UNA CITA CON JESÚS
Autor: Eliseo León Pretell
*Poeta escritor peruano
“Ciudad Satelital”
Houston Texas, EE.UU.
CUENTO
Segundo Zacarías Morales, era un honorable peruano provinciano, proveniente de las abrigadas tierras piuranas y afincado muy cerca del aeropuerto internacional de la vieja Lima, por más de veinte años.
Después de tantear sin suerte en muchos trabajos, llegó a la conclusión que mejor sería hacerse de un trabajito independiente sin horario, sin patrón y sin ese salario fijo que hace tiempo no tenía aumento , escuchando siempre la misma disculpa del patrón, que la empresa anda mal, que no se vende, recién estamos empezando, etc.
La imagen de su buena esposa piurana y la sonrisa inocente y angelical de sus tres hijas eran su fuerza para su anhelado proyecto del trabajo propio.
Hablaron mucho con su esposa y decidieron vender un terreno heredado de su padre, para hacerse de un pequeño capital, pero no sabían ni tenían claro que negocio poner, para asegurar los gastos de la casa que cada vez eran más pesados.
En Lima se vivía la efervescencia de los cierres de empresas privadas, despido de los empleados públicos, retiro de la estabilidad laboral, muerte de los sindicatos y la inundación de los productos asiáticos, cada vez más baratos, sin importar la calidad.
Segundo Zacarías, animado por su esposa y algunos amigos, al final decidió comprar un carrito de segunda mano y dedicarse como tantos lo hacían al trabajo de taxista.
Sin ninguna experiencia en esta labor, sin conocer bien la capital y la competencia del negocio, se entregó cargado de esperanza y fe.
Cada noche y a toda hora en la calle, se encomendaba al santo patrón de su tierra y al Señor Jesús, como su único salvador.
Fue muy dura la experiencia y los primeros días no le producían casi nada, solamente cansancio y mucho estrés, pero no le contaba a su esposa para no preocuparla. Sin embargo, su fe, era inquebrantable y cada pan conseguido para su familia lo consideraba un regalo bendito de Dios y su inseparable Jesús, con quien siempre hablaba por las noches sin verlo.
Unos días de mala suerte, al ver que su inversión era más de lo que ganaba, pusieron en duda su fe, al punto de no creer en el cielo divino que tanto amaba. Y una noche se le ocurrió retar a Jesús con toda valentía. Se arrodilló como todas las noches, y le dijo:
Señor, estoy dudando de ti, hasta creo que no existes y todo es un puro engaño: ¿Por qué todo me sale mal, si estoy confiando en ti?
-Sabes Señor, quiero una prueba inequívoca de tu existencia, te quiero frente a mí, cara a cara, para estar seguro que existes y eres mi salvador, como siempre he creído. Si tú todo lo puedes ¿podrías hacerme ese favor?
-¡¡Claro que puedo hijo mío!! Solamente dime cuando y donde puede ser, allí estaré puntual para que hablemos personalmente como tú quieres.
-Quiero que sea mañana mismo y será en la plaza Bolognesi a las 10.00am ¿Está bien?
-Correcto hijo, allí estaré esperándote.
-Hasta mañana Señor.
Dios te bendiga hijo mío.
Esa noche casi no pudo dormir, pensando que tal vez ha cometido un sacrilegio en retar y comprometer a Jesús, que tan ocupado debe estar con tantos problemas de la humanidad. Sin embargo no quiso perder la oportunidad de conocer a Jesús y borrar así sus dudas para siempre.
Amaneció el día y contaba nervioso las horas y minutos de cuánto faltaba para esa cita divina.
Calculó la distancia y pensó que sería suficiente una hora para llegar hasta la Plaza Bolognesi, lugar de la cita; pero se aseguró y tomó media hora más por algún percance.
No tuvo problemas hasta llegar al Jirón: Zorritos, cerca al Hospital Loayza, donde el tráfico se le complicó totalmente. No podía avanzar ni tomar alguna vía alternativa para llegar a la hora y faltaba ya muy poco. Desesperado pensó: Él, que todo lo ve y todo lo sabe, ya sabrá lo que estoy pasando y nada le costará esperarme un poco, o resolver este tráfico para que yo llegue.
