Mi amor de siempre:
Aquí en mis manos yace esta carta, sin destinatario posible, en un tiempo más será devorada por el fuego ya que no deseo que me sobreviva.
Perdóname si aún no logro olvidarte y en mis sueños recupero tu imagen, subsistente del naufragio, es que en la penumbra en que discurren mis días espero alumbrarme con la luz de tu recuerdo. Perdóname si mi corazón guarda el verano de tu ternura. Yo que tanto ansié ser libre contamino mis horas tan puras con la esclavitud de tu recuerdo, las encadeno a tu memoria amada. Como un mendigo te ruego que me llenes de tu fantasma. Oteo el horizonte y allí tú no estás y mientras cargo mi cruz me importuna cualquier presencia humana que llega a mi puerta.
Este llanto es lo único que me queda, el dolor es una enredadera salvaje que ha invadido todo mi interior… Mi cuerpo aún encuentra momentos de paz en que se relaja sobre las blancas y frescas sábanas o sobre la hierba fragante pero mi alma es un pobre pájaro herido que aletea en mi interior y se golpea contra los muros que aquel le impone. ¿Será esto un sueño del que tardo en despertar? Me desangro en silencio por estas heridas que tu ausencia, hondo puñal, abrió. La memoria permanece llena de tu presencia fantasmal. Pasan las estaciones con toda su carga de nostalgias; el verano me trae el recuerdo de un verano en llamas en el que el amor florecía, así como la primavera de otra tan frágil como perfumada… ¡Me sobra ya la primavera así como las auroras! ¡Me duele tanto la vida, tan llena de filosas tristezas, así como sus chisporroteos! La melancolía es un pulpo que me envuelve y asfixia. Las horas ruedan ofreciéndome sus frutos perfumados y limpios a los que, obstinada, dejo intactos.
Mi casa está aún llena de tu aroma, de tu presencia alada. Todavía persiste el polvo de estrellas que por ella esparciste…En los rincones todavía repica la campana de tu risa, sólo quedan en ellos escuálidas sombras… ¡Qué efímera fue tu presencia en esta casa! Diría el poeta: “¡es tan corto el amor y tan largo el olvido!”
Mi ser pertenece al Más Allá desde donde tu imagen dulcemente me llama. La muerte me va arrastrando, poco a poco, en plurales ataques, en un deslizarse lentamente… Hay momentos en que tu recuerdo en sacerdocio invisible me rescata de este dejarme morir, de este hundirme mansamente en el Más Allá mientras la vejez invade mis pupilas ya como una imagen familiar.
¡Cuánto te amé!...Contigo viví en un mundo lleno de espejos, me miraba en ti y descubría mis sombras así como las gemas que yo, ignorante, me empecinaba en no percibir…Comenzamos como recién nacidos con todo un mundo por descubrir, creciendo día a día… Mis manos conocieron tu piel de memoria; extrañan ahora tu espalda serena, el territorio donde se llenaron de misterio… Eran felices en tu geografía amada… ¡Cuánta ternura depositaste en mí! …
Y te recuerdo, yacente, preparado para ese viaje a lo sutil, con tus párpados cerrados, ocultando las cuencas de tus ojos, todas llenas de luz negra; mustias ya las rosas de tus mejillas así como las de tus labios…Con tus manos pálidas, palomas dormidas cruzadas sobre el pecho, como queriendo impedir que tu alma escape de tu cuerpo, dispuesto ya para este viaje a los territorios del silencio.
Quedaste habitando el corazón, último reducto en el que te llevaré, en este inagotable suceder de días y noches, tan infinito como la muerte… y, con embeleso espero el día del encuentro final en el Más Allá en el que tú y yo ¡seremos Uno para la eternidad!
Delia Checa – D. A. R.
Mendoza, Argentina - 2015
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Muy agradecida, Rosana, por tus gratas y cálidas palabras.
Abrazo.
¡Mil gracias, apreciadas Milagros y María!
¡Felicitaciones a todos los galardonados y participantes!
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