C a n t e m o s

CANTEMOS

"Cantemos por el camino", de Ahmed Hijazi (Egipto, 1935)

Junto a la puerta sur le esperábamos.
Permanecíamos cogidos del brazo a lo ancho del camino
y, cuando llegó, envolviendo el valle con su relincho, le asimos
y le domamos tras los muros de la cerca.

Campesinos somos aquí... sin tierra y sin hijos
caminamos en grupo bajo el sol;
nuestras sombras se acortan y alargan, nuestras sombras se acortan y alargan,
y nosotros caminamos por esos mundos de Dios en busca de una patria
donde dormir a la sombra de una mezquita
y beber té a la puerta de su café,
y partir con las azadas al hombro desde la cuna hasta la sepultura.
Nos multiplicamos bajo el Sol y con nosotros se llena el desierto.
¿Acaso todas las gentes son campesinos forasteros
sin tierra y sin hijos?
¿Acaso todas las gentes esperan que lleguen noticias del Sudán?
El eco que traen los pliegues del viento
y que relincha en el ancho horizonte, busca su camino,
y corre con la grupa y los hombros agitados
al viento, su pelo lavado por la tempestad,
y hiere con los cascos el rostro de las cosas.

El sudor, ardiente, se desliza por nuestros cuerpos morenos
y por el cuerpo del caballo rebelde y airado,
y nosotros reafirmamos nuestras costillas sobre las suyas, rocosas y rojas.
Vamos contra el viento y la marea
gritando en salvaje borrachera, bajo el Sol y por el desierto,
gritando como si en nosotros hubiese despertado nuestra alma dormida:
—¡Vuelve aquí y cabalga sobre nuestros orgullosos hombros
y corona nuestros caballos con hierba y espuma,
pues volveremos cabalgando sobre ti, guiando con las manos
barcos cargados de tesoros,
las novias de los mares del Sur con piernas y senos teñidos
y pájaros de los bosques,
y lluvias de colores y árboles
y perfumes de la India y del Sind!
Volverá la luna oriental en mayo
para construir su argénteo nido sobre nuestras desnudas colinas,
y nosotros volveremos a ser lo que fuimos:
hombres de aldeas cuyas calles caen encima de los que regresan,
que despachan a los muchachos a lomos de sus monturas
y les dan cañas de bambú para que las agiten
por el camino,
y les tatúan en los brazos el nombre del padre y del abuelo
y proverbios sobre la bella paciencia
y algunas canciones:
un canto sobre el amor, un canto sobre las nostalgias del hogar lejano,
un canto sobre la cárcel, un canto sobre el arrepentimiento
y un canto sobre las promesas.
Cantamos por el camino mirando tras de nosotros nuestras casas vacías,
cantamos mientras recibimos el ocaso
y cuando brillan las murallas de la ciudad
atrayendo desde lejos las miradas,
cantamos al ver desde las ventanillas del tren nuestra tierra verde.

Ahmed Hijazi, incluido en Antología de poesía árabe contemporánea (Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1972, ed. y trad. de Leonor Martínez Martín).
Cantemos aunque el dolor nos parta
y nos atraviece por toda el alma;
canytemos sin cesar, pase lo que pase
pues la vida sigue yb solo miramos a nuestros
muertos, que seguramente quisimos bastante
durante el transcurso de nuestra ya larga vida.
Cantemos sin parar y ya alcanzaremos a nuestros
muertos en la otra vida.

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