Margarita y Efraín, fueron novios desde la adolescencia. Ella de la región andina y él, de la central. Coincidieron en Calderas, ese pueblo frío y acogedor por el traslado del trabajo de su padre que era perito agropecuario.
Ambos fueron vecinos, estudiaban en la misma escuela y grado. Así se fueron compenetrando y conociendo más cada día hasta que descubrieron el gusanillo del amor que compartieron gratamente convirtiéndose en una experiencia maravillosa.
Luego, en vista de que en esa localidad no existían universidades, al salir del bachillerato, tomaron rumbos diferentes.
Margarita quería ser profesora y él aún no se había definido, le gustaba más el comercio afirmando que se gana mejor en esa actividad que siendo un profesional, pero al final se inclinó por ser técnico en seguridad industrial.
Se escribían constantemente, permitiendo la comunicación estrechar ese lazo amoroso puro y sincero.
Cuando tenían vacaciones se encontraban nuevamente y florecía la ilusión, esperanzas y alegría. Trazaban mentalmente, proyectos hermosos que quedaban pendientes en las despedidas que se fueron alargando al graduarse y tener que radicarse en localidades diferentes y lejanas.
Empezaron a sentirse más prolongadas la ausencias físicas, con la frialdad de la distancia y lo que se piensa cifrado en la indiferencia y el olvido, aunado a las tentaciones que muchas veces dominan, llegó un momento en que todo quedó suspendido en lo que fue frente a la diferencia de lo que era en el presente, tomando decisiones cortantes y definitivas, culpando a las circunstancias que vivían como aspecto negativo de su futuro, en esa alocada juventud que generalmente actúa por instintos suspendiendo sentimientos que ya tenían raíces.
Ambos se casaron con parejas diferentes. Margarita tuvo tres hijos, en un matrimonio frustrante, con un marido machista, maltratador, absorbente, celoso, que le dio una vida de tristezas, amarguras y decepción, hasta que no aguantó más y se divorció.
Efraín se casó con una mujer muy bella que parecía una modelo y que sus amigos envidiaban. Al principio todo fue excelente, hasta que demostró ser una liberada increíble que lo dejaba en casa con los dos hijos mientras ella se iba de parranda con sus amigas lo que le originó una gran decepción y vergüenza frente a la sabida infidelidad que andaba de boca en boca entre todos sus conocidos y familiares. Todo se fue apagando. Habían pasado 20 años. Estaban juntos pero no revueltos como dice el refrán. Así que el amor se había muerto y vivían de las apariencias por sus hijos que atendía y cuidaba muy bien, encontrándose en la disyuntiva de no abandonarlos, cosa que ocurriría si se mudaba aparte.
Por cuestiones de su trabajo, tuvo que visitar la región andina.
Entró a comer en un restaurante y allí por casualidad o causalidad, se encontró con Margarita, le parecía ¡increíble!
Entraron en amena conversación. Parecía que el tiempo se había detenido. Sus corazones palpitaban aceleradamente. La alegría y entusiasmo fue tan grande que ni siquiera entraron en reproches, sólo en reminiscencias de sus amores y lo que vivieron.
Fue una conversación tan larga, amena, cariñosa que del almuerzo pasaron a la cena y después salieron a caminar por las calles amplias y sencillas bajo la densa neblina. El frío era agradable. Ella de pronto tembló y él amorosamente, le subió la bufanda para que la abrigara mejor…y sin querer o quizás sí, inclinó su cara hacia ella, y los ojos captaron una chispa de deseo, de calor, de amor. Ella comprendió el momento, no quiso dejar escapar el instante, abrió sus brazos y lo abrazó…
Todo fue rápido, como si aquel reencuentro hubiera sido planeado de antemano, pero no, ambos estaban conscientes que todo había ocurrido porque el pícaro destino decidió entrelazar una vez más sus vidas. Aquella hermosa noche fue testigo de un concierto de amor con acordes cuyos decibelios llegaron alto…más alto.
A la mañana siguiente, durante el desayuno tardío, se encontraban platicando en la terraza del hotel, en el cual habían pernoctado. Palabras cariñosas, sonrisas, proyectos y posibilidades se intercambiaban entre los dos…
Todo fue como un huracán. Se miraban apasionadamente, sin vergüenzas aunque con rubores porque sabían que esa entrega de amor que nunca antes se había dado, era la fusión de lo terrenal con lo pasional y espiritual. Fue algo maravilloso que los hizo sentir plenos, como flotando, sintiendo en cada roce el erizar de piel.
Regresando a la realidad, debían separarse nuevamente. Cada quien a sus responsabilidades, al encuentro con sus hijos, pero ahora todo sería diferente, la vida tomaba otro color y aliciente, convencidos de que nunca es tarde cuando la dicha llega. Y sin embargo tendrían que prolongarlo un tiempo más guardando el secreto mientras se resolvían situaciones y se tomaban decisiones definitivas.
