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Una noche, de fúlgidas estrellas, un lucero palpita vacilantey parece decirme en sus centellas:
Soy el alma de aquella vida errante,
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Que en tu vida dejó sus mudas huellas.
Te he seguido a través del firmamento
y sé bien que deslumbras junto a ellas:
Me dice el corazón, con hondo acento.
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Yo también ,como tú, sufro el flagelo
de esta ausencia letal que me devora;
de mis noches de amargo desconsuelo;
de mis hondas penumbras sin aurora.
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Yo quisiera, lo mismo que un lucero,
seguirte en los espacios siderales,
alejados del mundo traicionero
y el sórdido vivir de los mortales.
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Tu recuerdo es la estrella que ilumina
el oscuro sendero de mi vida;
y como alma perdida en la neblina,
voy llevando la cruz de tu partida.
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Si un día Dios, llevarte al cielo quiso,
yo quisiera también, con alegría,
encontrarte en el alto Paraíso,
donde sé que me esperas noche y día...
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Nada vale la mi vida sin tu aliento,
sin el dulce esplendor de tu mirada.
Mis noches son eternas, de tormento,
y mis Díaz sin ti no valen nada.
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Hoy espero, con férvido optimismo,
el momento final de mi partida;
que el ocaso me saque del abismo
oscuro y traicionero de la vida.
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