Serie: PUEBLO CHICO, INFIERNO GRANDE
Infierno inspirador: Malad
Provincia, Estado, Región o Departamento: Idaho (Estados Unidos)
Malad es uno de esos pueblos tan en medio de ninguna parte que te preguntás si los dioses de la mitología griega jugaron a castigarlo por algo malo que hicieron sus mortales.
Para empezar, su nombre viene de la palabra francesa “malade” pues bautizaron a su río “Rivière aux Malades” porque allí se enfermaban los tramperos que llegaban desde Quebec.
Lo conocí sin proponérmelo. Fui allí a llevarle un celular que le había comprado su mamá a una de mis primitas gringas. Y pese a ser verano, el lugar parecía un pueblo fantasma. Muy poca gente en las calles, unas cuantas calles y poco qué hacer. Si no te morís de aburrimiento, viene la muerte y te pellizca por retarla.
No pasa nada allí, ni siquiera los zancudos, Se ven apenas un par de carros que arriman a la gasolinera y en el bar hay un par de luces que te hacen suponer que hay gente adentro. Es tierra de mormones y llego a asumir que no mucha gente va a ese bar ni se emborracha.
En menos de diez minutos lo alcanzamos a recorrer y me llego a fijar en una calle que no va a ninguna parte. Tiene unas cuantas casas y un local comercial que no logro identificar desde el carro. No se ve un alma. Tampoco se escucha nada, ni siquiera el ruido de televisores que siempre se escucha en cualquier pueblo al caer la noche.
Es como si el tan cacareado apocalipsis zombi fuese a tener lugar allí. Una de las casas parece tener fantasma propio. Es una casa descuidada y lúgubre, de esas en las que viven abuelos gruñones que ahuyentan a sus nietos y atraen a los realizadores de películas de terror. Sus ventanas tienen cortinas gruesas que no dejan ver el asesino del hacha que Hollywood instaló en tus recuerdos para siempre. No hay signos de vida en esa calle, ni siquiera un gato que la atraviese.
El tiempo parece haber dejado de correr en esa calle. Da la impresión de estar así desde los tiempos del salvaje oeste. El viento no corre, No hay niños ni bicicletas, tampoco vecinas chismosas. Las casas no tienen tapete de bienvenidos ni macetas externas. No invitan a visitarlas. Hay un carro parqueado afuera de una casa. Su estado es descuidado y sucio. Parece que lo hubieran abandonado allí.
Diagonal a la calle vuelvo a ver la gasolinera que ya no tiene un solo carro tanqueando. Se ve una luz tenue y un minimercado adyacente que tampoco parece tener clientes. Las luces de todo el pueblo son tenues y le dan una imagen de lugar inhóspito y aterrador que te siguen recordando las películas de terror. No es uno de esos pueblos dormitorio para justificar tanta soledad en verano, pues ni siquiera hay universidades o fábricas en la zona. Es simplemente un lugar que quizás nadie visita por falta de atractivos.
Cuando salimos de tan fantasmagórico pueblo, le pregunto a mi prima cómo pudo vivir allí tanto tiempo mientras estuvo casada. Ella entre carcajadas me contesta que una mujer enamorada hace todo tipo de sacrificios. Volvemos a Utah comentando las singularidades de Malad y lo mucho que se va a aburrir la primita esas dos semanas de verano con su padre. Atrás queda un lugar de esa América profunda, de esa que no representa el primer mundo y que solamente se ve agradable en Google, pero que pocos se atreven a visitar. No imagino estar allí en un invierno. Si en verano se ve tan hostil, en invierno seguro salís corriendo. Corriendo por esa calle sin vida que no lleva a ninguna parte.
© 2019, Malcolm Peñaranda.
Comentario
¡Excelente compartir estimado Malcolm!
Un pueblo casi abandonado llamado Malade, que significa "Enfermizo". Bueno aunque sea difícil de comprender, estoy viviendo en la actualidad en un sitio muy parecido, con la salvedad que aquí no hay ninguna tienda siquiera, menos gasolinera. Todo ello está a media hora de donde vivo.
Impecable escrito que nos captura desde el principio hasta el final!
Mis reconocimientos admirado escritor!
Saludos
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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