Al llegar a Charlotte estaba decidido a no pasar tres largas horas en el aeropuerto, así que me monté en una van que iba para la ciudad y como el tiquete de ida y vuelta era barato, me quedé a almorzar e hice un pequeño city tour. Lo curioso era que el aeropuerto parecía más grande que la ciudad. Poco qué ver, poco qué hacer. Me entretuve en una librería y volví luego al aeropuerto para reanudar mi viaje a Seattle.  Otro incómodo Boeing 737 de US Airways y esta vez me tocó justo en la horrible silla de la mitad. Más de cinco horas de vuelo en semejante incomodidad!  A mi lado, en la ventana,  una intelectualoide que hablaba poco. En la silla del pasillo, una gorda enorme que haría difícil la salida al baño si llegaba a necesitarlo. Quería pensar que en aquel sándwich humano sería yo la carne, o por lo menos, el queso. El avión estaba lleno porque aquel congreso de profesores coincidía siempre con el Spring Break, una semana de vacaciones para universidades y colegios en Estados Unidos. En el avión identifiqué a algunos colegas que iban para el mismo congreso. Pero ninguno estaba cerca a mi silla.

Sentía cierta emoción por viajar por primera vez al estado de Washington, el estado número 47 de la unión que iba a conocer ese día. Desde el aire se veían los lagos y montañas del estado, al igual que sus bellos paisajes, poco antes de aterrizar. Hablé poco con mis compañeras de silla. Aproveché para dormir un poco y descansar. Llegamos al atardecer, y aunque en Miami y toda la costa este ya era de noche, allí solo iban a ser las seis de la tarde, por las tres horas  de diferencia horaria. En el aeropuerto nos estaba esperando un bus de los organizadores del congreso, el cual nos distribuyó a cada uno de los hoteles. Seattle resultó ser una ciudad bellísima y apacible. Parecía más una ciudad canadiense que estadounidense. Lo único malo que tenía era que nunca cesaba de llover o por lo menos, lloviznar. Sede de Boeing y Microsoft, no parecía tan grande al recorrer sus calles. Era como una deliciosa combinación de pueblo y ciudad. Esa noche recibí la llamada de mi amante virtual diciéndome que llegaría a Seattle la noche siguiente. Nos habíamos conocido en internet e intercambiado correos durante un par de meses. Aquel viaje era la primera oportunidad para vernos en persona. Llenaría yo sus expectativas?  Sería verdadero amor lo que sentíamos?  Podría uno enamorarse en realidad de alguien que no había visto nunca? Las preguntas rondaron mi cabeza hasta que me dormí.

El día siguiente fue más que difícil. Para empezar, me tocaba a mí la segunda plenaria del congreso. Era mi primera vez ante semejante responsabilidad. El auditorio era enorme, no se de qué capacidad exacta, pero me habían dicho que éramos más de cuatro mil profesores asistiendo. Los que no cupieran en el auditorio, verían las plenarias por un circuito cerrado de televisión. En la primera fila reconocí a mis ex-profesores y algunos de los lingüistas más famosos como Brown, Nunan y Richards. Me invadía cierto susto. Pero no podía perder la calma porque no solamente quedaría mal yo, sino también mi país, mi área de trabajo y la UCLA, universidad que me había graduado.  El tema cautivaba la atención de los asistentes por estar relacionado con el CALL (Computer Assisted Language Learning), ó ALAO, como le dicen nuestros colegas españoles. Decidí mirar con un rango visual amplio sin enfocarme en nadie para calmar los nervios. El truco funcionó. Y la cosa iba bien hasta que terminé de exponer mi teoría y argumentos, para dar paso a las preguntas de la audiencia. Las preguntas de los asistentes fueron manejables, incluso las de los top-notch de la lingüística mundial. Casi tomándome por sorpresa, empezaron a llegar preguntas de universidades de otros estados, así como las de Inglaterra, Australia y Hong Kong, que estaban conectadas al evento vía internet en tiempo real. Nadie me lo había advertido, pero siendo el año del boom del internet en la educación, debía haberlo esperado. Me bombardearon con preguntas y apenas me daba abasto para responderlas. Cuando todo terminó mi camisa estaba tan empapada de sudor que hasta había traspasado a la corbata. Prueba superada. La gloria académica!  El cielo al que costaba tanto llegar. Ahora podría aspirar al doctorado.

En la noche, escapé del coctel y llegué al aeropuerto antes de la hora acordada. Me había cambiado por lo menos tres veces y estaba casi tan nervioso como en la plenaria por el encuentro con mi amante virtual. Los altavoces del aeropuerto finalmente anunciaron la llegada del vuelo de United Airlines procedente de Chicago…


 

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Comentario

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POETA DE PLUMA
Comentario de Hugo Mario Bertoldi Illesca el junio 2, 2019 a las 3:36am

Hmmm... Y ahora, en el capítulo seis, ¿habrá novedades con eso de la amante del escritor y narrador? (suspense). 


PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el junio 1, 2019 a las 1:58am

Creo que se van a decepcionar un poco. Ya cargué el capítulo 6. 


DIRECTORA ADMINIST.
Comentario de Maria Mamihega el mayo 31, 2019 a las 9:44am

Muy bueno, atrapa desde el primer renglón,aquí estaremos esperando la continuación.


PLUMA ÁUREA
Comentario de Beto Brom el mayo 31, 2019 a las 3:51am

Comparto tu expectativa ante la llegada de la susodicha mujer incógnita....


PLUMA BRONCÍNEA
Comentario de Adolfo Caballero Guirado el mayo 31, 2019 a las 2:56am

Tengo interés por saber si le agrada la presencia de la amante cuando la ve.

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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