Una noche tormentosa,
una noche espesa y fría,
corría por la ladera
de los vientos agoreros:
una luz se prende allá
en lo alto del campanario
y de inmediato recordé:
“nunca hay nadie ahí
a esa hora…¿qué hago?”
Frío en mis manos,
frío en mi pelo,
frío en el cuerpo,
fría el alma y mucho
mucho miedo; esa
noche fue terrible
y yo ahora lo recuerdo.
En mi infancia tuve miedo
porque no estaban mis
padres, ni mis hermanos
o abuelos: ¡solo, solo, solo!
Comentario
Estimado Benjamín: Gracias por compartirnos los recuerdos de la infancia, hechos poesía. Abrazos fraternales, Chente.
Hay vivencias que nos marcan para siempre, amigo mío y aunque pasen los años se viven con la misma intensidad en los recuerdos, así como esa noche dejó huellas en tu vida.
Me imagino que esa tormenta aún hace vibrar tu corazón frente a lo inexplicable de la soledad.
Un abrazo desde el alma para ti.
No me cansa el decirte que tu caudal de inspiración es asombroso e imparable.
Orgullosa me siento de ser tu amiga y poder disfrutar de tu talento.
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