Melancólico otoño.
El otoño se apodera de extensas
prolongaciones descarnadas,
claro-verde-oscuro
y de su descendencia deshojada,
preparados a tapizar
la tierra reseca y sedienta
de la memoria de hojas muertas.
El intrépido viento es su aliado,
alza el ramaje, lo sostiene
y lo suelta con fuerza,
cual verdugo descollante,
hace su voluntad al instante
y no existe nadie
que se oponga a tal brutalidad.
El frío desea
atenazar mis manos,
ayer cálidas y amantes,
intentando convertirlas
en atabales azulados,
en piedras con cinco
cumbres inservibles.
Mis manos incapaces
de sentir más allá
de sus pezones endurecidos y,
sin embargo,
a fuerza de devoción
y de caricias,
subsiste eterno el calor en mi cuerpo.
El excéntrico paisajista
de nuestros tablados
comienza a engalanar el mundo
con su admirable
y desconsolada paleta
atiborrada de múltiples
marfiles y tórridos pardos.
La cúpula que nos resguarda y nos preserva
se llena de melancólicos matices
y de anticuada vestimenta,
mis ojos no abrazan más colores
cuando ven desaparecer
la luz resplandeciente
del inhumado verano.
El otoño llama lentamente a mi puerta,
¡Oh esperado descanso!
Libertino encuentro
de atardeceres sombríos
e incesante ventolera
que desordena mis cabellos
y sacude mi quebrantable existencia.
¡Qué goce delirante es el otoño!
Parto a su encuentro,
le doy la bienvenida,
recorro los campos,
montes y quebrantos
de mi impúdico y verde valle.
Penetro en la espesura del bosque,
camino por la tierra que habitan,
el recuerdo me lleva a la infancia
a jugar con hojas muertas
que reposan inertes
en la memoria que se mueve
entre avatares destemplados.
Mientras circulo entre
ancestrales sotos,
los colores del otoño iluminan
mis impávidos,
sombríos
y distantes
pensamientos.
La desconcertada brisa
se incrusta en mis pupilas
arrancando de ellas
las primeras gotas
que sacian la sed
de mi marchito
y atávico
terruño.
Las hojas muertas
se convierten en humus
alimentando la florestas
de los que han caído.
En primavera vestirán
nuevos ropajes,
verdes y traslucidos follajes.
No hay otra estación
como esta
llena de vientos
desbordantes,
de aire fresco y brillante
luego de un verano
largo y asfixiante.
El paisaje se viste
con matices serenos
de hojas secas y oxidadas
que caen para resurgir
en la paleta
del artesano
de inmemoriales cantos.
Hay nostalgia en el otoño,
pero también hay
momentos lujuriantes
cuando se encienden
las llamas del fuego
de un atardecer
rojo y fulminante.
¡Melancólico y esperado otoño!
cobijas de ocres sepias
mis recuerdos
y despedidas
con sabor
a risa fresca
en primavera dormida.
Cecill Scott.
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