Las manos de la lluvia
golpean los cristales.
Oigo el ruido del viento
suspirando en las copas de los árboles.
Y la proximidad de la noche que se asoma
me cuenta sus secretos.
La luz cerúlea de las dicroicas
convocadas a mi escritorio
me llama a mirar fotos antiguas
donde mi figura y la de los otros dan presencia
de tiempos de ternuras.
Esos álbumes viejos huelen aromas exclusivos.
Y los olores del otoño son distintos también.
Escondidos en la memoria se van
deshojando los recuerdos
mientras el himno de la lluvia
colma de sonidos la ventana
y se columpian los recuerdos.
Un rosario antiguo bendice la escena.
En la oración contemplativa encuentro siempre
la fuente que me inspira.
La memoria rompe el obstáculo.
Y estalla el verso satisfecho.
Vilma Lilia Osella
Ciudad de Buenos Aires
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