchos niños como él encontraron esperanza y oportunidades para construir una vida mejor. Y aunque su camino había sido difícil, Miguel sabía que cada desafío había valido la pena para llegar a donde estaba ahora: un hombre que había convertido su propia adversidad en una luz de esperanza para los demás.

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Comentario de Delia Pilar el marzo 25, 2024 a las 3:33pm

Precioso relato y muy aleccionador. 

Es muy alentador ejemplo de cómo las contrariedades sociales en seres generosos puede ser el estímulo para vivir una vida dispuesta a cubrir las adversidades de los carenciados .

¡Felicitaciones, Brayner! Fue un placer leerte. 

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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