En el ocaso de un capítulo que se va,
no llores por la despedida que llega ya.
En el lienzo del ayer, se escribió la historia,
un relato de amor, de gloria y memoria.
Las lágrimas son gotas que caen como rocío,
pero en cada despedida hay un nuevo inicio.
No llores por el adiós, por lo que se esfuma,
sonríe al recuerdo, en la trama que se resume.
Cada risa compartida, cada mirada sincera,
teje un tapiz eterno, una historia que perdura.
En el eco del tiempo, el presente se desata,
y la alegría del pasado en el corazón resplata.
No temas al vacío que la despedida deja,
pues en ese hueco crece la flor que anhelas.
Sonríe al ayer, con gratitud en el semblante,
pues lo vivido se convierte en un tesoro amante.
Las despedidas son solo pausas, no finales,
oportunidades de crecer, de ser más vitales.
No llores por lo que se desvanece en el viento,
sonríe al recuerdo, al amor en movimiento.
En cada ciclo que la vida nos regala,
hay risas que reverberan, como notas en sala.
Así, en el adiós, descubre la luz dorada,
y sonríe al presente, a la nueva alborada.
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