Llegó la hora y veinte minutos más, él seguía en el mismo sitio sin poder montar sobre a la Av. Alfonso Ugarte. En ese momento, toca el vidrio de su ventana un niñito menesteroso, vendiendo sus caramelitos. Le hizo una seña que no, y volteo su mirada al trafico paralizado.
Algo como un mandato interior le dijo: ¿Por qué no le compras un caramelito? Volvió para pedirle al niño y ya no estaba. El chofer de otro carro le hizo una seña mirando al piso, se estiró y vio que el niñito convulsionaba tirado al pie de su auto. Bajó, y como sea, subió al niño a su carro y apoyado por otros choferes pudo entrar por una puerta lateral al servicio de emergencia del Hospital Loayza. Dejó al enfermito en mano de los médicos y volvió para seguir el camino hacia su cita con Jesús. El tránsito estaba mejor y pudo llegar con más de media hora de retraso.
Jesús no estaba ahí, sólo había un jardinero que regaba las flores distraídamente.
Segundo Zacarías, miro a todos lados y se quedó un buen rato caminando en círculo alrededor del monumento, pensado en alguna acción divina que Jesús tendría para desechar sus dudas.
Desengañado y pensando mil cosas de la vida terrena, siguió trabajando, escéptico y cada vez más incrédulo.
A pesar de ser un día aparentemente malo, no lo fue. Ganó mucho más que los días anteriores y hasta pudo llevar un “pollito a la brasa” que tanto disfrutaban su esposa y sus hijitas.
Pensó no podría dormir esa noche, pero el sueño guardado lo llevó a la cama y se quedó profundamente dormido, hasta que una voz lo despertó llamándolo por su nombre muy suavemente. Un poco asustado se incorporó y era clarita la voz de Jesús, bendiciendo su sueño. Él reaccionó y fue claro su reclamo: ¿Qué pasó? Y ahora ¿Que quiere que piense? ¿Debo seguir creyendo?
-Jesús le dijo: Tú fijaste la hora y yo fui muy puntual; pero no llegaste.
- Pero si tú sabes todo ¿No te diste cuenta de lo que me pasó en el camino?
- Claro que me di cuenta, por eso fui a tu alcance. Yo era ese niñito indigente al que le ibas a comprar un caramelo y luego lo llevaste al hospital y lo dejaste entre los doctores.
- Segundo, te quiero mucho y me siento muy orgulloso de ti.
-Bendiciones.
Segundo Zacarías, se quedó sin poder hablar. Solamente pensando en la existencia y grandeza de Dios y su salvador Jesús.
Es una hermosa reflexión llevada al cuento por
ELP
®Es el canto del zorzal
©Derechos reservados
Jesús le responde: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Solo quien acepte a Jesús y sus enseñanzas, y siga su ejemplo, puede entrar en el hogar celestial.
(Juan 14:6) La santa biblia
Comentario
Hermoso y ameno relato
Bello cuento
Jesus siempre esta presente en muestra vida
Apocalipsis 3:20
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.
Felicitaciones!
Gracias
mary
"Es una hermosa reflexión llevada al cuento por
ELP"
Y lo es distinguido escritor y grandioso poeta!
"Jesucristo asumió la naturaleza humana sin dejar de ser Dios: es verdadero Dios y verdadero hombre" Opus Dei
-Jesús le dijo: Tú fijaste la hora y yo fui muy puntual; pero no llegaste.
- Pero si tú sabes todo ¿No te diste cuenta de lo que me pasó en el camino?
- Claro que me di cuenta, por eso fui a tu alcance. Yo era ese niñito indigente al que le ibas a comprar un caramelo y luego lo llevaste al hospital y lo dejaste entre los doctores.
- Segundo, te quiero mucho y me siento muy orgulloso de ti.
-Bendiciones.
Reflexivo compartir... Porque si nosotros viéramos la cara de Cristo en nuestros hermanos necesitados, ahí siiiiiiiii correríamos a ayudarlo.
El se presenta de diferentes formas para que le extiendas la mano.
¡Magnífica enseñanza querido Eliseo!
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
© 2024 Creada por Aimee Granado Oreña-Creadora. Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio
¡Tienes que ser miembro de ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME para agregar comentarios!
Únete a ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME