CAPÍTULO 3

 

Doha, la capital qatarí, era una ciudad más pequeña que Riyadh, pero al mismo tiempo más acogedora. Allí todo el mundo hablaba inglés fluidamente. Se notaba un poco más el poderío petrolero. Al caminar por sus calles, sentíamos una extraña sensación de aprisionamiento. Era como sentirse cautivo en un bosque, sin rejas o celdas, pero con tanto ojos achechándote. Allí no había criaturas salvajes, pero sí ojos vigilantes que sentías por todas partes. Quizás sentían mucha desconfianza de los extranjeros, quizás querían acercarse pero no se atrevían. En un restaurante donde estuvimos, nos estudiaban como si esperaran que hiciésemos alguna mueca rara por la comida o algo. Los ventiladores gigantescos en el techo del restaurante nos atrapaban en una escena surrealista  No había mujeres y los meseros parecían sacados de una película de los años 50. Los tres días que estuvimos en el país transcurrieron con cierta lentitud. Rashid se esforzaba porque viéramos todo con la misma magnificencia con la que él nos mostraba cada cosa, orgulloso de su heritazgo y de los avances gigantescos de aquellos países después de la bonanza petrolera. A veces sonreíamos forzados, y hasta desconcertados. Entrecruzábamos miradas como preguntándonos “y ahora qué?” y a veces disimulábamos a la perfección cierto aburrimiento pasajero como cuando lo invitan a uno a esas cenas con comida no muy bien preparada y uno elegantemente dice que estaba deliciosa.  Empero, había ciertos rituales que encontrábamos fascinantes. La higiene particular de los árabes, el olor a sándalo, los sabores que penetraban en todos los rincones de la boca buscando asirse al paladar, los modales casi británicos que parecían importados de otra época, la conversación inevitablemente pausada en la que te quedabas como esperando qué iba a decir enseguida y pasaban unos largos segundos de silencio en los que tu interlocutor cambiaba bruscamente de tema como locutor radial novato. La camaradería masculina o male bonding traspasaba nuestras culturas y orígenes como chiquillos que se quieren caer bien entre sí. Nos sorprendió que jugaban fútbol con sus particulares atuendos, bajo el inclemente sol, y aún así tenían la agilidad de cualquier futbolista suramericano. El último día fuimos a un lugar un poco distante en el que tuvimos que pasar la primera prueba de fuego en el mundo árabe: montar en camello. Hasta ese día creía que los burros eran los animales más tercos del planeta.  Pero eso era porque no conocía los malditos camellos. Si tratabas de orientarlos hacia la derecha, se iban indefectiblemente a la izquierda. Ante cualquier reacomodo de tu acalorado trasero sobre sus lomos, protestaban con unos sonidos grotescos y movimientos bruscos que te volvían inerme por precaución. Era imposible sentir cariño por esas bestias que tenían voluntad propia y un olor horrible que te recordaba permanentemente sobre qué estabas montado. El pelo grueso del animal parecía como la fibra de un tapete viejísimo.  Cuando llegamos a nuestro destino, suspiraba porque la magia existiera y pudiera convertir los camellos en carpetas flotantes como las de las mil y una noches, para evitar tenerme que volver a montar sobre ese animal. 

Continuará...

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PRESIDENTE HONORARIO
Comentario de Aimee Granado el julio 24, 2019 a las 5:49pm

Y tú nos regalas esta oportunidad de traspasar las fronteras con la magia de tus letras.


PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el julio 23, 2019 a las 1:54am

Ja, ja. No tenés remedio posible, querido Hugo Mario Bertoldi Illesca!


POETA DE PLUMA
Comentario de Hugo Mario Bertoldi Illesca el julio 19, 2019 a las 1:06am

Hallo interesante tu relato, amigo Malcolm, tanto que ya me apresto a leer el próximo capítulo de la saga provisto de mi turbante sobre la cabeza y con un harén de odaliscas... aunque, eso está, digamos, dentro de mi cabeza... jajaja... Abrazonrisas y mis buenas energías desde Argentina y hasta la tierra del buen café y las bellas mujeres. 

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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