Finalmente despegamos. Mis compañeros de silla y yo nos mirábamos incrédulos. Quizás para el piloto era una hazaña diaria en invierno, pero para nosotros era todo un acto heroico. Llegue al aeropuerto doméstico de Washington, DC y allí me esperaba mi mejor amigo. Pasé tres días en esa ciudad en la que solo había estado una vez y de la cual no tenía muchos recuerdos. Hice de turista y traté de divertirme para olvidarme de lo sucedido. Los días pasaron rápidamente y el día antes de iniciar mi regreso hacia Colombia, apareció mi hermano mayor y hasta llegamos a burlarnos de mi tragedia en Seattle. Había que sublimar el dolor de alguna manera. El viaje de regreso también tuvo escala en Charlotte para llegar a Miami. Por fortuna, el vuelo de Washington, DC llegó dos horas antes de la salida del vuelo a Medellín, el tiempo justo requerido para la conexión. Extrañamente, al abordar el avión empecé a sentirme en casa. Esta vez no había rubia tetona. En su lugar, un señor bastante mayor, padre de inmigrantes “wetback” que no hacía más que contarme de las proezas de sus hijos para sobrevivir y coronar el “sueño americano”. Llevaba en su regazo una bolsa con lociones y toiletries para sus amigos jubilados y me mostraba con orgullo las fotos posudas de sus vacaciones en Florida. Me enterneció su actitud. Su camiseta estampada con el slogan “Key West is a lovers’ paradise” me hizo recordar que allí, volando entre Cartagena y Medellín a 17.000 pies de altura, seguíamos estando entre el cielo y el suelo.
Fin del flashback.
© 2009, Malcolm Peñaranda.
Comentario
Gracias por leerme, Beto Brom
Wow! Me sorprendió que te hayan enganchado los siete capítulos de una sola sentada, querido Hugo Mario Bertoldi Illesca
MUY BUENO!!!
DISFRUTE DE LA HISTORIA!!!
Shalom javer
Debo decir que me agradó este relato que ya cumplió diez años y aún mantiene su interés de lectura. Advertí que hubo críticas negativas a partir del segundo capítulo, lo cual es casi normal cuando un escritor se atreve a nombrar a las cosas por su nombre vulgar o cotidiano. En mi humilde opinión, no todas las rubias tetonas son tontas, ni todas son trepadoras, aunque, la de tu relato parece que reunía las tres condiciones señaladas. Mis felicitaciones, Malcolm.
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