Suele aparecer en la distancia, con el ancla al hombro, buscando donde acariciar la tierra firme. Su cabello siempre suelto, al aire, despeinado y ondulando sonrisas entre los rayos de su alma. Deslumbra la fuerza de sus ojos, lleva la inteligencia acomodada y polvorienta, sacude con sus manos bien talladas los vestigios de un ayer sin huellas y calma la ansiedad del hoy y del mañana, con la ternura del amanecer que despierta y alborota, con esa cercana sensación de andar veredas y montañas, de abrazar llanuras y seducir entornos, siempre con el ancla al hombro, moldeando espacios, donde establecer su morada y rellenar vacíos.
Suele aparecer entre la niebla densa, o entre la lluvia iluminada por hilos de plata. Suele vestir de blanco, o de azul, o de rosa, o tan solo enredar sus cabellos sueltos en el mosaico espectral del arco iris, besando con el sol las gotas húmedas del llanto del universo. Suele aparecer llena de gracia, el ancla siempre al hombro, y cuando canta la transforma en arpa y las cuerdas frágiles entonan las más dulces melodías al viento. El éxtasis de su canto se transforma en brisa que fascina y el arte de sus manos acariciando cada acorde con el genio de su arúspice deseo, eclosiona en danza, aparece revelándose en su ancestral designio, con el ancla transformada en arpa y el eco de la brisa en melodía.
Yo lo sé, la he visto ante mis ojos, en la distancia, he sentido el delirio de su canto y danzado su intensidad, a veces sola, otras acompañada del verso amigo que se deslumbra ante la divinidad del horizonte, ante el eco persistente de la brisa, ante los colores desordenados de su numen y el celestial ocaso de la vida, ante el amanecer que enamora con el guiño de un nuevo día, para anclar entonces en el centro mismo de los sueños, con el ancla desafiante de los retos, la melodía vehemente del optimismo y el poder de la imaginación que transforma los instantes genuinos y los detalles imperceptibles de la vida, en auténtica poesía del alma.
Suele aparecer entre mis libros, entre mis versos, entre mis sueños...
Y más que eso,
suele aparecer en la mirada ingenua
ilusa justiciera en la desdicha,
cual musa seductora que acaricia
el cielo en las cascadas de mis letras.
Suele suceder cada mañana
si el canto de los versos se iluminan,
de intentos melodiosos con sus rimas
y acordes de la lira en la alborada.
Suele aparecer entre mis manos
si el arpa se apodera de la brisa
y arpegios de la mágica armonía
se acoplan con el eco de mis labios.
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