Mientras tanto, se llamaban todos los días por el celular, sobraban los mensajes cariñosos, las promesas de encuentros en diferentes sitios que empezaron a verificar mensualmente mientras más se consolidaban sus sentimientos.
Para Margarita la nueva situación resultaba muy fácil de encausarla, pues cualquier decisión a tomar no tendría necesidad de consultarla, a esta altura de la vida, lo que su corazón dictaba no se atrevería a contradecir, era su vida, sus sentimientos, y no conseguía pensar en otra cosa…
Muy distinta la situación de Efraín, su vida conyugal, aunque ya tiempo deteriorada, era un hecho real y latente, era necesario entonces preparar el ambiente y en el momento preciso revelar sus intenciones. Preparó un plan para lograr sus propósitos. Un tanto descabellado pero el fin justificaría los medios.
Pasado un año, ya Efraín se había mudado aparte después de acordar con su esposa la realidad de que estaban juntos pero no revueltos. Entre ellos no existía nada más que el compañerismo, el compartir el presupuesto familiar, porque ni siquiera salían a ninguna parte. Ahora la miraba como a una amiga, mientras crecía el amor hacia Margarita quien era completamente diferente y aunque no quería establecer comparaciones, las hacía mentalmente.
Empezaron con más frecuencia los encuentros con ella, compartían con sus hijos y éstos se fueron encariñando con ella por su forma de ser y las atenciones que le brindaban. Ya todo estaba consolidado, con planes a mediano plazo.
Así que una fresca mañana, bajo un cielo gris, se encaminó para comenzar a poner en acción el plan preparado. Nadie estaba al tanto de su proyecto, lo había estudiado a fondo, sin dejar nada de lado que pudiera entorpecer el desarrollo del mismo. Todo dependería de él, no habría cómplices y menos que menos testigos. Los elementos necesarios estaban guardados en un baúl, apilado entre varios trastos viejos, en el depósito de su empresa. La llave, como siempre, estaba en su poder, y solo con su permiso el empleado que necesitaba buscar algo en los archivos estaba obligado a solicitarla.
La hora temprana, fue la elegida para llegarse hasta el edificio donde estaba ubicada su empresa, pues los primeros en llegar serían los encargados de la limpieza y para ello restaba más de un hora.
Entró, y sin perder tiempo, tomó el ascensor hasta sus oficinas en el piso quinto. Llegó, y sin titubear fue al depósito, abrió la puerta, la cerró con llave, para mayor seguridad y evitar cualquier imprevisto y se dirigió al baúl para sacar de allí lo necesario. Para su sorpresa, la iluminación se cortó. La obscuridad era casi absoluta.
Conocía muy bien el lugar, a tientas, apoyándose en las paredes, trató de llegar hasta la entrada, pero al apoyarse en uno de los estantes se percató que algo se movía sobre su cabeza, sintió un ruido de algo…
Mientras los encargados de la limpieza entraban al edificio, sonó la alarma de incendios, algunos dieron marcha atrás y otros entraron para acercarse hasta teléfono de la recepción para llamar a los bomberos…una densa nube de humo asfixiante se alzaba e invadía todo el recinto. La gente gritaba desesperada y corría hacia la calle mientras ya se oía la sirena de los bomberos que llegaron a tiempo para evitar un incendio. El fuego recién iniciado se apagó...
Efraín empezó a pasar el susto, un fuerte olor impregnaba el ambiente, y se aterró porque se encontraba encerrado y nadie sabía que estaba allí. Apresurado, dentro de las penumbras, recordó lo del movimiento que sintió al tiempo que encontraba un florero en el suelo convertido en fragmentos. Miró hacia un archivador y unos ojos lo observaban fijamente... ¡era un gato! ¿Cómo entró allí?, bueno eso era lo de menos ahora, así que emprendió la idea de su proyecto, se aproximó al baúl mientras corría el tiempo y empezaría el horario de oficina.
Así que metió la llave y extrajo los dos sobres que había preparado con anterioridad.
Cerró el baúl y se dirigió hacia la salida.
El gato, como impulsado por un resorte, saltó sobre Efraín y se ubicó de espaldas a la puerta, insinuando que para salir debería pasar sobre él. Y para demostrar su intención, erizó sus pelos, el lomo se hinchó y parecía haber aumentado de tamaño. Era una fehaciente amenaza, que hizo dudar a Efraín en su propósito de salir de allí.
Se detuvo…busco algo con que tratar de asustar al micifuz que parecía una nada amigable pantera, que no le sacaba sus brillantes ojos de encima…tomó uno mástil de gruesa madera, lo blandió con energía y se encaminó a la puerta…pero la suerte no lo ayudó pues la punta del caño golpeó la única lámpara que había en el depósito, y la oscuridad reiteró su aparición. La situación había alterado sus nervios…buscó en sus bolsillos para sacar el celular y pedir ayuda, pero, recordó que lo había dejado dentro del portafolio en su escritorio. No podía controlarse, todo pareciera programado en su contra.
