HERMANOS Y ENEMIGOS
Autor: Eliseo León Pretell
*Poeta escritor peruano
“Ciudad Satelital”
Houston Texas, EE.UU.

CUENTO

La hermosa hacienda “El milagro” era la más grande y prospera de cuantas existían en esa zona privilegiada que Dios siempre regala al hombre para que se enseñoree, lo cuide y disfrute.
Esta tierra bendecida, le pertenecía a un distinguido y rico caballero Don. Manuel Alcántara Plasencia. Un señor a todo dar, en toda extensión de la palabra. Para no creerlo, era el patrón más justo y correcto en todas sus acciones, por eso quien sabe, Dios lo premió con la más bella y buena mujer de aquellos tiempos: Gloria Esperanza Pretell Martínez.
Como sabrosos frutos de este bendito matrimonio, Dios los bendijo con dos bellos hijos varones en un solo día y el “señor cura” del pueblo, bautizó a los lindos “gemelos” con los nombres: Manuel Jesús y Manuel Santos.
El dulce hogar de los “tres manueles” y “una gloria esperanza” era casi un paraíso de añejos árboles frutales, verdes pastizales, caídas de agua, gordos animales, limpios arroyos y un bellísimo río que partía a la hacienda por la mitad, regando a uno y otro lado todo lo que se sembraba en abundancia.
Por la imagen benévola y buen trato del patrón, mas todos sus dones, era un dechado de corrección y justicia para los pueblos aledaños, y todos querían trabajar para él, considerándolo casi una suerte y un privilegio.
Eso no era todo, esta ejemplar familia era la primera en llegar a la misa mañanera de los domingos y participaba de todas las actividades religiosas, por lo que el “curita Venancio” les tenía una especial estima.
La esposa del patrón: Gloria Esperanza, era nada menos la pianista de la Iglesia y los gemelos ayudaban atendiendo al cura y recogiendo las limosnas.
Pasaron muy rápido los años, los niños crecieron haciendo sus primeros estudios en la escuela del pueblo, que don Manuel prácticamente había construido en su desprendimiento de buen ciudadano.
Los padres pensaron que los niños ya casi adolescentes, deberían seguir sus estudios en la capital, para que se preparen bien en alguna profesión y más tarde puedan manejar su hacienda con los conocimientos y adelantos del mundo moderno.
Por sus altas notas y sobrada inteligencia, los jóvenes ingresaron sin problemas a la mejor universidad del país y después de varios años sin regresar a la hacienda, se graduaron los dos, como abogados en “derecho penal”
Los padre muy contentos después de la ceremonia, creían y querían regresar con sus hijos a la hacienda, donde los trabajadores, la gente y el “curita Venancio” los esperaban para hacer una fiesta grande, matando animales gordos, como en bíblica parábola del “hijo prodigo” Así festejar la graduación de los exitosos y engreídos “gemelos” de sus padres.
Los abogados ya andaban enamorados, cada uno con su pareja de otros lugares, y no como sus padres deseaban. Ellos querían lo hagan con las hermosas y trabajadoras damas del lugar, conocidas por todos, pero el amor los picoteó y nada, ni nadie podía cambiar esa decisión.
Se quedaron en la ciudad, recibiendo su mensualidad de siempre. Hasta que ellos decidan otra cosa y se acomoden, dijo el padre condescendiente y bueno.
Los padres regresaron a su hacienda y después de algunos meses se enteraron que uno de los gemelos había decidido casarse sin avisar a sus padres, si haber ningún motivo para eso. No soportó la madre y le dijo a su esposo que deberían ir, quien sabe seria una bonita sorpresa para su hijo.
Tomaron la camioneta grande de la hacienda y lo cargaron de mil cosas para sus hijos. El patrón dijo a su esposa: saldremos muy de madrugada para evitar el calor de medio día y llegar antes que anochezca. Salieron a las cuatro de la mañana cuando la neblina estaba muy cerrada. Iremos despacio dijo: Don. Manuel, haciendo una oración sin palabras, mientras calentaba el motor. Puso en marcha su buena camioneta y se fue descolgando poco a poco por las curvas cerradas de una peligrosa pendiente. Pasaron la parte más peligrosa, pero la neblina se había asentado en el valle, muy densa, dificultando la visión panorámica de don Manuel. Decidieron estacionar, hasta que aclare mas el día y se disipe un poco la neblina. Cuando se trataba de parquear don. Manuel al costado de la carretera, un tráiler de subida y con luz alta le cegó la visión y perdiendo el control, se despeñaron quinientos metros, muriendo los dos.
