En la penumbra de la noche callada,
se quiebra mi alma, dolida y cansada.
Un eco lejano repite tu nombre,
y el viento lo lleva donde nadie responde.
Tus ojos eran mi faro en la tormenta,
tu risa, la brisa que el alma sustenta.
Hoy solo quedan cenizas dispersas,
en este rincón donde el tiempo me cerca.
Amé tus defectos, tus risas, tus penas,
amé tus ausencias, tus horas más buenas.
Mas el destino, cruel tejedor,
hiló nuestra historia con hilo de dolor.
¿Dónde quedó la promesa de eterno?
Se hundió en la marea de un silencio interno.
Me dejaste abrazado a la nada,
un barco sin puerto, una luna apagada.
Pero aunque duela, y duela profundo,
mi corazón sigue, vagando en su mundo.
Pues el amor, aunque hiera y destruya,
es la llama que al alma construye.
Así, en la sombra, entre lágrimas frías,
te escribo este verso, mi última poesía.
Un adiós susurrado, tan triste y sincero,
a un amor que se fue... y al que siempre venero.
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