Por la plata baila el gato,
por el oro gato y gata.
Los capillos de hace rato
ha desplazado la piñata.
Este relato se refiere no a los Capillos que son el 0.014% de los más de 8.000 apellidos peruanos que habitan en la gran capital inca, que tienen su ascendencia en el apellido español Capillos que quedó registrado en 1870 a raíz del surgimiento del Registro Civil en la madre patria. Se trata más bien de otros capillos, de la costumbre de lanzar monedas por parte de los padrinos luego de los bautizos, a la salida de las iglesias y capillas. Cabe recalcar que estas capillas no tienen nada que ver con los Capillos peruanos; no son sus esposas, hijas, tías ni vecinas, estas son y seguirán siendo Capillos para eternas memorias, no capillas.
Estos capillos eran lanzados por los padrinos al final de la ceremonia religiosa como una hermosa costumbre también heredada de España y que la podíamos ver frecuentemente hasta hace unos cincuenta o sesenta años más o menos. Este sacramento del bautismo católico tiene como finalidad liberar a los niños del pecado original que llevan como legado de Adán y Eva. En un principio en nuestra pequeña ciudad se destinaba una ceremonia exclusivamente para un solo niño hasta que luego tuvo que cambiar de procedimiento o modalidad debido al acelerado crecimiento de nuestra población para practicar necesariamente ceremonias masivas o bautizos múltiples.
Los padres espirituales o padrinos eran escogidos por los padres del niño y tenían la responsabilidad de ver por la educación religiosa del ahijado cuando no estuvieran los padres, mas no implicaba un compromiso de carácter material.
Entonces vale tratar aquí sobre la importancia de esta tradición en la que más disfrutaban los niños que los mayores. Cabe decir además que los actuales niños ni se mosquearían, peormente se atreverían a botarse de narices como los de antes sobre los medios, reales y pesetas que lanzaban los padrinos a la salida de la iglesia. No sólo porque han desaparecido estos submúltiplos del devaluado sucre sino por cuanto esta costumbre ha quedado para el recuerdo lamentablemente.
Los padrinos lanzaban estas monedas no por mostrar largueza ni generosidad sino por tradición. Muchas veces estos se sentían acorralados a presión por los niños que les halaban las mangas y les tanteaban los bolsillos cuando les parecía que se les iba a escapar alguno o se estaba demorando demasiado. Así los obligaban a soltar rápido los capillos que por lo general eran lanzados lejos de donde esperaba el grupo de menudos exigentes. Sin pensar siquiera que era tal vez una obligación, lo hacían con sana voluntad y buena predisposición ya que según tal actitud quedaban bien o mal ante los compadres y los niños que los esperaban impacientes.
Claro que era mejor ir bien preparados. Si un padrino soltaba algunos puñaditos de monedas se daba por satisfecho y con toda seguridad que en la fiesta iba a ser tratado con más esmero y consideración. Además de que se salvaba de recibir esas muestras de inconformidad y protestas de los niños con sus infantiles e inocentes gritos de ¡padrino coñón!
Cuando ya se extinguía esta costumbre y que muy pocos la practicaban, me tocó a mí la dicha de cambiar unos centavos para cumplir con mi compromiso. Esta fue una linda e inolvidable experiencia a pesar de que los capillos que lancé no fueron muchos y que los niños fueron escasos, además. No experimenté ninguna presión sino más bien creo que estuve muy preocupado por una posible y lamentable inasistencia de los pequeños que significaban parte fundamental para la alegría del acontecimiento. Cuando estaba en apogeo esta tradición, la novedad de estas ceremonias se regaba fácilmente y los chicos aparecían ansiosos de recoger las monedas para los helados y golosinas.
Sería bueno promocionar una campaña por parte de la iglesia o civilmente para recuperar esta elegante costumbre. Los niños serían de gran ayuda si logramos convencerlos de que ellos serían los más beneficiados con este proyecto, más que todo si les insistimos en que por suerte viven en una época moderna en este país dolarizado. El renacimiento de esta tradición sería una de las mayores conquistas de nuestra comunidad religiosa católica y un ejemplo a seguir por el rescate de nuestras costumbres.
Wil Torres
Tomado del libro Relatos de Mushinga
Comentario
Muchas gracias mi estimado J. Jesús. Es un gran placer compartir relatos como este. También he subido un video al respecto: CHIRIPAZO SUERTUDO.
Usted es muy amable, querida María Beatriz. Qué gusto saber que le agrade el relato. En verdad trae lindos recuerdos y añoranzas. Sus palabras son un halago. Pienso que ha sido un acierto haber encontrado este espacio para compartir relatos como el presente. Le sugiero que vea el cortometraje sobre este tema, subido aquí mismo. CHIRIPAZO SUERTUDO.
¡Ah qué buena referencia y qué bella costumbre!
Ciertamente yo recuerdo a lo lejos, que los padrinos echaban a rodar por el piso a la salida de la iglesia centavos y los niños corrían por todo lado, recogiendo las monedas que le servían para golosinas.
Bueno, creo que hoy en día, habría que cambiar esos centavitos por moneditas de mayor valor, porque ya los centavitos no van alcanzar ni para golosinas, dado a como está el costo de vida.
Siiii, sería hermoso que esa costumbre volviera!
Muchísimas gracias mi buen caballero por esta aportación tan interesante; no solo sirve para recordar nuestra tradición, sino también como Cultura General...
En BUENAHORA distinguido varón...
Interesante como encantadora su aportación!
Buen fin de semana
Buena petición hacen de que regresen tradiciones y costumbres.
Gracias wil torres, estimado escritor por compartir este texto.
Un fraternal abrazo en la distancia.
Muchas gracias por los aplausos mi distinguido amigo.
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
© 2024 Creada por Aimee Granado Oreña-Creadora. Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio
¡Tienes que ser miembro de ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME para agregar comentarios!
Únete a ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME