He recorrido el mundo sin buscar nada,
caminado por rutas de agua y escalado las cien montañas.
He rodeado el sol en mi fortuna, coqueteado con la dulzura inocente de la luna...
y me he perdido en la mirada inquieta que me regalan tus ojos.
Tus ojos que me hablan en silencio; de fiestas y algarabías;
de besos lanzados al viento; de bellas flores que nacen en un cementerio...
de lluvias y de tormentos.
Tormentos que por momentos se hacen eternos y son finitos,
como suspiro de enamorados; como caricias que se han secado;
como un te quiero que se ha quebrado.
Quebrado como el espejo en que miraba tu fiel reflejo,
y la belleza de tu contorno se hizo pedazos entre mis brazos;
fracciones de vidrio inerte que me sangraron al no tenerte.
Tenerte aquí y respirar tu aliento
como si el viento me acariciara con gran ternura
y en tu regazo encontrar la cura de mi locura.
¿Locura? Quizá en un beso encuentre remedio,
y sin pensarlo deje el asedio que me provoca todo este tedio
de imaginarte de alma desnuda y se despejen todas las dudas.
Dudas que habitan en mi conciencia y solicitan de ti la anuencia
para enlazarnos en la cadencia de los latidos del corazón.
Corazón... ¡Tú!
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