Tempestad.
La brisa trae música a mis oídos,
dama danzante de onírico semblante
de un atardecer rojizo.
Aroma seductor que embriaga los sentidos
me hace alucinar con los sueños que duermen
en la creciente razón.
No es paso fugaz que atraviese mi mirar,
ha quedado presente la dulce y delirante
fragancia de mujer.
Me sorprendes con tus luz alba y brillante,
céfiro danzante erizas mi piel amortajada
en esta tarde fría y gris.
¿Es necesidad constante viajar a gran velocidad?
¿Estás consciente que perturbas la floresta
con tu paso audaz?
Aroma dulce, hechicero y arrebatador
anuncias la férvida llegada del mágico trovador
de sueños fascinantes.
El cielo se rompe, se escucha un tambor,
las trompetas relinchan para seguir su clamor,
se desata lo inesperado.
La noche llegó de repente a cubrir el paraíso,
de negrura indulgente se envuelve la tierra,
serena y en paz espera.
¡Oh pureza!
¡Oh vertiente celestina!
¡Oh vida eterna vertida de los cielos!
Fluyes por mi cuerpo enjugando mis males
y atenazas mis extremos límpidos
cercenando mis ansiedades.
Cecill Scott.
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