Baiser sur les cheveux, de 1915.
Obra del pintor Edvard Munch
DIGO
Alojada habitando tu corazón amado,
busqué tu fortaleza pujante y decidida.
En actitud amable, templada y redimida,
me proteges a diario. La angustia no he rozado.
Transformaste mis días con un tinte dorado,
la caricia brindando del corazón, unida...
Te busco en el instante si desaparecida
estoy entre las horas de perfume guardado.
No temo las maldades. No siento la arrogancia
de la muerte que ronda por todas las calzadas.
Aferrada a tus brazos. Castillo de abundancia.
Luminosas estrellas a tu muro adosadas.
Aspiro la certeza con toda la fragancia
porque al Amor se funden caricias anheladas .
.-.-.-
EL AMANTE RESPONDE:
Mi amor, eres mi cáliz, un latido que heredan
mis sentidos advierten tanto gozo de beso
y en tu rostro me deje caer como poseso
porque mis sentimientos te suplican que cedan.
Te amo. Dicha perpetua, sin sentir que concedan
más que lo que me dices de tu vida. Suceso
de anhelado apetito de ser tuyo inconfeso
de las palpitaciones aunque a todo transgredan.
Eres mi dicha plena. Mi musa parisina.
Más fuerte es el recuerdo que valiosa presencia
en todos los instantes, a la luz de la luna.
O cuando el sol diluye con el alba divina
me escondo entre tus brazos. Es terrible la urgencia…
Ansiado el paraíso de tu amante fortuna.-
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