Ella sintió el cierre de la puerta y volvió a la ventana a mirar cómo se iba su esposo. Debía mantener la calma. A como fuera debía hacerlo, sino toda su templanza rodaría por los suelos. O recuperaba a su marido o se lo regalaba en bandeja de plata a la "tipita" esa. Pero ¿en qué falló para que viniera cualquier jovencita a destruirle su hogar; a derrumbar un amor que parecía inquebrantable? ¿Y él decía que iba a ser el hazme reír de sus compañeros? ¡Ella ya era el hazme reír de gil y mil! ¿Cuál era ante estos hechos su posición actual? ¡Era su esposo, no era una aventura, era ella misma en él! ¡Dios esto no puede estar sucediendo!
Se cogió el pecho estremecida. Y sintió como si una espada en punta le atravesaba el alma, desangrándola y haciéndole añicos el corazón. No quería pensar, pero pensaba. ¡Y qué rápido se fue! Recordó el consejo de sus padres “al esposo jamás se le echa de casa” Pero en ese momento lo olvidó por completo; quería destrozarlo, quería tirarle la copa por la cara y rasgarle la piel con todas las fuerzas del dolor que había sentido, levantar la mesa, romper las sillas y hasta ¡Incendiar la misma casa!
Todo se desmoronó en un instante por ¿su confianza de estar casada con él? ¡No había defendido su amor, su matrimonio! Y ¿ella era la egoísta? ¿Ella que no había hecho nada? Y todavía él le decía que la amaba. ¡Vaya manera de amarla! ¡Y qué rápido se fue! ¡Qué rápido! Si acaso le hubiera dicho: “Pero, unir esa copa es imposible" ella le hubiera dicho, que así se había roto la relación de ellos. Él tenía que haber insistido, claro que sí; y acaso ella se hubiera puesto a llorar en sus brazos y lo hubiera perdonado. Porque así de buenas a primeras, esas cosas no se pueden perdonar de inmediato. ¡Estaba dolida, herida de muerte! ¿Es que acaso habría pensado que lo que había hecho, era una gracia? O tal vez, él en verdad quería irse porque estaba aburrido de ella. Al pensar en esta posibilidad sintió un pequeño vahído y se cogió del brazo del mueble más cercano; y, se fue derrumbando, se fue deslizando un cuerpo sin fuerzas hasta quedar arrodillada en el suelo; extendió los brazos hacia delante lentamente y lloró convulsivamente, extendida cuan larga era en el piso. ¡Te amo, te amo canalla! Balbuceaba entre llantos. ¡No me dejes, no, por favor, vuelve, no te vayas, vuelve con cualquier pretexto, vuelve por favor, no me dejes mi amor!
No recordó cómo llegó a su cama; y, cuando despertó era tarde, entraba la noche. Los ojos le ardían y estaban sumamente hinchados. Estaba anímicamente deshecha.
Revisó el celular, había una llamada no contestada, era de él y ella dormida no la escuchó. ¡Torpe de mí, que negligencia! Su silencio demostraba su enojo y su intención de no volver con él. Con seguridad así lo interpretaría Aníbal, su Aníbal. Marcó su número, le explicaría por qué no contestó su llamado. Escuchó la metálica y grabada respuesta, “El abonado no puede recibir la llamada”
¡Contesta por favor, contesta!
Fue en vano, no hubo respuesta viva y un ataque de llanto cubrió todo su ser, el mundo se le venía abajo.
-.-
Allí en la estación de servicio, Aníbal con el celular en la mano, no podía comprender el silencio en la línea, ella rehusaba escucharlo, por lo visto la decisión tomada era firme e inamovible.
Pensó y pensó.
No encontraba salida al embrollo, su matrimonio había encallado y aparentemente había caído en un profundo precipicio.
Volver a su casa no tenía sentido, no quería nuevamente escuchar las reprimendas; fue desalojado de su casa, esa era la cruel verdad, difícil de entender, pero…
Optó como primera medida, anotar en el celular la función: “No recibir llamadas”
Consultó con el dependiente dónde había un bar cercano: - A unos escasos kilómetros hacia el sur, encontrará un supermercado, allí hay uno pequeño- le contestó.
-.-
Ya más repuesta, rápidamente se dio un duchazo y salió apresurada pasando rápidamente un cepillo por sus cabellos. Mas volvieron los latidos del corazón a acelerarse.
Los neones encendidos de las tiendas, daban la impresión de ser las siete de la noche, parqueó su automóvil y entró al supermercado.
Al fondo había una exposición de hermosos vasos y copas.
Recordó su copa rota. Se quedó mirando una copa y otra un poco alejada muy parecidas a su juego de cristal que por romperla había quedado incompleta. Las compraría. De hecho, no eran similares, pero si muy parecidas, podrían servir en una reunión sin que nadie se diera cuenta. Las compró.
Se dispuso a tomar alguna bebida, miró de lejos el bar, no, no quería tomar licor, así que se dirigió a una salita de estar, contigua. Pidió una tacita de café y una empanada; tomó dos sorbos y dejó la empanada.
Al traspasar el umbral de la puerta de salida, sintió la suave brisa que refrescó su rostro. ¿Dónde podría estar él a estas horas? ¿Estaría pensando en ella? ¿Habría regresado a casa? No, no iba a regresar él a casa. Conocía a su marido y sabía que cuando tomaba una decisión no daba marcha atrás.
Abrió la puerta del carro y se dispuso a prenderlo. No iba a soportar su ausencia, se decía. Sentía que se agitaba, otra vez pujaba el convulso del llanto que a duras penas trataba de controlarlo, no así una lágrima que rodó por su mejilla. ¡No, no me quiere, si él me hubiera amado no hubiera flirteado con la señorita esa! ¿Habrá pasado algo más? ¡Oh Dios! ¡Qué tortura! Y limpió de un manotazo la lágrima rodante. ¡¿Cómo superar este mal momento realmente angustiante?! Tenía el rostro de su Aníbal entre ceja y ceja. No sabría definir si su esposo era guapo o no, para ella era hermoso porque lo amaba. ¿Su sonrisa? Si, su sonrisa era encantadora como un niño tierno e indefenso y cuando la miraba… ¡Ay! Cuando la miraba era dulzura de miel derramada, tenía un brillo acrisolado que invitaba a meterse en su alma; y si, era alto grueso, sin ser gordito. ¡Qué importaba como fuera! ¡Era su Aníbal, el hombre que amaba!
Encendió el motor del automóvil y puso en retroceso a fin de salir de una vez para su casa. Un pequeño golpe le avisó que había chocado.
Pero ¿quién había estacionado detrás de ella? ¿A quién se le ocurre cuadrar el carro detrás de otro? Tal vez alguien entró solo por un momento; pero así y todo, ese parqueo estaba mal hecho.
Bajó de inmediato dispuesta a decirle sus cuatro verdades al dueño del vehículo pésimamente estacionado.
Seguro que no tardaría en salir porque, de hecho ese vehículo estaba ahí solo por breve momento. ¡Carambas que fastidio!
Apeada bastante mortificada se quedó inmóvil mirando el carro que había chocado. ¡Era el carro de Aníbal! ¿Dios qué hacía Aníbal en el supermercado y cómo fue que estacionó detrás de ella? ¿La habría estado siguiendo? ¿Se habría dado cuenta que era suyo? Pero, pero ¿qué diciendo estaba el carro de Aníbal ahí cuadrado?
No podía ser que hubiera estacionado sin ver que había un coche delante del suyo; fue con toda premeditación, no le cabía dudas y a paso acelerado regresó al supermercado, las ansias y los nervios otra vez la traicionaban. Se acercó hasta el bar. Ya desde la entrada dio un vistazo; y sí, en una de las mesas, estaba Aníbal, miraba con suma atención… ¡Una copa de coñac!
Sin titubear se acercó y plantó su silueta frente a él, sus ojos se entrelazaron, la aparición de su esposa, repentina como la de un fantasma, lo sobresaltó…
¡Eres un truhan!... Con tu jugarreta en el estacionamiento sabías que no podría salir y así me obligabas a buscarte, pues bien, aquí me tienes y ¿ahora qué?
La aparición de Fabiana, le pareció en un primer momento como un fogonazo, más bien un espejismo, saltó de su asiento como arrojado por un resorte…
- ¡No puede ser cierto! Estoy soñando.
Se acercó con intención de abrazarla, pero ella retrocedió unos pasos evitando así el impulso.
- ¡No me toques! Ahora también eres un actor de teatro, déjate de actuar, no me engañaras con tus triquiñuelas.
Dio media vuelta y a pasos acelerados llegó hasta las cajas y solicitó hablar con el encargado.
Después de explicar que un coche entorpecía la salida de su vehículo, fue acompañada por dos empleados de seguridad al estacionamiento, mientras por su lado, también Aníbal llegó a las corridas hasta la zona de parqueo. Ella subió al volante y encendió el motor, esperando que él retire su auto que le impedía salir.
¡Fabiola! El destino ha querido que nos encontremos esta misma noche. ¿Tienes idea de cómo vamos a pasarla ambos? Se sincera ¿vas a poder dormir tranquila? Yo voy a sacar el carro y me iré no se todavía a dónde. He pedido licencia porque no iba a poder concentrarme en mi trabajo. ¿Nos volveremos a ver en un tribunal de divorcios, para separarnos definitivamente? ¡¿Es eso lo que quieres?! En estas breves horas he sentido que moría sin ti. ¡He sentido desesperación por esta discusión porque tú eres mi yo, eres mi motivo de vida, mis ganas de hacer las cosas, mi aliento para levantarme y mi sueño para acostarme! No solo nos unen nuestros hijos, nos une el amor, porque yo estoy tan enamorado de ti, como la primera vez que te vi. Yo quería tomar un trago y me indicaron que viniera al super mercado, no vi tu carro porque estaba confuso, ido, sin saber ni donde me parqueaba ni qué iba a ser de mi vida. No lo he hecho a propósito. Tú debes haber llegado minutos antes, no sé, no me he dado cuenta. ¿Puedes mirarme por favor? Te lo suplico, dime de frente que no me has extrañado en este corto tiempo. ¡Dime que no has estado tan angustiada como yo! ¡Dímelo por favor!
Ella ni lo miró ni dijo nada. Inmutable miraba al frente sin un solo pestañeo. Cogida del timón se le veía un perfil radiante, hermoso. Como no respondía Aníbal, bajó la cabeza, metió la mano a sus bolsillos y cabizbajo se dirigió lentamente a su automóvil. Cuando ya iba a entrar, ella:
¡Hey, caballero! ¿No desea tomar una copa de vino conmigo? Acabo de separarme de mi esposo y estoy solita. Mire tengo una copa que acabo de pegar porque se había roto… ¡Mire qué caricia de cristal! ¿Me acompaña? ¡Podemos pasar una noche interesante!
¡Oh… claro que sí mi bella dama! Mire que también estoy solo, me acabo igual de separar ¡Si, podemos pasar una noche muy interesante! ¡Sumamente interesante!
¡No podía creerlo, su mujer le estaba mostrando la copa que se suponía estaba rota! O ¿era otra? Ay que tonto, pensó. ¡Tiene que ser otra!
Sonrió, claro que sonrió, su mujer siempre ocurrente y desde luego corrió hacia ella, quien también se apeaba del carro e iba a su encuentro.
Los volantes de un vestido manifestaban claramente la alegría de dos amantes que se reconciliaban y al estar juntos, abriendo los brazos se dieron un beso cálido, prolongado; mas al cruzarse abrazos y caricias…¡Zas! Se cayó la copa que había sostenido para mostrarla. Ambos se miraron sorprendidos y ella con una sonrisa pícara, dijo:
¡Hay cinco más, no “se” preocupe por pegar nada, tiempo hace que no tengo una aventura! ¿Me invita una copa de vino?
.¡Por supuesto muñeca, hoy el mundo se queda sin una gota de vino!
/*/*/*/*/*/*
Autores
María Beatriz Vicentelo Cayo (Perú)
Beto Brom (Israel)
*/*
*Imagen de la Web c/texto anexado
@REGISTRADO
Comentario
Satisfacción saber que gustaste leerlo.
Un millón de gracias por tu comentario, TEODORA
Van nuestros abrazotes
María/Beto
Nos alegra saber que disfrutaste del cuento, DELIA
Ambos agradecemos y te enviamos sendos abrazotes
María/Beto
Querida LILIANA, mucho agradecemos tus felicitaciones
Van abrazotes...
María/Beto
Muy buen relato
Aunque me hubiera gustado que no se reconcilien, ya que el hombre sabe que la mujer cedera , por eso siempre es infiel. PERO, pero es un historia muy real y que pasa siempre .
Mis felicitaciones muy bien llevado, la trama impecable que si o si deseamos leer la ultima parte.
mary
Muchas gracias mi querida Ma. de los Angeles por tu lectura, somos conscientes que es un poco largo. Nos entusiasmamos al escribir, parecía que realmente éramos "esposos" jaja A mi me valió mucho, porque ahora sé cómo piensan los varones cuando surge una desavenencia.
Besos mi querida amiga, infinitas gracias por tu gran amabilidad!
Nos alegra saber que disfrutaste del cuentito.
Ambos agradecemos tu comentario, Ma de los ANGELES
María/Beto
UFFF!!!! DICEN QUE LAS RECONSILIACIONES SON ESPECTACULARES.
QUE PAR SE HAN JUNTADO !! OHHH!!! TENDREMOS PARA LEER SIN PODER APARTARNOS DE LA PANTALLA.
MJY BUENA
LOS FELICITO
Alicita y Margarida muchísimas gracias por sus gentiles comentarios!!
Este relato en verdad sufrió los estragos de una verdadera copa rota jaja...
Iniciamos su escritura por el mes de diciembre del año pasado; y han habido una serie de sucesos que impedían continuar escribiéndolo. Todos esos impedimentos venían de mi parte: la computadora se malograba, se perdía o confundía lo anterior escrito, enfermedades y muy posiblemente hasta desgano.
Y debo ser sincera.
Si se logró el final del relato fue únicamente por la persistencia y dedicación de Beto Brom, amigo y miembro de mucho tiempo quien realmente gusta de escribir.
Es él realmente quien merece los reconocimientos, porque si hubiera sido por mí, con tantos inconvenientes que se presentaban, no lo iba a terminar nunca; y miren que revisamos cien veces el relato; pues la narrativa exige tener un "ojo clínico" para detectar errores, sobre todo con los tiempos gramaticales del verbo, y aún revisando cien veces, se "escapó" siempre, un verbo en un tiempo gramatical indebido, algo nimio que pasa desapercibido, pero que de todas maneras no debiera ser. Y aquí la culpa ha sido únicamente mía, porque fui la encargada de la revisión.
Ha sido un privilegio haber compartido letras con este grandioso escritor, con sinceridad lo digo.
¡Gracias Beto querido, muchísimas gracias por tu paciencia, caballerosidad así como por tus bondades literarias!
Un inmenso abrazo "compinche" hermoso de letras!
Dios te bendiga
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
© 2024 Creada por Aimee Granado Oreña-Creadora. Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio
¡Tienes que ser miembro de ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME para agregar comentarios!
Únete a ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME