Serie: PUEBLO CHICO, INFIERNO GRANDE
Infierno inspirador: Salsipuedes
Provincia, Estado o Departamento: Córdoba (Argentina)
Noche de desvelo inducido por un informe que no espera hasta el amanecer. Un tsunami de palabras me invade y se aleja cuando las quiero atrapar. Los malditos sinónimos se vuelven más esquivos que las focas asustadas.
Entro a lolear un rato en Facebook para despejar un poco la mente con trivialidades. Navego entre memes, frases pincha-corazones, fotos absurdas y selfies mareadoras. Uno de los tantos memes que nos desestresan a quienes somos prisioneros nocturnos del teclado, me lleva a un grupo en el que había olvidado que estaba. Es un grupo que podríamos llamar de miles de solitarios menos en el mundo, donde la gente se engancha en conversaciones botacaspa, discusiones interesantes o bizantinas, romances, ligues y hasta encuentra musas como la que yo encontré esa noche.
Una mujer coetánea me saludó por la ventana de chat y después de intercambiar unas cuantas palabras me preguntó si podíamos seguir a través de una videollamada. Le dije que sí.
Cuando la empecé a ver en cámara me impactaron su cara triste y su mirada perdida. Me contuve para preguntarle qué le pasaba porque no quería hacerla sentir peor de lo que quizás ya se sentía.
Aurora es una mujer bella y de apariencia joven, que a pesar de la hora, todavía estaba bien puesta. Hablaba como empujada, como tratando de sonar interesante maquillando su desgano.
No pude resistir la tentación de googlearlo y comprobar que en realidad existía en la Argentina un pueblo con semejante nombre y que nada tenía que ver con nuestra famosa canción colombiana, pues existe desde inicios del siglo XVII.
Empezamos a intercambiar historias. Ella de su pueblo y yo de la canción. Me contó que aunque estaba muy cerca de la ciudad de Córdoba, era un pueblo tranquilo, al que iban unos cuantos turistas de vez en cuando.
Luego me habló de un montón de gente del pueblo, me contó chismes que yo no indagaba, me habló de sus cuitas y de todas aquellas cosas que le contás a un extraño en un bar cuando te querés desahogar, pero que jamás les contarías a tus amigos más cercanos para evitar la compasión.
Reía, lloraba, se desarmaba y se volvía a armar. Empezó a hablarme de su esposo, un camionero que viajaba 27 días al mes, que ella contaba tachando números en un calendario de cartulina. Me lo mostró para que yo corroborara que a su marido le faltaban 12 días para volver a casa. Me dijo que quería gritar pero que no iba a hacerlo para despertar a los chicos.
En sus palabras y en sus gestos comencé a descubrir una mujer atrapada en una soledad de esas que les imponían a las esposas de antes, esas que eran madres de tiempo completo y esperaban a sus esposos machistas que llegaban para hacerles el verso y uno que otro muchachito, pero que jamás se involucraban en la educación de los mismos más allá del correazo prometido por las madres a sus hijos.
Ella siguió desahogándose y yo trataba de contener ese mar de lágrimas que asomaba en sus ojos con frases hechas y consolaciones que aprendemos a través de los años y de las penas. Hubo un momento en que paró y me pidió que le contara algo de mí. Escuchaba con atención de fan adolescente y me interrumpía a menudo para aclarar dudas de vocabulario. Quería que le contara de cada lugar en el que había estado porque ella nunca había viajado más allá de Rosario y se preguntaba si Buenos Aires era tan linda como decían.
Era algo tragicómico comprobar lo consciente que era ella de las infidelidades de su marido y lo poco que le importaba siempre y cuando le llevara la guita que le alcanzara para llegar a fin de mes.
Confieso que no pude evitar asociar sus ligues calentones con los argumentos rebuscados de las películas porno, donde todos los protagonistas acaban ensartados con cualquier visitante que llega a sus viviendas. Pero no creo que se los haya inventado. Sus ojos y sus labios delataban lo mucho que había gozado cada encuentro.
Me cuenta un montón de detalles de sus aventuras nocturnas en las que alcanzo a entender solamente una parte, pues entre su acento, que es marcadamente diferente del de otros argentinos y la cantidad de localismos que utiliza cuando se emociona, me hacen perderme un poco. No obstante, sus narraciones son jocosas y me hacen olvidarme por completo de mis angustias y de las presiones laborales.
Pasamos más de una hora hablando de tantos temas que parece que nos conociéramos de toda la vida. Ella me toma como un vórtice de su soledad. Yo la asumo como una musa que me rescata del hastío de cumplir plazos y luchar contra los ojos empiyamados y el temor de amanecer con “qwerty” estampado en el cachete, como dicen mis colegas cuando se quedan dormidos sobre el teclado.
Llegamos a hablar un par de veces más, en esos sábados de trasnocho en los que yo me sentía atrapado por lo melodioso del acento cordobés y ella se sentía fascinada por las historias de la rumba en Medellín. Le contaba detalles y llegué a sentirme culpable por hablarle de tanta libertad a una mujer atrapada en un sueldo de macho proveedor. Cuidé mis palabras para no lastimarla, pero ella se autoinfringía su castigo verbal y parecía decirme: “salí si podés, boludo!”, porque de esa vida tan esquematizada en roles ancestrales no sale nadie aunque quiera. Su calendario en el que marcaba los días me recordó las rayitas que hacen los presos en las cárceles. Ella también está en una cárcel. Sin rejas pero cárcel al fin y al cabo.
© 2018, Malcolm Peñaranda.
Glosario de Argentinismos
Guita = dinero.
Delivery = domicilio.
Minas = mujeres.
Remera = camiseta.
Comentario
Así es, Edith Elvira Colqui Rojas. Hay tantos solitarios en este mundo! A veces escribimos, a veces le aullamos a la luna.
Gracias por tus amables palabras, Benjamín Adolfo Araujo Mondragón . Un saludo amistoso desde el norte del sur!
un relato que tiene que ver con la realidad muchas mujeres y hombres también se conectan en las redes para matar la soledad
¡Fascinante relato, Malcolm; felicitaciones desde México, es notoria tu práctica escritural; sos un lector vicioso se notá!
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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