Una pulga llamada Diana vivía muy plácidamente entre la abundancia de pliegues de una adolescente muy rechoncha, Adela, entre tanto rollo era difícil descubrir una u otra roncha por lo que no corría peligro su existencia; se cuidaba bien de succionar una gran cantidad de alimento por picadura para que Adela no lo notara. Había pasado por otros territorios humanos pero sin tanta generosa oferta. Causa de estrés era cuando la adolescente cumplía con su ritual de higiene y se sumergía en la bañera pero antes tenía cuidado de guarecerse entre la ropa.
Mas, en algún momento llegó su hermana, una pulga muy coqueta llamada Marta, a la que hacía años no veía… su experiencia la conmocionó: acababa de morir el perro que hacía tiempo le daba alojamiento y por lo tanto claudicado la fuente de su manutención. Ante tal situación, conmovida, le ofreció compartir el territorio… Marta andaría del ombligo hacía arriba y ella habitaría del ombligo hacia abajo, a eso los humanos le llaman “propiedad horizontal”. Total la generosidad del lugar hacía posible que las dos pudieran compartir sus necesidades básicas de casa y comida sin detrimento para ninguna. Todo marchaba bien pero un día Adela se enamoró y comenzó un severo régimen de adelgazamiento y, poco a poco, el alimento comenzó a escasear… debido a esta situación, se reunieron las dos hermanas y decidieron emigrar. El único que vieron como candidato para su alojamiento fue el gato de la casa. Eligieron un momento en que la dueña le prodigaba caricias y saltaron sobre el lomo del animal.
Se resignaron, haciendo votos para una estadía feliz, considerando que no hay dicha eterna y que lo pasajero es propio de la vida misma y de toda situación.
Delia Checa – D. A. R.
Mendoza, Argentina – 2020
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Un gusto disfrutar de la lectura de tu maravilloso cuento querida autora, buena moraleja. Un cálido abrazo.
Toda mi gratitud, Ma. Gloria, por tu lindo comentario.
Retribuyo tu abrazo.
Ah! Esas pulgas zamarras y esa Adiela tan poco higiénica! jaja Siiiiiiiiiii el arreglo personal cambia de inmediato cuando uno se enamora y adiós pulgas que pagan pato por el enamoramiento jajaja Siiii me gustó cuando la otra se quedó sin perro que la mantuviera jaja Bueno, hubo un gato por ahí, siempre hay un asidero por nuestro entorno, mejor dicho por el entorno de ellas jaja... ya me volví pulga también!!
Bellísimo cuento Delia hermoooosa, por un momento me vi metida entre los pelos del perro!
Mas besitos
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