Miseria.
Mis plegarias se derraman al vacio,
nadie escucha, nadie atiende.
Estoy sin estar en un mundo saturado de falsos valores,
de hipocrecía y lenguas viperinas que lástiman, matan.
Mi rostro es transparente, nadie me ve.
Soy invisible a los ojos indiferentes de aquellos
que tienen mucho para dar y no dan,
y si alguna vez me miran, el asco en su mirada no saben disimular,
¡Hipócritas! Saben bien que sus adentros están más sucios que mis ropas!
Mejor que no me miren,
me podrían contaminar con su mirada.
Gente buena también hay, esa que conoce la necesidad
y de vez en cuando me tira una moneda.
Le pido a Dios que la bendiga y le pido me lleve a su presencia,
a El, y solo a El, daré explicaciones del porque
de mi mísera existencia.
Carlos Eduardo Lamas Cardoso.
Derechos reservados. Registrado ante Derechos de Autor de la SEP.
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