En la capital, no se había casado un gemelo, sino los dos, y al enterarse de la muerte de sus padres, pudieron llegar al sepelio cada uno con su flamante esposa.
Mucha gente estuvo acompañando, más por curiosidad que por sentimiento. No podían digerir esta desgracia, lo consideraban injusta, miraban a los hijos totalmente cambiados con resentimiento, pensando cómo se pueden transformar los hijos siendo tan buenos. ¿Por qué?
Los gemelos decidieron quedarse y hacerse cargo de la hacienda sin repartirse como era el deseo de sus padres, pero las esposas no aceptaron. Ellas querían se parta la hacienda en dos y cada uno con su parte puede hacer lo que quiera.
Como la propiedad estaba partida a la mitad por un hermoso río, jugaron a la suerte con una moneda cual correspondería a cada uno.
Se repartieron todo, y hasta quisieron hacerlo con los trabajadores, pero ellos no aceptaron. Se fueron yendo de a poco hasta el último, como una señal de protesta.
Empezaron a nacer niños en uno y otro lado del río y los “gemelos” ya no podían manejar cada uno su media hacienda.
Las esposas comenzaron a pelear, a insultarse y varias veces llegaron hasta las manos.
Los hermanos por defender a su esposa y a sus hijos, también se fueron a los golpes haciendo de su vecindad y de su sangre, un verdadero infierno.
Se peleaban por los animales, por el agua del río común y hasta por los inocentes peces.
Se odiaban tanto, que todos decían: Cualquier día se van a matar estos hermanos. Ojalá el alma de sus padres los haga reflexionar. Otros decían: Si se hubiesen casado con mujeres de aquí, no pasaría esto.
A uno de los gemelos: Manuel Jesús, se le ocurrió retirarse algunos días, para pensar un poco que podía hacer, con la insostenible situación. Habló con su esposa y se pusieron de acuerdo. Ese mismo día encargaron todo y prepararon su viaje junto a sus tres hijos. Saldrían el domingo de madrugada sin despedirse de nadie, sólo del curita Venancio.
Manuel Jesús se levantó muy temprano, para ver los últimos detalles del viaje, mientras su esposa preparaba el desayuno para los niños.
Se sorprendió Manuel Jesús, allí afuera había un hombre de aspecto muy humilde sentado en un tronco frente a la casa. Fue hacia él, y el forastero se paró muy atento para saludarlo. Buenos días patrón, dijo muy respetuoso.
¿Qué desea usted señor? Preguntó Manuel Jesús
Vengo buscando trabajo patrón, ojala me pueda echar una mano, haré lo que sea.
-Tengo muchas cosas que hacer, pero estoy saliendo de viaje en este momento, por favor regrese si puede, en unos noventa días.
-Perdóneme patrón, tal vez tiene algo para ir haciendo mientras usted regresa, no hace falta me de algún cuarto para alojarme, yo me acomodo como sea en cualquier lugar.
-Manuel Jesús se dio cuenta que era un hombre bueno y hasta podía cuidar la casa y eso le ofreció.
Muchísimas gracias patrón, pero me gustaría hacer algo más, a mi me gusta trabajar, si fuera con madera, mejor.
Se le ocurrió a Manuel Jesús contarle una idea media loca que venía maquinando en su desesperación.
-Vea señor, no sé, pero me inspira confianza y le contaré algo. Tengo un enemigo acérrimo al otro lado del río, que no quisiera verlo nunca más en mi vida, ni a él, ni a su familia. Entonces quisiera construir una barda muy alta, un muro que nos separe para siempre, antes que cometa algún crimen. Hoy estoy apurado, cuando regrese lo veremos, ojalá pueda ayudarme, tengo todo para hacerlo.
- Dígame patrón donde están las herramientas y con qué madera cuento, voy a ir avanzando un poco, esa es mi especialidad, no se preocupe.
