MEMORIAS DE UN TRADUCTOR INSÓLITO
Por Malcolm Peñaranda, traductor en constante aprendizaje
CAPÍTULO 4 – SI EL TERROR TE MIRA A LOS OJOS, NO LE ESQUIVÉS LA MIRADA
Comer en trozos tan pequeños me resultó como comer alpiste con tenedor. Ni siquiera supe qué había cenado esa noche. La tortuosa cena terminó y los comensales nos dispersamos por todo el club en el preámbulo de la gran fiesta. Mi cliente quería conocer gente y aprovechaba cada presentación que le hacía el novio. Algunos de los invitados eran egresados de universidades de Inglaterra y Estados Unidos y hablaban inglés perfectamente, pero otros, muy de clase alta y todo, hablaban un inglés “machetero” que hoy podríamos comparar con los balbuceos de Aznar en sus visitas a Bush como presidente de España. Lección numero 4: traduciles las barbaridades que dicen, pero poné cara de “qué cosas tan brillantes las que usted dice, Shakespeare criollo!”
Casi una hora después empezó el gran baile con orquesta y todos los parlanchines se fueron a azotar baldosa (bailar). Aclaro que una orquesta en Colombia es una banda de música tropical, guapachosa, pa’ mover el esqueleto. Cuando queremos referirnos a una orquesta de música clásica, decimos orquesta sinfónica, filarmónica o cualquier otra que ahora no recuerdo. El canadiense se lanzó al ruedo a “bailar” con orquesta y por supuesto, hizo un papelón porque aquello no era de aprender haciendo, por lo menos no en par minutos. Finalmente, pasada la medianoche se cansó de dar lora y me pidió que lo llevara de vuelta al hotel. No obstante, mi labor comunicativa no acabó ahí, ya que él se empecinó en que lo acompañara el día siguiente a una finca donde lo habían invitado. Fue horrible! Un día largo y aburrido. Filipichines de clase alta, conversaciones snob y puestas en escena para hacerle creer al canadiense que vivíamos en el pais de Alicia. A veces me pedía que no me le despegara, a veces me decía que se podía defender y me tenía que ir a sentar solo en una silla, a esperar que me llamara. Me sentí como una de esas esposas a las que su marido sólo les hace el verso una vez al mes, pero ellas siempre lo esperan, bañaditas y perfumaditas, esperando a que el señor tenga ganas. Me trataba con cortesía, pero igual cortesmente le hacen entender a los mayordomos que sólo son sirvientes. Me pregunté si ese era el papel real de un traductor.
Después de ese largo fin de semana, los días del corre-corre volvieron, la rutina extenuante no me daba tregua y hasta tuve que rechazar dos traducciones porque no me daba a basto con tantas cosas. Por aquellos días mi país vivía una de sus épocas más trágicas: habían matado al candidato presidencial más opcionado y esperanza de muchos por su honestidad, el presidente en ejercicio había decretado el estado de sitio y Pablo Escobar, el “patrón” como le decía todo el mundo en la ciudad, estaba en su etapa final, acorralado, en guerra con el cartel de Cali y matando policías y poniéndole bombas a las entidades oficiales porque sabía que las fuerzas del estado estaban aliadas con el cartel de Cali para destruirlo o capturarlo. Por supuesto, yo como traductor y periodista no podía ser ajeno a esa realidad tan cruda. Lo de corresponsal extranjero me había llegado como muchas cosas en la vida, por pura casualidad. Por la guerra no declarada que vivíamos y las represalias del narcoterrorismo, habían matado a un corresponsal de Associated Press y amenazado a los de France Press, Reuters y las agencias independientes. Me ofrecieron reemplazarlos y por supuesto, dije que no porque no era periodista. Me refutaron que siendo escritor era tiempo ya de dar el salto a una profesión paralela. Terminaron convenciéndome y acabé haciendo un oficio para el que no estaba ni remotamente preparado. Por eso me matriculé en el programa de periodismo, así por lo menos me prepararía un poco y no metería tanto la pata. Pero la universidad me tiró en la cara una realidad que no conocía: esas facultades estaban llenas de niñitas ricas y re-fashion, supermodelos y descocadas. Todas soñaban con ser presentadoras de un programa de televisión o atrapar marido rico. Los únicos tres hombres del curso teníamos que soportar a diario la pasarela y la criticadera de ese planeta de Amazonas con jeans ajustados, en el que no nos miraban ni siquiera como a los machos reproductores. Para ellas no eramos más que los tres tontos que imaginaban redactando crónicas rojas en un periódico. Lejos estaban de imaginar que por lo menos mi vida era infinitamente más fascinante.
