El hecho que narraré a continuación aconteció en un campo del norte de la provincia de Santa Fe, en la República Argentina, a finales de la década del cincuenta, en los últimos años del siglo veinte.
Ismael, joven maestro a cargo del séptimo grado en una escuela ubicada en terreno perteneciente a una estancia propiedad de la compañía La Forestal S.A.*, de capitales británicos, había recibido la invitación a almorzar del administrador de aquel establecimiento agropecuario, don José Pears.
Un vino de guarda y un exquisito menú dieron marco propicio para la prolongada sobremesa. En determinado momento, el joven maestro argentino le dice al anfitrión que le hará un pedido muy especial y en carácter de urgente. Ismael requería de un caballo ensillado, pues, debía trasladarse hasta el sitio donde aquél día habría yerra y aprovecharía la ocasión para charlar con los padres de algunos niños que no estaban asistiendo a su escuela.
De inmediato, don José mandó llamar al encargado de caballerizas a quien ordenó ensillar su propio caballo, un inmenso frisón, a pesar del pedido del joven maestro de un animal más acorde a su tamaño. No hubo caso. Don José insistió en que no habría mejor monta que su caballo y ahí terminó el intento de Ismael de cabalgar en otro equino.
Al paso lento, el caballo de don José iba por las vías del ferrocarril cuando jinete y montado llegaron a un pequeño puente por sobre el cual debían cruzar. El caballo decide hacer un giro hacia un costado para pasar bajo un árbol. Es allí que se detiene y donde Ismael corre una rama con su brazo en alto, pues, ésta le hubiese dado en pleno rostro.
¿Acaso un premio celestial por su afán en desentrañar los misterios cósmicos? ¿Quizá una recompensa en mera retribución al gesto de intentar la alfabetización de los hijos de personas ignorantes? Lo cierto es que el joven maestro nacido y graduado en el pueblo de San Justo viose sorprendido ante la visión de dos objetos que se hallaban literalmente suspendidos en el aire a una altura estimada en dos o tres kilómetros. Lo que parecía una imagen fotográfica, repentinamente trocó en una fugaz translación de ambos objetos con forma platoide, mismos que desaparecieron de la vista de Ismael en cuestión de milésimas de segundo.
Algunos años después, siendo Ismael maestro de grado en una escuela de la ciudad santafesina de San Javier, tuvo la oportunidad de conversar con Fabio Zerpa, actor de televisión y experto calificado en materia de ovnis. El científico se hospedó durante varios días en un hotel de la nombrada ciudad costera y entrevistó a Ismael en repetidas oportunidades pidiéndole repita la narración de lo ocurrido aquél día aproximadamente una decena de veces, grabando todas las entrevistas que le hizo, las cuales, según dijera Fabio Zerpa, serían reproducidas en diferentes regiones del planeta Tierra como elemento probatorio de la existencia de civilizaciones de mayor grado de tecnología y cultura. ¿Quién podría probar que no es cierto?
* La Forestal S.A., en realidad, se denominaba The Forestal Land, Timber and Railways Company Limited y fue una empresa inglesa que se instaló en Santa Fe en 1906 por una cesión de tierras que la provincia hizo para saldar una deuda con otra empresa británica. La empresa explotó durante sesenta años casi dos millones de hectáreas de bosques de quebracho, el área más importante del planeta, que se alzaba en el Chaco austral. Lo que quedó fue un páramo incultivable, decenas de pueblos fantasmas y el recuerdo del horror en miles de argentinos y sus descendientes.
P.S.: texto escrito por Hugo Mario Bertoldi Illesca - Argentina - 7 de julio, 2019
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Hugo Mario ¡Extraordinaria narración, sobre todo muy clara y sencilla, de tu veta de ufólogo!
Me gustó, Un abrazo fraterno y feliz domingo 7...
Benjamín, celebro te haya gustado este hecho real que me fue narrado por su mismo protagonista, Ismael, hace solo algunos meses de este mismo año 2019. Abrazo y mis buenos augurios para ti.
Muy bien relatado, Hugo.
Es uno más de los muchos avistamientos que se han ido produciendo a lo largo de los años para concienciar a los habitantes de la Tierra de la existencia real de Seres de Otros Mundos, con el fin de hacer un avistamiento masivo y pacífico, hecho que tendrá lugar dentro de poco tiempo.
José, celebro te haya gustado el relato que transcribí tras haberlo oído de su protagonista. No tengo dudas acerca de las visitas, pues, es lógico pensar que quien tenga los medios para trasladarse de manera veloz y eficiente, tal como hacemos los humanos por las carreteras terrestres, y aún a través del espacio aéreo, tendrá interés en conocer todos los planetas y astros siderales a los que pueda llegar. Como sucede en cualquier situación, lo realmente peligroso no es lo que venga desde el cielo, sino que lo es la ignorancia, necedad y otros obstáculos muy propios de nuestra débil conciencia humana. Agradezco tu alentador comentario, querido amigo. Abrazonrisas y mis deseos de que vivas una muy productiva semana y gozando de una salud deseable.
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