Aprisionada mi expresiva alma
en un desierto rincón
de mí frío cuarto,
buscando repuestas
y me tropiezo en cada arista de mi habitación
con tus aisladas palabras,
que se estrellan tercas contra
este amor de tristezas
y de ocultos llantos.
Que no diera por que ondeara tu fino nombre
en el mástil de mi fatigado velero
y no solamente en el abanico gris
de mis crudos recuerdos.
Y sólo consigo gritarle a la noche triste
que se me subleva el alma
cuanto te contemplo
vestida de indiferencia
y no puedo estrechar tu agraciado
cuerpo de ondina
mientras se me desangra el alma día tras día,
porque no logro calmar mis codicias locas
de unir tus ansias ciegas,
con las ilógicas apetencias mías.
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