Interminable llevando
su silencio temporal
el río pasaba a jamás volver
como si fueran los jueves
sepultándose en los diciembres.
Y cómo no sentir el atardecer
derribándose con sus espadas
relucientes clavándose perpendicular
en los espejos débiles y heridos
del agua color tierra percudida.
¿Serán acaso preludios torrenciales
de extensos tramos recorridos
para agitado llegar a las playas
y ahogarse con aguas saladas e inmensas
donde se estrangula el rumor de la vida?.
Todo en una apretada floresta
sin duda única, aromática, destellante
la madreselva enarbolando su inmensidad
apaciguará, a la vez, con su encanto
de mujer hecho bosquejo de luz y camino.
Sola tú, cuando sin reservas
rebasen los frágiles linderos otoñales
sabrás alcanzar con tus manos y una
sola palmada bastará a la última
gota de rocío que pende de los ojos cautivos.
Orlando Ordóñez Santos
Derechos Reservados – Imagen de la Red.
PERÚ.
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