Eugenia.

La angustia se reflejaba intensa en su bello rostro. Gruesas gotas de sudor iniciaban a descender por su frente y algunas lágrimas rodaban ya por sus mejillas. El estomago se le comprimía en espasmos frecuentes y todo su cuerpo temblaba incontrolablemente.

Ahí, parada sobre la delgada barda del puente, sentía el frío del viento correr por sobre todo su cuerpo. Buscaba desesperada en su mente un motivo para no saltar, por mínimo que fuera. Pero en su memoria solo encontraba aquello que en ese momento la tenía al borde de un salto mortal.

Abajo, los autos pasaban a gran velocidad. Sus luces amarillas se convertía en rojas en una milimétrica fracción de segundo.

A pesar del frio intenso de la madrugada, su cuerpo sentía un calor casi asfixiante.
Tomó una gran bocanada de aire. Cerró los ojos y extendió los brazos en cruz. Pensó para si -Perdóname Dios mío- y aflojó todo su cuerpo.

En ese mismo momento sintió unos brazos que la tomaban por la cintura, con mucha fuerza, así como la anaconda que se enreda y no suelta jamás a su presa.

Sintió unos duros golpes en su cuerpo al rodar sobre el suelo y se pregunto si así se sentía el morir.

Con la cara recargada sobre el húmedo pavimento, lloró amargamente las dos mil lágrimas contenidas en sus ojos los últimos días.

Entre la neblina que invadía su cerebro comenzó a escuchar algunas lejanas voces, - Señorita, ¿se encuentra bien? ¿Quiere que llame a una ambulancia? ¿Cómo se llama?...

Entre sollozos trató de contestar que no. Intento gritarles que ella lo único que quería era saltar y acabar con el sufrimiento que cargaba, pero la abundancia de su llanto no le permitió pronunciar una sola palabra.

Sintió una mano sobre su frente recoger su cabello con ternura... acomodarlo... y nuevamente otra voz diciendo "Es solo una niña"

¡Una niña! esas palabras taladraron nuevamente su cabeza, llenando su mente de tristes y dolorosos recuerdos.

Conoció a José cuando ella tenía catorce años y el diez y nueve, casi veinte. Él quedo prendado de su inocencia y su belleza y ella se enamoro perdidamente de la intensidad de su mirada y de su varonil presencia. Pasaban algún tiempo juntos cuando a hurtadillas se veían en el parque. Eran minutos que a ambos les sabían a gloria y que hacían que se sintieran cada vez más enamorados.

Cuando los padres de Eugenia se enteraron que andaba de novia con un muchacho más grande que ella, le prohibieron volver a verlo. Incluso amenazaron con enviarla a otro pueblo con sus amargadas y solteronas tías. Su mamá se convirtió en su cuidadora y la acompañaba a todas partes, así que el noviazgo con José quedó en pausa.

Pero donde hay amor no hay barreras, y José y Eugenia buscaron y encontraron la forma de verse sin que los padres de ella lo supieran. A las once de la noche, ya cuando todos en casa dormían, él llegaba y entraba cauteloso por la puerta de servicio, paso a paso, sin hacer ruido, hasta llegar a su recamara. Ahí, ella lo recibía con los brazos abiertos y gran alegría.

Así pasaban una o dos horas. Platicando entre susurros. Besándose y acariciándose. Sin embargo, ella nunca permitió que él se sobrepasara.
Pasaron casi dos años. José cada vez exigía más de ella pero Eugenia no cedía un centímetro ni se desabotonaba un botón mas de su blusa, o de su falda.

Él se comenzaba a desesperar y desilusionar. Con sus casi diez y seis años Eugenia era una mujer completa, hecha y derecha de pies a cabeza. Y él la deseaba tanto...

Cierta noche, José le dijo que pronto tendría que partir a la gran ciudad, ya que en el pueblo no había futuro. Que si realmente ella lo amaba, estaba dispuesto a llevársela con él. Le prometió todo su esfuerzo y trabajo para formar un hogar. Amarla siempre y hacerla feliz, como en los cuentos de hadas y princesas.

