A “Juan Pueblo”

Juan, así te denomino,

para venerar el nombre,

que llevarlo puede un rey y, sin dudar,

la estirpe que al mundo vino,

reencarnándose en hombre

de tiempo cualquiera, en cualquier lugar.

Lo que a ti se te ha negado,

ya ¡qué poco nos importa!,

si Aquél al que amas, tanto a ti te ofrece.

Persevera, esperanzado,

con tu Bien, al Mal, soporta:

Pronto, cada uno, verá qué merece.

Apóyate en ese Amor,

que es tu fuerza, Pueblo hermano,

que hora es ya de ir al parto venturoso:

Después que cese el dolor,

lo nacido de tu mano,

hará de la Tierra, un Edén hermoso.

Entretanto, mira al Sol,

que su Luz, de cada día,

más promesas dará con su misterio.

De las nubes, su arrebol,

imítale en tu alegría,

y vive libre en este cautiverio.

¡Cuánta fe podremos ver

si así siempre lo miramos!

Viendo lo que, su Luz de Amor, concentra,

nuestra dicha puede ser,

una vez que ya la hallamos,

la del que sabe que a su Padre encuentra.

Ese Padre Celestial,

que a todos nosotros halla

en el mismo mar de Su poderío.

Tanto el que domina al Mal,

como al que siempre le falla:

de nosotros, cada uno, es como un río.

Jesús dijo la actitud,

que, muy pocos, han guardado:

“¿Quién añadirá un codo a su estatura

si, preso de su inquietud,

conseguir eso ha intentado? ”:

Sabes cuál es la verdadera altura.

Mira del ave el donaire

con el que recorre el cielo,

logrando esa seguridad constante,

en el dominio del aire,

cautivo en el dulce vuelo

de sus firmes alas, en todo instante.

Observando, luego, el pez,

con su deslizante nado,

verás dónde está su fuerza y secreto:

En el agua, que, a su vez,

su ágil cuerpo ha controlado,

es donde, el poder, opera completo.

Miremos muy bien ahora,

esa sublime pureza

de espíritu y actos del Ser Superior:

Se verá que siempre mora

en la incontenible fuerza

con que arda el fuego de Amor interior.

Esa es la potencia y anhelo

conque el Espíritu fragua,

en el yunque del Alma, el temple total,

que, como el ave en el cielo,

o como el pez en el agua,

es, domado el medio, brillante metal.

Otro influjo vil, inmundo,

del infierno, se agudiza.

Hora es ya de convertirse en lumbrera

e iluminar a este mundo

infeliz, cuando agoniza,

mientras llega el final de nuestra espera.

Mira, Juan, que en el Amor

permanente hemos de estar,

y sentirnos Amor en la Esperanza.

Si es preciso ir al Dolor

para la Luz derramar...

¡Bendito el dolor que la meta alcanza!

Tenemos ya, cada día,

por su fuerza, que morir,

porque así, cada día, naceremos.

Logremos esa alegría

que nos permita seguir

en un orbe que, amando, mutaremos.

Si en todo el tiempo pasado,

lo sabemos ciertamente,

poco hizo el hombre para ser mejor,

hoy, aún menos se ha esforzado

dentro de él, internamente,

para obrar, en lo externo, por Amor.

Muchos son, los poco cuerdos,

los que, en vano, retorizan.

Más son, los ignorantes que alardean.

Muy numerosos los lerdos,

que, tan falsos, dogmatizan:

Tropel que nada sabe y trompetean.

De aquesta época infernal,

tan violenta y desdichada,

en la que muchos clamarán venganza,

ya, El Maestro, dijo el Mal:

“Éste será el de la Espada”...

Que, ¡cuántos morirán sin esperanza!

Los que venzan en su guerra

con ese mundano goce,

serán llevados en fulgentes alas;

aunque, nadie, de la Tierra,

todavía los conoce,

muy pronto brillarán como bengalas.

Claro ya se puede ver,

todo aquello que pretenden

los viles personajes de este mundo.

Y los que creen saber,

¡qué poco es de lo que entienden

tocando el tema del sentir profundo!

El buen árbol da su fruto

ya maduro, limpio y sano.

Nada proporciona el que está marchito:

el ciego autor absoluto,

del proceder inhumano,

que ha de morir en su operar maldito.

Seamos, pues, como Cristo

y no inflemos nuestra mente,

porque, el corazón, se hará más pequeño.

Tiene Él, sin duda, previsto,

el estar, constantemente,

aupando el potencial de nuestro empeño.

El saber del corazón

es un importante afán,

mas, no aumenta el vibrar de su latir.

El entender la razón

del propio, ese es el buen pan

que alimenta el motivo de existir.

Mira el fruto que ha dejado

esa nefasta obra impía;

distinta, del Maestro, la labor.

Mucho ha sido lo cambiado

en ella, mas, todavía

perdura lo del Padre, que es Amor.

Seamos, pues, los reflejos

de ese Padre en Su grandeza,

como el Sol que amanece en Su Verdad,

el que yendo hasta muy lejos

con su brillo y su belleza,

llena su apogeo, en Luz y Humildad.

 

           ......ooooooOoooooo......              

 

Nota: Esta composición poética está formada por estrofas a las que llamo “jogalinas”, de mi invención métrica. La jogalina se compone de seis versos, cuatro de ellos, octosílabos (8 sílabas): 1º, 2º, 4º y 5º. Los otros dos versos son endecasílabos (11 sílabas): 3º y 6º. La rima es consonante: 1º con 4º, 2º con 5º, y 3º con 6º. Aunque también puede ser: 1º con 2º, 4º con 5º, y 3º con 6º.

 

 

 

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Comentario

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PLUMA MARFIL
Comentario de José García Álvarez el junio 16, 2019 a las 10:58am

Te doy las gracias más efusivas, Hugo.

Las "jogalinas" fueron un ensayo que, posiblemente, haya que rectificar.

Pero, son superiores en estilo al soneto alejandrino de Víctor Hugo, rocambolesco.

Un abrazo fraterno.


POETA DE PLUMA
Comentario de Hugo Mario Bertoldi Illesca el junio 14, 2019 a las 11:13pm

¡Potente mensaje, José! No ha de ser fácil lograr un poema tan extenso y prueba de lo que afirmo es que algunos de los versos, en mi humilde opinión de lector, querido amigo, no cumplen estrictamente con la métrica que exige tu muy original creación literaria. ABRAZO SUREÑO Y MIS FELICITACIONES. 

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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