P  a  r  e  j  a

P A R E J A

       

             La primera vez se miraron, muy de paso, por el parque que, luego supieron, era precisamente el que estaba frente al consultorio del psiquiatra, en donde se vieron la segunda vez. Ahí entablaron una ligera plática mientras esperaban su turno. Descubrieron que por un cambio en el horario de trabajo de él, coincidían en el día de la cita con el diván, todos los miércoles; de manera que eso fue asunto propicio para encontrarse semana a semana, hasta que David le dijo a Elisa que por qué no desayunaban juntos una mañana de estas en el Denny's que estaba sobre Insurgentes, cerca del Parque Hundido ya que les quedaba a ambos muy a la mano para después entrar a la oficina a buena hora; y ella dijo sin mayores preámbulos que cómo no, que encantada, que, es más, había estado a punto, haciendo a un lado todo tipo de convencionalismos e inhibiciones, de ser quien tomara la iniciativa a invitarlo, que qué casualidad pues había pensado en el mismo lugar y enseguida propuso, para que no quedara para otra remota ocasión, luego, luego: este jueves, ¿mañana?, preguntó David para agregar sin esperar respuesta que no suponía que fuera para tan rápido, pero ¡encantado! De ese modo se inició lo que pasó de amistad a una relación un poco más comprometida, pero sin llegar a compromisos serios porque luego, tú ya sabes, uno no está como para jugando como si fuéramos chamacos y hay que tratarnos más para entendernos y conocernos y saber más el uno del otro...

                                          Los desayunos fueron cada vez más frecuentes y las citas se hacían, o se confirmaban, precisamente los miércoles en el consultorio del psiquiatra a donde llegan, tanto David como Elisa, cada vez más temprano porque, la verdad, decía él, a mí cada vez me pasa más esta chava, su modo de ser, su recato, sobre todo algunos asuntos muy marcados en que siento que, de plano, nos parecemos, como los de la puntualidad y la formalidad y un buen carácter que, ese sí, a mí me anda haciendo falta, con tantos problemas en la chamba, con tanto lío y grillas y presiones en la oficina, por eso cada vez me convenzo de que Elisa es para mí. En tanto ella, no menos entusiasmada, veía en él más que las aptitudes y habilidades, a lo mejor será que soy muy superficial, o que tanto trancazo de la vida me ha puesto a pensar las cosas de otro modo, pero me gusta mucho su físico, el chavo no anda nada mal en ese sentido, además de que tiene coche y por lo que me ha contado es un trabajador de siete suelas, sin parrandeos y esas cosas, o a menos que me las esté ocultando, pero no creo...

                             Luego los desayunos se convirtieron en comidas. Ya no se veían sólo una vez por semana, como al principio, sino hasta dos, tres y hasta cuatro veces. Y de ahí, como resulta natural, pasaron a las idas juntos al cine, muy de vez en cuando, pero también al teatro, y hasta se dieron, en ocasión de celebrar juntos un ascenso de David, una escapada por Garibaldi: de donde terminaron con unos cuantos traguitos de tequila, como "novios a prueba".

                                Decidieron que ese noviciado podía ser de lo más interesante para que nos tratemos con más intimidad, dijo él; para que nos contemos, poco a poco, nuestras vidas, externó ella.

                                El noviazgo se alargó. Excepto uno que otro pleito insignificante; que los tenían, pero cómo no, como cualquiera pareja; todo marchaba como sobre aceitados rieles y ellos mismos fueron cambiando su rutina. Sin premeditarlo, ni contárselo el uno a la otra, espaciaron las visitas al psiquiatra, ya no cada ocho días, sino dos veces por mes, hasta llegar la ocasión en que la consulta era mensual.

                                 Hubo muchas dudas y escarceos, cuando la regordeta mosca del casorio comenzó a volar por encima de sus cabezas. Pero tomaron la decisión. Un elemento fue fundamental para decidirlo: una confesión mutua que no se habían atrevido a hacerse. Hasta que David dió el paso definitivo y contó y contó a Elisa que él era un obsesivo, de un clásico carácter anal retentivo; y ella, como pago, confesó que era frígida e histérica.

                       Así es de que, como éstas, pusieron fecha para la boda y dejaron de visitar al psiquiatra.

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