Al principio ella se rehusó. No podría hacer eso a sus padres. Pero al pasar los días y saber que pronto José se marcharía, tomó la determinación de acompañarlo, de ir con él hasta el fin del mundo si era necesario porque José representaba su sueño de amor... lo amaba tanto, que renunciaría a todas las comodidades y seguridad que su familia le ofrecía.

El primer autobús de la madrugada los llevó a la capital. Una inmensa ciudad que los enamorados vieron con admiración.

Con el poco dinero que él llevaba y lo que ella había juntado, rentaron un pequeño cuarto en una casi abandonada vecindad.

Esa primera noche, tendidos en un sarape sobre el piso, ella conoció la totalidad el amor. La pasión carnal se desbordó en ambos y la mujer que en ella dormía despertó ansiosa y hambrienta de caricias. Se entrego completa y su pureza quedó embarrada en el piso sucio de aquel humilde cuarto, testigo de un amor sin futuro.

El se bebió su cuerpo sin miramientos, sin palabras de amor y sin dulzura. Su ansiedad por ella se había convertido en una obsesión y esa noche, sin entregar nada a cambio, transformo a la niña en una mujer.

Cada noche José se deleitaba con ella a sus antojos. Calmaba sus pasiones más bajas y después la dejaba ahí, tirada, para salir a vagar sin rumbo por la noche y madrugada. José se había convertido en un vicioso y despiadado hombre. Ella ya no reconocía nada en él.

Eugenia comenzó a darse cuenta que la vida no era una fantasía o un cuento de hadas. Sufría el maltrato y los malos humores de José diariamente. Se sometía sin quejas a sus abusos sexuales, a sus insultos e incluso, a sus golpes.

Una noche, cuando José se encontraba completamente intoxicado por el alcohol, abusó de ella de la manera más absurda que se pudiera imaginar. Ella lloraba desconsolada y le pedía se detuviera, pero él no quiso escuchar... y lo hizo una y más veces... encontrando un placer nuevo en sus adentros y disfrutando al ver como reducía a nada a una mujer.

Al día siguiente, aun con las marcas de los golpes en su frágil cuerpo, ella le confesó que se encontraba embarazada.

La reacción de José no pudo ser más violenta. Después de propinarle una gran golpiza por la "irresponsabilidad de embarazarse", tomó sus pocas pertenencias y se marchó. Fue el ultimo día que ella supo algo de él.

En dos días, sus provisiones se agotaron. No tenía nada para comer sino lo que algunos vecinos se dignaban a darle. Ella, aun con vergüenza en su rostro, tuvo que pedir migajas, para poder comer algo.

El dueño de la vecindad, aprovechando la situación, quiso obtener de ella sus amores. Incluso le ofreció un mejor cuarto con tal de que le dejara poseerla, "al menos de vez en vez".

Ella se negó y tomando una pequeña caja con algunas pertenencias, más por sentimiento que por valor, se alejó se ese cuarto que había sido su infierno y maldición.

Vagaba por el rumbo, buscando algo que comer. Algo con que taparse y arrancarle un poco de furia al frío.

No sabía que hacer. Pensó regresar al pueblo con sus padres, pero estaba segura que la rechazarían por su mal comportamiento y su huída con José. Sin obtener respuestas claras, llegó a la conclusión de que no tenía otro remedio que salir de esta vida por la puerta falsa.

¿Qué futuro tendría ella con un niño en su regazo? ¿Qué podría ofrecerle? Ella no sabría ser una buena madre.

El viaje de su mente termino cuando una potente luz fue dirigida a sus ojos. El paramédico cuidadosamente la revisaba. De pronto, todo a su alrededor oscureció y sintió su cuerpo viajar desde el puente hasta el pavimento.
Debido a su crítica condición física y mental, fue trasladada al hospital más cercano de la Cruz Roja.

Cuando recobró el conocimiento, le pareció ver una figura angelical frente a ella, mirando desde el extremo inferior de la cama con mucha ternura y amor. Era su padre, que al verla reaccionar no pudo contener las lágrimas y lloró emocionado y agradecido.

Ahí estaba su hija, su Eugenia... tan linda como siempre a pesar de que aun su cuerpo mostraba heridas y golpes causados por José.

Poco a poco, Eugenia fue recobrando el sentido y la visión, distinguiendo a su madre recostada en un sofá, y despertando ante el llamado de su esposo, para acercarse a ella y acariciarle la frente, besarla y abrazarla. Eugenia sintió las lágrimas de sus padres escurrir por su propio rostro.

Sintió una gran necesidad de decirles a sus padres que se encontraba embarazada y quiso pedirles perdón, pero al intentarlo, su madre la detuvo. Con la simple mirada le dio a entender que ya sabían todo y que estaba bien, que todo estaría bien, que no se preocupara. Que ellos estaban con ella y que jamás la abandonarían.

Tiempo después, en la plaza del pueblo, Eugenia lucía una gran sonrisa y se le veía radiante al jugar con su hija. Una niña sana y hermosa, llena del amor de su madre y
de sus abuelos.

A José nunca más se le vio en el pueblo.

"El amor de padres es incondicional"

Carlos Eduardo Lamas Cardoso.
Derechos reservados.

Vistas: 183

Comentario

¡Tienes que ser miembro de ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME para agregar comentarios!

Únete a ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME


PLUMA MARFIL
Comentario de Carlos Eduardo LAmas Cardoso el febrero 22, 2014 a las 9:46am
Senda,
Agradezco mucho tu lectura a esta obra y también el Destacado.
Saludos y bendiciones.
Comentario de SENDA el febrero 22, 2014 a las 2:15am


PLUMA MARFIL
Comentario de Carlos Eduardo LAmas Cardoso el febrero 21, 2014 a las 5:35pm
María Adiela,

Te agradezco la visita y el detalle. Mil gracias.

Saludos y bendiciones!

PLUMA MARFIL
Comentario de Carlos Eduardo LAmas Cardoso el febrero 21, 2014 a las 5:32pm

Mab,

Mil gracias por tu compañía de siempre.

Saludos y bendiciones!


PLUMA MARFIL
Comentario de Carlos Eduardo LAmas Cardoso el febrero 21, 2014 a las 5:31pm

Luis Felipe,

Agradezco mucho tu visita y tu amable comentario.

Saludos y bendiciones!


PLUMA MARFIL
Comentario de Carlos Eduardo LAmas Cardoso el febrero 21, 2014 a las 5:27pm
María Beatriz,

Pues muchas gracias en detener tu mirada en mis letras. Agradezco también tu comentario.

Saludos y bendiciones!

PLUMA MARFIL
Comentario de Carlos Eduardo LAmas Cardoso el febrero 21, 2014 a las 5:14pm

Norma Cecilia,

Muy amable por tu lectura y tu reconocimiento a este trabajo. Lo agradezco siempre.

Saludos y bendiciones!

0xtbgtaxrr4q4 Comentario de 0xtbgtaxrr4q4 el febrero 21, 2014 a las 3:35pm

Gracias, Carlos Eduardo, por compartirnos con gran maestría este cuento. Me gustó. dios te bendiga. Un abrazo fraternal.


PLUMA MARFIL
Comentario de Carlos Eduardo LAmas Cardoso el febrero 13, 2014 a las 9:41am

Tancredo,

Muchas gracias por tu visita y amable comentario.

Saludos y bendiciones!


PLUMA MARFIL
Comentario de Carlos Eduardo LAmas Cardoso el febrero 12, 2014 a las 11:24pm

Margarita,

Mi amiga secreta, que gusto saludarte en este espacio. Muchas gracias por tu visita y tus lindas palabras.

Saludos y bendiciones!

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

Your image is loading...

Insignia

Cargando…