Primer capítulo
Me dices que te vas y no te has ido, que la quieres a ella y que yo te he aburrido. Entonces buen hombre ¿Qué haces todavía conmigo? ¿Por qué no coges tus cosas y te marchas de una vez? ¡Ahí está la puerta, no se ha cambiado de sitio! ¿Qué esperas, qué estas esperando para irte?
El calló. Se metió las manos a los bolsillos y exhaló un suspiro. Es que en verdad no quería irse. Lo que dijo, fue un arrebato por las circunstancias, cuando se vieron descubiertas sus cuitas con Marlene. Dio un recorrido rápido con la mirada: "su" sala, "su" comedor; y un nudo se le hizo en la garganta. ¿Decir adiós a todo ello, a todo lo que significaba? Recordó cómo habían pagado esos muebles, la alegría que los embargó cuando los trajeron a casa ¿y ahora decir adiós a todo ello? No eran muebles comunes, eran muebles que hablaban de sacrificio, unión, que encerraban risas y bailes de muchas reuniones con los vecinos, con los amigos. Y detuvo la mirada en ella.
Ella, con aquella mirada penetrante de sus ojos rasgados. Ella que era su esposa y que en adelante sería nada, acaso una amiga. Ella que habla dormido a su lado y lo había hecho por tantos años. ¡Oh Dios! ¿Decirle a ella adiós así porque si, después de tanta lucha de tantos momentos difíciles como alegrías compartidas?
Marlene era una muchacha si, muy bonita; pero él jamás había pensado en hacer vida común con ella. Eso solo era una distracción de hombre casado entusiasmado por la coquetería de una mujer de veinte años. ¡A quien no halagaría ello!
Era un momento decisivo muy fuerte. Porque una cosa es decir "me voy" y otra cruzar el umbral de la puerta para siempre. Las determinaciones se dan por arrebatos que se presentan por instantes. Bajó la mirada: “¡Dios! ¿Qué estoy haciendo? No quise decir lo que dije”
¡Vete! Le dijo sin alzar la voz y señalando la puerta.
La miró sin responder. Sus piernas largas no se decidían. ¿Eran sus piernas?
Tu decisión es arrebatada, te he dicho que reconozco mi error, mi disculpa la reitero, sabes lo que siento por ti, no quiero que más tarde lloremos nuestro arrepentimiento. Sé sensata, cálmate…fue un episodio pasajero, no puedes tirar por la borda años de vida juntos, nos amamos, gozamos al estar juntos, somos felices. Soy único responsable de lo ocurrido, no entiendo cómo me dejé llevar por mis instintos, sin sopesar las consecuencias. Tienes razón, no supe contenerme, es verdad, te he faltado el respeto; y ello me duele, debes creerme y perdonar.
Ella volteó el rostro mirando aparentemente por la ventana. Después de breves segundos, volteó lento y sin mostrar ninguna emoción, lo miró de frente sin pestañear.
No quiero que me ames de esta manera. El amor cuando es amor, ni es obligado, ni perdonado. Y si tú no sabes cómo fue que te dejaste llevar por tus instintos, tómate tu tiempo para descubrirlo. Y no estamos hablando si el respeto es verdad o mentira, el respeto nace por sí solo.
Y en esa posición distante, ella cogió una copa de cristal que estaba en la mesa; y, sin tirarla la dejó caer al suelo. La copa desde luego se rompió en pedazos. Él la miró asombrado sin saber qué decir o qué hacer. Miró los cristales regados en el suelo a lo que ella agregó, sin levantar la voz:
Recogerás esa copa y la volverás a rehacer con pegamento; luego invitarás al presidente ejecutivo de tu empresa, a tus demás compañeros de trabajo, incluyendo a la “señorita aquella”; y delante de todos invitarás el mejor vino en esa misma copa al Ingeniero Acosta. Si el Ingeniero te la acepta y toma el vino sin cortarse los labios, entonces yo volveré a ser tu amante esposa y nada ha pasado. Haremos una reunión este sábado, empieza a invitar.
Dicho esto, dio la espalda y salió rauda de la estancia.
Él la quedó mirando como se retiraba volanteando las gasas de su salida de cama; bueno al menos no había insistido con aquello "que él se fuera de casa". Miró los cristales rotos, había muchos muy pequeñitos. Pero con eso ¿qué le quiso decir su mujer? Siempre se había manifestado irascible, furiosa, histérica; y ¿ahora qué es todo aquello de volver a pegar una copa que ella misma ha roto? Eso era imposible. ¿Cómo iba a invitar todavía al presidente ejecutivo de su empresa un poco de vino en una copa rota? ¿Este sábado? ¿Marlene incluida?
Sabía que su esposa era inteligente como noble, ella lo perdonaría... Si, había dado muchas muestras que lo amaba, terminaría perdonándolo; pero, eso de la copa rota y pegada lo dejaba desconcertado.
Al igual que las rocas son víctimas de agitadas y turbulentas olas en un día de tormenta invernal, así sintió Aníbal las palabrotas de su querida mujer, impasible mas sabía que por dentro estaba convertida en un manojo de nervios. No pudo soportar más, aquello era el límite…
¡BASTA! ¡No sabes ni lo que dices, tu egoísmo perturba tu raciocinio, no quieres recapacitar, obstruyes tus oídos, no aceptas explicaciones, exiges, exiges y exiges! Quieres convertirme en el hazmerreír de mis compañeros de la oficina, no te daré el gusto. Sé y reconozco mi error, es más, lo manifesté una y otra vez; pero por lo visto en vano. ¡Te encerraste en una campana! ¡Somos seres humanos, no piedras! Y ¿sabes qué? En el fondo tienes razón, sería muy apropiado que me vaya, que me tome un tiempo. Aprovecharé que tengo unos días a mi disposición en el balance anual de la compañía, pediré unos días de asueto, quizá una separación temporal nos ayude a los dos.
Fue hasta el dormitorio, llenó un pequeño bolso con lo necesario, cogió las llaves del coche, encaminó sus pasos hacia la puerta de salida, la abrió, dio vuelta la cabeza, miró a su mujer con cierto aire de satisfacción, saludo con una mano y cerró la puerta tras de él.
Si, sintió cierta satisfacción, pero no por irse de casa sino porque en realidad no sabía qué iba hacer con respecto a la copa rota y a invitar a los de su trabajo, sobre todo al ingeniero Acosta.
Aspiró hondamente y prendió el motor de su vehículo. Antes de ir a la oficina, a pesar que se le había hecho tarde. Pasaría por la casa de su madre a dejar el poco equipaje que a la ligera había hecho.
No, no estaba dispuesto a aceptar nada de lo que había propuesto su mujer; pero ¡Qué poca comprensión ¿hasta dónde quería que él se rebajara para pedirle perdón?! Era demasiado lo que su orgullo de hombre podía aguantar.
¿Pegar trozos de una copa que ya no tenía remedio y todavía invitar en esa misma copa, vino al jefe? ¡Definitivamente su mujer se había vuelto loca! Él ya había dado las explicaciones del caso. ¡Carambas luz roja, llegaría muy tarde a la oficina y todo por la bendita mujer que había montado toda una escena de desastre! Él era más tolerante, más comprensivo, él hubiera… ¡Un momento! Ahí detuvo su reniego, aprovechando otra luz roja del semáforo…
¿Cómo habría actuado en caso que fuera su mujer quien hubiera estado con otro hombre? ¿Hubiera perdonado el desliz amoroso a su amante esposa?
Dudo unos instantes…Un bocinazo lo volvió a él, la luz ya era verde, estaba obstruyendo la ruta, aceleró y continuó viajando. En su cabeza daban vueltas mil ideas,
Llegó a la casa de su madre, la saludo, dejó el bolso y sin dar demasiadas explicaciones enfiló hacia la oficina.
Se presentaba un día muy largo, no podría concentrarse, pidió hablar con el jefe, le comunicó su necesidad de tomarse unos días a cuenta de sus vacaciones. Consiguió el permiso y con no poca dificultad terminó de cumplir algunos asuntos urgentes. A media tarde, ya había recogido el bolso y estaba viajando en la ruta de salida de la ciudad. Aún no había decidido a donde iría.
Paró en la primera estación de servicio, para llenar el tanque de nafta; aprovecho para entrar en la cafetería anexa, pidió un café.
Miraba la ruta, no podía de sacarse de la cabeza lo acontecido, ¿realmente fue así o estaba soñando? Volvió a la posibilidad de que su mujer tuviera un flirt pasajero… ¿Podría ser? ¿Y si así fuera cómo hubiera reaccionado él? Con seguridad la perdonaría, cosas así pueden ocurrir. En parejas ya afianzadas, como la suya, una pequeña ligereza no logaría destruir una relación de años, ¿verdad?
Probó el café, estaba helado, miró el reloj, ya había pasado más de media hora y él seguía sentado cavilando sobre lo sucedido. ¡No! Pensándolo bien, no perdonaría tal agravio, ningún hombre aceptaría, así porque sí; y entonces volvió a su mente la copa rota. Simbolizaba su matrimonio. ¡Claro eso era lo que había querido decir su mujer! El matrimonio se había roto.
Y ¿aquello de invitarle vino al jefe delante de los amigos, incluyendo a la "mujercita" esa? ¡Claro, ahora lo entendía muy bien!
Con eso quería decirle, cómo había quedado ella ante el círculo de amistades. ¡Malhaya la hora que aceptó las insinuaciones de esa muchacha! Sabía que no debía maldecir; pero en su cabeza daba vueltas el ¡Maldita sea, maldita sea! Sin darse cuenta estaba golpeando el timón del auto.
CONTINUARÁ
|||||
Autores
María Beatriz Vicentelo Cayo (Perú)
Beto Brom (Israel)
Comentario
BETO Y BEATRIZ
Un interesante trama donde el hombre fue infiel y creía que con solo pedir disculpas , la mujer debía saltar de alegría y olvidar lo sucedido...
voy a leer la segunda parte indignada jajajajaja
Hasta hora felitaciones
mary
Querida Ma de los Angeles, gustazo verte por aquí, te esperamos en el próximo capítulo...
HO,MBRES!!!!! QUE MUJER ENAMORADA NO HABRÁ PASADO POR AHI ???
BUENO'?????
Ya he pasado por allí también
Pues entonces, querida amigaza, ALICIA, te esperamos en el segundo capítulo...
Me gusto mucho llevarme por este interesante relato... gracias a ti y a Bety por este aporte. Bendiciones Alicia
Querida, MARGARIDA, te invitamos al segundo capítulo ya publicado...
Muy interesante. Estoy curiosa. Leeré la segunda parte.
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
© 2024 Creada por Aimee Granado Oreña-Creadora. Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio
¡Tienes que ser miembro de ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME para agregar comentarios!
Únete a ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME