EL CUENTO LITERARIO ES POESÍA

Al igual que en la poesía, en el cuento el autor ha querido decir algo más que tal vez ignora porque está en sus profundidades y nace de motivaciones oscuras. La crítica ha afirmado que el hecho literario es la actitud consciente y las consecuencias que resultan de la intencionada utilización estética del lenguaje. La poesía y el cuento no tienen intencionalidad y parece que nacieran de un estado “otro”, más allá de la voluntad deliberada de hacer estética del lenguaje: están emparentados con la fantasía y el inconsciente. El cuento así concebido permanece en los márgenes de la literatura porque nace del deseo y el impulso desconocido de la conciencia, como el sueño, y su origen es infuso.
Novalis identifica de modo expreso el cuento con el sueño, y nos dice: “En el fondo, un cuento es semejante a un sueño – sin coherencia, un conjunto de sucesos y cosas maravillosas…” Es la exploración de lo que no es consciencia del narrador, la búsqueda del impulso alienante con el uso del lenguaje analógico. Nuestro gran narrador, Antonio Márquez Salas, puede dar fe de lo que hemos dicho. En su cuento: “El hombre y su verde caballo”, con un lenguaje que va más allá de la intención dirigida mediante la escritura, dibuja una actividad onírica. El indio Genaro madura la muerte “con su sangre de lenta corrupción”, y en el delirio pide que cabalguen en la tierra los pájaros y las flores, “con la hierba alta mecida por los vientos tristes de junio”. Genaro tuvo su caballo para la tarea cotidiana, y ahora Domitila, su mujer, ante la inminencia de la muerte del marido, cabalga en el verde caballo que es la tierra de todos y que a todos pertenece: sus hijos y los que padecen pobreza. Una traslación de símbolos se produce en forma poética cuando el caballo de faena tenga ahora el verde pelaje de la tierra.
El narrador utiliza el lenguaje común: la palabra de la tribu, pero desplaza ese lenguaje hacia significados análogos y distintos que sugieren vivencias que no están en el texto del cuento. Sin embargo, no es necesario que en el cuento se utilice la dicción poética para que se produzca el efecto de poesía, y la palabra de la tribu sirve en el propósito. Las catedrales están hechas con las mismas piedras que pisamos en el camino.
“La pequeña inmaculada”, de Julio Garmendia, es prueba de cuanto hemos dicho. Tenemos aquí símbolos poéticos representados por la niña devota que reza en el templo y que significa la vida, frente a la mujer “larga y seca”, que oculta en un pañolón estampas y velas para vender. La seca y larga mujer acecha a la niña en un día de oración y recogimiento, mientras realiza su labor de matar los insectos que se ocultan en floreros y altares. La mujer es la muerte de los insectos, y es también la Muerte simbolizada en esa beata lúgubre que persigue a la niña más allá del templo, sin que sepamos qué ocurrirá luego, porque el cuento sólo sugiere y no nos dice el término de la peripecia de la narración. El lenguaje es apropiado para expresar la vaguedad del episodio: “De las claraboyas mismas – horadadas en el techo de sombríos rincones y silentes capillas – desciende o filtra, hasta acá abajo, antes que luz, una lívida forma de la oscuridad que ya se ha ido enseñoreando del ámbito del templo”. Hay en este cuento rasgos que recuerdan a Poe, por la difusa descripción del lugar que luego trasladará a los personajes, por la semejanza entre ambiente y personas. Es poesía abierta a la interpretación, como todo poema logrado.
En la cuentística venezolana del siglo XX no puede faltar Gustavo Díaz Solís, autor de una obra no muy extensa pero de largo alcance en la creación literaria del cuento. Se le rinde un homenaje al traer aquí uno de sus cuentos más notables: “El Niño y el Mar”. Con una gran economía de recursos, Díaz Solís nos narra una historia sencilla, natural, pero con un significado apenas insinuado en la literalidad de la narración. El niño solitario llega a la orilla del mar con simples utensilios de pesca: una lata alargada con un asa de alambre, desprevenido en su inocencia. Sin darse cuenta, lo va envolviendo la pleamar mientras está atento a su acción de pescar algo que no sabe qué es. En esa pequeña lucha con el animal que no ha visto lo acecha la muerte de la alta marea, y cuando ve el cangrejo, enorme, rojizo con sombras azules, sintió el miedo: “Entonces advirtió que estaba pisando en agua, que el mar asaltaba el terraplén de las algas y avanzaba espumoso y vivo por todos lados, recobrando piedras y rocas y plantas marinas que vivían de nuevo en el ritmo del agua. El niño vio lejos la playa y la duna y el cielo detrás de la duna. Envuelto en el ruido del repunte corrió hacia la playa saltando y chapoteando en el agua tibia y clara del mar…” El desenlace nos descubre que al niño en el mar lo salvó de morir el cangrejo alzado en sus largas patas espinosas. El tema de este cuento puede decirse con la forma externa de un poema, pero, aun sin eso, su contenido está difuminado poéticamente en los trazos con los que se insinúa la acción del relato.
Veamos finalmente un enigmático cuento, “Las babas del diablo”, de Julio Cortázar, en el que se nos narra una acción abominable que pudo haber ocurrido pero que el narrador revierte para que no se haya producido. El título del cuento: “Las Babas del Diablo”, cuyo significado es el mismo que lo que conocemos como “hilos de la Virgen”, es ya un símbolo poético. Son aquellos pequeños hilos que flotan al viento y sobre los cuales ciertas arañas se lanzan al aire libre y hasta al huracán, livianos estambres que navegan hacia el espacio desconocido. Las posibilidades se entrecruzan en este cuento, igual que en el poema, como un miedo frío en el espectador del suceso narrado, para dar un final alucinante, abierto como la misma posibilidad. El sentido ambiguo y contradictorio de este cuento es la visión del narrador (¿el hombre, la cámara de fotografía, el tiempo?) que trata de apresar algo más allá de la realidad. Intención poética dicha sin la expresa construcción del poema (¿o quizá con ella, en forma implícita?), apertura a un estado desconocido y paralelo a la conciencia. Leamos su final: “Ahora pasa una gran nube blanca, como todos estos días, todo este tiempo incontable. Lo que queda por decir es siempre una nube, dos nubes, o largas horas de cielo perfectamente limpio, rectángulo purísimo clavado con alfileres en la pared de mi cuarto. Fue lo que vi al abrir los ojos y secármelos con los dedos: el cielo limpio, y después una nube que entraba por la izquierda, paseaba lentamente su gracia y se perdía por la derecha. Y luego otra, y a veces en cambio todo se pone gris, todo es una enorme nube, y de pronto restallan las salpicaduras de la lluvia, largo rato se ve llover sobre la imagen, como un llanto al revés, y poco a poco el cuadro se aclara, quizá sale el sol, y otra vez entran las nubes, de a dos, de a tres. Y las palomas, a veces, y uno que otro gorrión”.
En el buen relato que llamamos cuento hay una espera decepcionada. Caben en él todas las posibilidades y alternativas potenciales, en un mundo complejo y entrecruzado de acciones y de situaciones imaginadas.

Cuando cerramos el libro y el breve relato deja en el lector el efecto de su efímera realidad, la ficción permanece sin dar la respuesta final y para impulsarnos a la nueva búsqueda, más allá de las líneas verbales que ocultan su significado. Todo queda incompleto, como la vida misma, como el poema. Ya lo dijo Quevedo, “Sólo lo fugitivo permanece y dura”.

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Respuestas a esta discusión

“Sólo lo fugitivo permanece y dura”.
¡Preciosa reflexión!

El cuento literario es un texto de ficción y por consecuencia, de poesía. Es decir, el autor te adentra en un universo imaginario que, si bien puede tener huellas de la realidad y de la historia, se viste bajo la capa de la ficción para inscribirse en el plano literario y perdure como Caperucita roja y otros cuentos fantásticos que no son mas que "un conjunto de sucesos y cosas maravillosas…” Estos cuentos pueden partir de acontecimientos históricos o reales pero el desarrollo de la historia está siempre nutrido de ficción.

Muy interesantes reflexiones

Ronny

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Genial querido Alejo

Cuentos y sueños hacen de nuestras Vidas un camino de peculiar tránsito: el de nuestros pensamientos, mismos que dan una razón de pervivencia, o pueden, en algunos casos, inducirnos al deseo suicida. Hallé valioso tu montoncito de apuntes para un ensayo, Alejo, y me imagino que los escribes en borrador, con algunos tachones de cuando en vez cuando adviertes que algo no suena como debe, tal como lo haría un arreglador musical experimentado, hasta dejar la obra a tu total satisfacción, aunque, como es lógico, pienses al verla que no todos comprenderán. Abrazonrisas y mis FELICITACIONES por este aporte tan valioso que agradezco compartir con quienes gustamos de leer todo aquello que nos enriquezca culturalmente. 

Querido Alejo

Gracias por este grandioso aporte  que nos lleva a reflexionar , creo firmemente que el cuento es poesía ambas nos llevan a soñar en la ficción

Un abrazo 

mary

¡Mucha precisión y claridad de conceptos en tu ensayo, Alejo!

Qué buen ensayo. Te felicito, lo compartiré en mi muro de facebook, abrazos.

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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