Después de los exámenes parciales me contactó un abogado para pedirme que le sirviera de intérprete con un cliente extranjero. Cuando nos reunimos me enteré que su cliente era nada menos que un mercenario del IRA (Irish Republican Army) que el ejército había capturado semanas atrás en una emboscada contra la guerrilla colombiana, mientras entrenaba guerrilleros
El personaje era el más ambicionado por cualquier periodista nacional o internacional en ese momento y yo lo iba a tener a mi disposición. Le pregunté al abogado si podía entrevistarlo como periodista. Me dijo que no, pero que si quería utilizar las respuestas de la traducción podía hacerlo siempre y cuando no revelara mi fuente. Así lo hice. Me llevé una grabadora en el bolsillo de la chaqueta. Entramos a la Cárcel Nacional Bellavista y se me heló la sangre de ver esa realidad que hasta ese día me era lejana. Nunca antes había entrado a una cárcel y la de Medellín era una de las que más miedo inspiraban. Para colmo de males, al tipo lo tenían en el patio quinto, el más peligroso de todos. Allí estaban los sicarios, los mafiosos y todos los asesinos más peligrosos. El irlandés era la copa del árbol. Cuando llegamos nos recibió algo huraño, pero cuando le expliqué la razón de nuestra visita, cambió un poco y empezó a colaborar. Después de todo, llevaba varios días incomunicado. Al percatarse de mi acento británico, empezó a hacerme preguntas. La cosa era difícil porque me desconcentraba en la interpretación y el abogado me miraba ansioso de que le tradujera sus respuestas. El mercenario jugaba a enredarme y yo no sabía cómo escapar a su juego. Me chantajeaba con una respuesta mía por una respuesta suya. Su mirada era fría, helada, el polo norte en sus ojos. No la esquivé sin embargo. No supe si era magnetismo, fascinación por el personaje o simplemente ese miedo que te paraliza y no te deja mirar para otra parte. No podía demostarle ese miedo. De hacerlo, caería preso de su juego mental, de esa astucia de asesino que mata por una causa. Me hablaba del IRA y me intentaba hacer partícipe de su ideología. Yo traducía como una maquinita y no me atrevía a mirar al abogado para que no descubriera que en aquel momento ya no era dueño de mi lengua ni de mis piernas. Los estados alterados de mi mente buscaban rendijas de escape para decir algo coherente si de pronto se disparaba el botón de la grabadora al acabarse el cassette. Subí el tono de mi voz por si hacía falta camuflar ese sonido. Milagrosamente, cuando eso sucedió el abogado estaba protestando airadamente porque el mercenario se empeñaba en justificar sus acciones y no en responder sus preguntas. Amenazó con marcharse y acabar la diligencia. Finalmente lo miré y le mentí para decirle que su cliente ya iba a cambiar su actitud. Volví a mirar al irlandés y le conté lo que estaba pasando. Por primera vez sonrió y me dijo que cooperaría pero que si el cretino del abogado no lo sacaba de esa cárcel inmunda, lo mataría. No podía traducir eso. En aquel momento no sabía dónde acaba el traductor y empezaba el periodista. La escena era surrealista, parecíamos filmando una película con serial killer a bordo. Tenía mucho miedo pero también una fascinación como la que sentís cuando de niño hacés cosas prohibidas a sabiendas de que te van a pillar y castigar. No podía soltar mi presa y al mismo tiempo, era yo mismo presa de ese vampiro que me chupaba la sangre para escupírmela luego en mi cara. Su arma más letal eran sus ojos, porque te miraba para minarte, para hacerte sentir débil, gobernable. La entrevista terminó dejándonos una sensación tripartita que no estaba contenida en un simple “Uff!” sino quizás en un “gotcha, bloody pussies” del terrorista, un “qué clientico el que me tocó!” del abogado y un “crucé nadando la distancia entre Cuba y las costas de la Florida, con tiburones y todo!” de mi parte.
Continuará…
Comentario
Gracias por leerme y por tu amable comentario, querida Maria Mamihega! Te mando un abrazo desde el norte del sur.
Un abrazo montañero para vos. querido Hugo Mario Bertoldi Illesca!
Dios te oiga, querida MilagrosHdezChiliberti-PrsdntOME! Aquí es muy difícil publicar. Es más fácil conseguir una novia millonaria. :)
LA NARRATIVA TIENE BUENA FORMA EN COHERENCIA, SINTAXIS Y LÉXICO. VA A SER UN BUEN LIBRO.
Te leo siempre, y me tienes atrapada, genial te quedo esta parte de tu relato querido escritor, abrazo.
Sigo prendido a la trama de tu relato "traductorero", amigo Malcolm. Abrazo de mono sureño y buenas ondas.
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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