Una gema ambarina acrisolada
piel gamuza, mirada trasparente
irrumpe el albor del sol naciente
cuando el sereno del alba maceraba
su tez maleable en ámbar cristalina.
En el espacio de latitud agreste
no quedaba otro ser vivo en la palestra
resecas grietas, surcos equilàteros
tierra sedienta cuarteadas en el barro
veleidosas gramíneas de hojas secas.
Se perfila un capullo puntiagudo
con peciolos fosilizando su figura
una màntis en el oasis rasga el tul
albino madrigal de una crisálida
bella azucena de nítida blancura.
La planta celebraba con locura
el nacimiento de su florecita
celosa del colibrí y la libélula,
atraídos por su fragancia la visitan
en la mañana radiante y seductora
brota del alba, perfumada ninfa
al mediodía esplendida blancura
en la tarde la flor esta marchita.
La madre sobre un terrón, apenas vive
soportando el dolor soleada y triste.
© Càstor A. Olivier O.
El hijo del cisne.
Patrimonio Cultural de Venezuela.
Comentario
Una belleza que culmina en forma tan triste es para llorar amigo Cástor.
Amar la naturaleza y ver cómo se marchitan todos los sueños.
Sueños y esperanzas puestos en la tierra; en el agua; en la nobleza
de aquel hombre bueno que ya casi no existe.
Tu biopoema es para destacar, marca nuestra vida entera.
¡Felicitaciones amigo, por tu obra de una realidad latente!
Un abrazo amigo poeta.
Matilde
GRACIAS POR TU VISITA Y TU GENTILEZA.
UN ABRAZO INFINITO EN LA DISTANCIA.
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