TERESONA
Antesala del templo de Colzin:
rezandera callada,
adivinadora sagaz
de tanta luminosidad
jugando a ser argamaza
onírica
de la herrumbre mortal.
Sólo tú sabes, niña elefanta sacerdotisa
valiente portadora de las señales
y enigmas que nos condenan:
lo pobres que estamos aquí en la tierra
temblando hiel y soportando hormigas
alimañas ponzoña que destilan nuestros poros.
Nadie,
o muy pocos,
conocen como tú
la grandeza del alma y
la gigantesca pesadumbre y pobreza
de nuestros espíritus.
Desde la altura observas, de soslayo,
cómo transcurre el sueño de los hombres,
sus pesadillas te llevan a la franca sonrisa
y sus ilusiones al llanto
que disimulas
maternal
recordándote piedra sobre tierra
tierra sobre piedra, verdor, amarillez, aridez fértil:
una imagen del mundo
material
que
se
sabe
cordura y tristeza
melancolía
y
sed
por los siglos
de
los siglos
venideros
de
tu
estancia
con
nosotros
y
con nuestras
fértiles
ausencias.
Enamorada del Xinantécatl
cantas nada
juegas
con nuestra vida
y
nuestras concepciones
de
tu imagen
y
de la vida misma
que pasa rodando sobre nosotros
en la cuesta de la existencia
y nos atropella.
Mientras sucumbimos,
recuerdo preñado de tí,
nos anunciamos roca que se te une
para acallar los infortunios futuros y ajenos.
Comentario
¡Gracias, querida Edith Elvira; magnífico fin de semana!
Bellos versos
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