En la danza de la vida, un misterio sutil,
el amor florece, un lazo indomable y sutil.
No precisa razón, ni ser comprendido,
en su esencia pura, queda siempre unido.
No requiere explicación, ni lógica precisa,
el amor verdadero, en su esencia, se avisa.
No se esconde en palabras, ni se oculta en el viento,
se revela en actos, un eterno fermento.
A veces, el alma se pierde en su sendero,
buscando entender lo que es verdadero.
Mas el amor auténtico, no se deja atrapar,
es libre como el viento, no se puede encerrar.
En gestos pequeños, en caricias sinceras,
el amor se manifiesta, sin grandes banderas.
No es un enigma que clame por ser resuelto,
es un lazo eterno, en cada momento envuelto.
En silencios profundos, o en risas compartidas,
el amor genuino, no necesita medidas.
No es un rompecabezas que deba descifrar,
es un eco eterno, en el corazón albergar.
Demostrado se encuentra en acciones sinceras,
en el apoyo constante, en las noches enteras.
El amor verdadero, en la vida florecido,
no se entiende, se vive, en cada latido.
Que hable el corazón, en su propio idioma,
sin necesidad de explicar, en su melodía aromada.
Porque el amor auténtico, no precisa ser entendido,
solo anhela ser demostrado, eternamente unido.
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