- Aquí están las llaves de ese depósito, allí encontrará las herramientas que necesite. No defraude mi confianza, no sé por qué lo estoy haciendo.
Dios le bendiga patrón, no se arrepentirá.
Salió la familia dejando al raro forastero al cuidado de todo, y no fueron noventa días, sino más de cien, lejos de esa gente despreciable, un día llegaron juntos a la vida.
Era un día domingo como el que partió la familia y ya estaban llegando de vuelta a casa. Allí estaba el hombre forastero frente a una fogata abrigando sus manos encallecidas, pero muy contento.
Se paró inmediatamente, saludó cariñosamente a la esposa y a los niños, luego se saludaron con el patrón con un extraño abrazo, como si se conocieran de hace mucho.
Acomedido ayudó a bajar y ordenar las cosas, cuando ya las gallinas iban colmando el gallinero anunciando otra noche.
Cuénteme señor, como le fue con el muro, me gustaría ver su avance, preguntó el patrón.
_ Ahora descanse patrón, mañana lo veremos, está terminado, dijo el forastero y se retiró respetuosamente.
¿Terminado? Se dijo el patrón para sus adentros. ¡¡Qué habrá hecho este señor!! Masculló desconfiado e incrédulo.
Al día siguiente muy temprano, todos tomaron desayuno y ya querían ver el bendito muro que los separará de los enemigos para siempre.
El patrón se empezó a preocupar ya que no veía ningún muro como él lo había planeado y molesto preguntó al forastero: ¡¡Oiga señor!! ¿Dónde está el muro? ¿Cuál es el trabajo que usted ha hecho? ¡¡Yo tengo la culpa por confiar en un desconocido!! Murmuró amargado.
Está un poco más allá patrón, era el mejor lugar, le encantará.
Subieron una pequeña colina y pudieron divisar la obra del humilde forastero.
Muy, pero muy molesto don Manuel quería arrancarse los pelos de rabia. El forastero había construido sobre el río, el más hermoso puente que haya visto en su vida. Cerró sus ojos para no verlo, pero su esposa llamó su atención diciendo: ¡¡Mira Manuel por favor!!
Abrió sus ojos el patrón y ve a su querido hermano gemelo: Manuel Santos y toda su familia que ya estaban en la mitad del bello puente con los brazos abiertos para el perdón y para prometerse no separarse nunca más.
Avanzó la familia impulsada como por una fuerza divina y todos se abrazaron y juntaron sus lágrimas como un milagro de Dios.
Los dos hermanos abrazaron al humilde forastero agradeciendo y ofreciéndole una buena paga por su trabajo. Además le dijeron: Aquí le sobrará trabajo en las dos haciendas, queremos que se quede hasta cuando usted quiera con nosotros, si es para siempre mejor.
El forastero les contestó. No me deben nada, gracias por la confianza y gracias también por ofrecerme trabajo, pero no me puedo quedar.
-¿Y por qué? Preguntaron los hermanos casi al mismo tiempo
-Aun me faltan muchísimos puentes que construir contestó el humilde forastero.
Tomó su raído morral y se fueeeeeeee.

®Es el canto del zorzal
©Derechos reservados
Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?
Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
Mateo 18: 15/22

Reflexión llevada al cuento

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Comentario

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PRESIDENTE HONORARIO
Comentario de Aimee Granado el diciembre 10, 2019 a las 12:54am

Un mensaje profundo que nos llega y nos impacta.

Eres genial mi estimado amigo.


PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el diciembre 9, 2019 a las 4:35pm

¡Excelente relato, León!


PLUMA MARFIL
Comentario de Teodora E. Leon Salmon el diciembre 9, 2019 a las 1:43am

De mucha enseñanza tu relato, estimado amigo.

Gusto de leerte.

Saludos cordiales.

Teodora 


DIRECTOR GENERAL
Comentario de Ernesto Kahan el diciembre 9, 2019 a las 12:32am

AMÉN. Eres un verdadero hacedor de puentes, querido Eliseo


PLUMA ÁUREA
Comentario de Maria Beatriz Vicentelo Cayo el diciembre 8, 2019 a las 5:01pm

¡Muy sabio mensaje Eliseo,  extender PUENTES antes que erigir MUROS!

Grandioso!  Muchas graciasss

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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