Mientras tanto, Margarita, se apresuró a salir de su casa para viajar al encuentro con Efraín, calculó que llegaría un poco más tarde de lo acordado, y antes de subir a su vehículo, decidió llamarlo avisando de su demora; una y otra vez lo intentó, no había respuesta…preocupada y nerviosa emprendió el viaje. Al llegar al café donde se encontrarían, entró y lo buscó… había un par de clientes y Efraín no era uno de ellos. No podía comprender, era muy raro en él…no responder a sus llamadas, y además faltar a la cita…no sabía qué hacer ni a quién acudir pidiendo ayuda para resolver el enigma…
Rumbos diferentes cuando iban al mismo encuentro, contrariada empezó a pensar lo peor... ¿le pasaría algo?, ¿estaría enfermo?, ¿saldría con otra? Decidió salir del cafetín con el gesto fruncido por la preocupación y ya en la calle miraba hacia todos lados para tratar de distinguirlo. Se sentó en una banca de la plaza que quedaba al frente del cafetín para darle más tiempo de llegar, mientras miraba inquietamente, su reloj.
Por su lado, Efraín seguía pendiente del gato. Le tenía mucho miedo y desconfianza a estos felinos porque desde pequeño leía suplementos de brujas y ellos eran los protagonistas de las maldades y la representación del mismísimo diablo, claro que frente a la gente disimulaba ese temor oculto.
Se oían ruidos en las oficinas, ya era el horario de trabajo y al ver que el gato no reaccionaba aun, salió precipitadamente para sorpresa de los empleados que lo miraban con incredulidad.
Dijo al que se encargaba del depósito: ¡Saca ese gato de ahí!, ¡De vaina me dio un infarto!
Todos se miraron pero no se atrevieron a preguntar nada.
Luego afirmó: a trabajar todos, ya regreso, voy hacer una diligencia.
Salió, se montó en su automóvil y se dirigió al encuentro con Margarita.
Se desvió unas cuadras con la intención de llegar hasta el Correo Central y enviar los dos sobres preparados, era imprescindible que llegaran lo más rápido posible a sus destinos.
Cuando llegó cerca del café, consiguió estacionar, apresurado corrió…aunque dudaba que Margarita lo estaría esperando…y al entrar comprobó que como lo había supuesto, ella, al ver pasar el tiempo, decidió retirarse. Decepcionado, tomó el celular y marcó su número.
-¿Dónde estás, amor mío?...pensé lo peor…- Con dificultad, Margarita balbuceaba las palabras.
-Aquí en el bar donde acordamos encontrarnos, querida, hubo problemas pero ya todo pasó, ¿dónde podemos vernos?
-Quédate allí, no tardaré en llegar…
Los sobres llegaron a buen puerto, el abogado de Efraín cumplió al pie de la letra lo estipulado por su viejo cliente; también la Compañía de Seguros, acató lo exigido y respetó, sin titubeos, las pautas acordadas.
Y el tiempo no se detuvo…
-¿Efraín, tendrás tiempo de acompañarme a realizar algunas compras?
-Tiempo es lo que me sobra, Margarita, y con gusto te acompañaré.
La nueva pareja había adquirido una amplia residencia en las afueras de la ciudad; sus hijos disfrutaban de sus colegios y la familia en pleno había decidido empezar una vida muy distinta de la que tenían acostumbrada.
Aquí se cumplen los adagios: No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. No hay mal que por bien no venga.
El elegante automóvil tomó la avenida principal mientras el viento agitaba el ondulado cabello de Margarita que recogía en forma de cintillo una floreada pañoleta...
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Autores
Trina Mercedes Leé Montilla de Hidalgo (Venezuela)
Beto Brom (Israel)
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*Registrado/Safecreative N°1708233344487
*Imagen de la Web c/texto anexado
Comentario
Muy lindo y entretenido relato.
Felicito a sus autores: Trina y Beto.
Aplausos y abrazos desde Argentina.
Un interesante y entretenido relato, lo he leído muy complacida.
Un final feliz es a veces muy estimulante.
Felicitaciones a los dos.
Abrazos
Una narración divina, con todos los elementos que nos mantienen atados a la trama, desde el inicio, todo el desarrollo, las situaciones vividas por ambos protagonistas, los desengaños y avatares, el reencuentro casual, las citas de amor, las intrigas y el desenlace feliz que deja una sensación de armonía y paz.
¡Detrás de la tempestad llega la calma!
Las moralejas muy bien aplicadas en el relato y un final donde se multiplica la esperanza que nunca se pierde en el camino.
Me gustó mucho la historia contada.
Ha sido un interesante y apasionado aporte.
¡Felicitaciones para los autores!
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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