PROFUNDIDADES QUE MARCHITAN
Del azul infinito de la espera
saqué fuerzas,
navegué hasta encontrar
las cien locuras.
En todo lo nuevo habita
la maravilla del hallazgo,
repleto de ardores insondables.
Se hiso rostro el placer,
se hiso llanto.
Ahora, aquí,
erizada,
trémula,
el ocaso tibio de la vida
es torrente de dicha trasnochada.
Ese azul lo viví intensamente,
hirviendo mi cuerpo en mil delirios.
Más la ola quebrantó la roca,
naufragué en zozobras al saber
que la dicha tiene siempre prisa loca,
y la luz quema y te marchita.
Hoy te miro,
Inmenso,
poderoso,
Y un halito de tristeza me acompaña.
Ese día en que cruzaste mis abismos
se hundió para siempre la esperanza.
Ese azul resguarda lo que queda
de esta triste ola embravecida
que se pierde
en turbidez de mares
en profunda y amarga despedida.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
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