POR LA CUESTA DEL NARANJO
Por la cuesta del naranjo,
la negra Juana Videla,
viene corriendo hacia arriba
con su cara arrebolada
y el viento en sus polleras.
Ya cumplió los quince años
y en su cuerpo de gacela,
se insinúan ya sus formas,
de mujer, de doncella
y un manantial de frescura
abreva en su inocencia
Pero el mal, agazapado,
escondido entre la hierba,
espera que llegue Juana
para atacar por sorpresa.
La tarde que iba cayendo,
de rojo tiñó su ocaso,
y entre los rayos del sol,
se fue partiendo en pedazos.
Un tiempo de nueve lunas,
se fue llevando su infancia,
paso de niña a mujer,
sin decir una palabra
y amamantando a su hijo,
cargó con su cruz temprana.
Ella creció con su hijo,
le puso el hombro a la vida
apostando a la esperanza,
le endurecieron los rasgos,
las comadres despiadadas,
esas que, si se miran por dentro,
verán que no encuentran nada.
Negrito de pelo rubio,
crece el hijo de la Juana,
parece que la ternura,
está habitando la casa,
no importa que las carencias,
a veces muerdan el alma,
ni que su mundo se achique,
tras ese cielo de chapas,
seguro que otro cielo
los ha de alumbrar mañana.
Por la cuesta del naranjo,
la negra Juana Videla,
con alegría en su rostro,
va llevando de la mano,
a su negrito a la escuela.
con un corazón de tiza
y su guardapolvo blanco
que prendido a su pollera,
le va alegrando la vida,
cantándole las canciones
que ya aprendió en la escuela.
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