En el vaivén de la vida, un dilema sutil,
a veces, la bravura yace en soltar lo más civil.
Amar intensamente, pero con coraje decidir,
que soltar las amarras es el modo de persistir.
En el rincón del alma, donde el amor reside,
a veces, soltar es la senda que decide.
Lo que más amas, en tus manos se desliza,
como el viento libre, una elección precisa.
No es cobardía, sino valentía en su cumbre,
dejar ir lo amado, es un acto que encumbre.
En la renuncia aflora el coraje genuino,
en el sacrificio, un heroico destino.
Aunque duela en el pecho, como lanza aguda,
a veces, soltar es la ruta más aguda.
El amor no se mide en ataduras sin fin,
sino en la libertad de dejarlo partir.
Caminar con paso firme, aunque el alma llore,
es valentía que en el corazón florece y se adora.
Dejar ir, un acto noble, aunque parezca insensato,
a veces, lo más valiente es soltar, es el retrato.
Así, en la despedida, se encuentra un nuevo inicio,
donde el valor se forja en el propio precipicio.
Dejar ir lo amado, no es perder, es crecer,
un acto valiente que en el alma va a renacer.
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