Siempre había arribado tarde,
a la cita con el amor,
pero aquel día llovía,
era de noche
y ella empapa de agua venia.
Me quité la chaqueta,
hasta mi corazón le ofrecí,
me miró con ternura,
nunca nadie me había visto así.
Entramos de prisa al café,
y dos calientes bebidas ordené,
ella invadía mi asombrada alma
con su delicada mirada,
mientras la vida al fin,
sonreía.
Seguía lloviendo
y ella sentada frente a mí,
no habían palabras,
ni gestos,
solo hablaban las miradas,
por un momento
mis embelesados ojos
se quedaron mudos,
ante su blanca hermosura.
Sobraban las palabras,
mientras la llovizna sonreía,
era el momento esperado
y entre miradas y capuchinos,
nos fuimos enamorando,
mientras la garúa caía.
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