La Otra Corrupción

 

Serie:                                                                        PUEBLO CHICO, INFIERNO GRANDE

Infierno inspirador:                                                  Fredonia

Provincia, Estado, Región o Departamento:     Antioquia (Colombia)

 

Esa tarde de viernes había más barullo del habitual en aquel pueblo fiestero de nuestra zona cafetera. El aguardiente se servía sin miserias en los bares y cantinas del marco de la plaza, donde cada fin de semana festeja la gente “bien”. ¿Bien alcohólica? ¿Bien pecadora? ¿Bien endeudada? Nunca he podido saberlo.

Fredonia es uno de esos pueblos poco agraciados que se quedó a mitad de ninguna parte. Como la vecina engreída que se cree divina por tener los ojos claros. En la época de la bonanza cafetera inspiró montones de historias porque la plata abundaba, el café se vendía muy bien y hasta llegamos a tener paridad peso-dólar que entusiasmaba a los montañeros del pueblo a hacer viajes boletosos a Miami para comprar cosas absurdas y de mal gusto que todavía ves en las casas de las familias otrora adineradas, hoy pobres vergonzantes.

En época de cosecha llegaban montones de chapoleras para recoger el café, bohemios que soñaban con conquistarlas, jornaleros y aventureros, y hasta buses llenos de putas emperifolladas que exprimían de lo lindo a los siempre arrechos hacendados.

Hoy mirás los vestigios de esos días de gloria y te preguntás si quedó algo de todo eso. Quedó el orgullo inquebrantable de los habitantes que todavía visten ropa de marca y vienen a Medellín a comprarse SUVs levanta-chimbas que pagan con créditos onerosos a más de diez años. Deben hasta el mercado que tienen en sus vetustas neveras, pero aparentan con lo último en guaracha, porque primero muerto y endeudado que humilde y escachalandrado. Cuando hay plata se estrena y cuando no, también, como dicen en el pueblo.

Fue ese orgullo lo que propició que el pueblo quedara con médicos especialistas de varias disciplinas, cuando los demás pueblos cafeteros escasamente tienen un hospital de segundo nivel y un obstetra que atiende partos cuando las parteras no le gruñen y el médico general convence a la parturienta de sus bondades.

Allí conocí a mi personaje, el Doctor Pantalla, como lo bautizaron en el pueblo porque es más pantallero y chicanero que agente de policía estrenando celular. En Medellín era un neurólogo del montón, pero en Fredonia se convirtió en el doctor más teso que atiende un montón de pacientes de la tercera edad con casos de demencia senil y otras enfermedades neurodegenerativas. A algunos los atiende en el hospital, a otros en su consultorio privado, donde se dobletea en las tardes “porque hay que ahorrar para poder mandar a los muchachos a una buena universidad gringa como la tuya”, me dijo refiriéndose a sus hijos.

Al entrar en el edificio donde funciona su consultorio, me encontré de frente con una mujer espectacular, de cuerpo perfecto, curvas que hacen estrellar a cualquiera, vestido muy ceñido que la hacía ver tan tetideliciosa como cualquier actriz porno. La expresión de satisfacción en su rostro y sus pezones todavía indisimulablemente erectos evidenciaban que había acabado de tener sexo. Ni un jugo natural de tamarindo habría podido borrar su sonrisa culpable. Nos tiró una onda expansiva moviendo su culazo que nos dejó a todos, hombres y mujeres, suspendidos en cámara lenta como escena de The Matrix,

Seguí caminando porque tenía que llegar a tiempo a mi cita. No había pacientes en la sala de espera, por lo que me anuncié sin reparos, esperando a que Jorge, el Doctor Pantalla, no me hiciera esperar tanto como a pacientes de médico especialista. Casi de inmediato me hizo seguir.

Esperaba encontrar un tipo viejo y fastidioso, pero para mi sorpresa lo que encontré fue un tipo muy bien plantado, de unos cuarenta años y bastante alto para el promedio. Era más que afable y parlanchín. Nada que ver con su fama en el pueblo. Debajo de su bata médica pude notar una camisa de seda, un pantalón de pliegues y unos zapatos italianos perfectamente lustrados. Era un tipo muy fino que no encajaba en la escena “coffee fashion” del pueblo. Me interrogó como si fuera a escribir su biografía para venderla en Barnes and Nobles.

-       “¿Viste lo que me acabo de comer?”, me preguntó tratando de romper el hielo.

Luego me contó que la damisela tentadora que paraba el tráfico y otras cosas, había sido su mejor polvo de la semana. Se trataba de una visitadora médica que lo acababa de convencer de adoptar un medicamento de su casa farmacéutica. Luego de una ardua exploración ginecológica, el tipo ya daba cátedra de sus beneficios y de su posología. Le pregunté si en los pueblos todavía aceptaban visitadoras médicas, pues en las ciudades colombianas ya no las dejan entrar a los hospitales ni a las clínicas. Me respondió que por eso las citaba en su consultorio particular y que allí les hacía un chequeo minucioso.

Recordé que hasta la primera década de este siglo, esa era una táctica recurrente de los laboratorios farmacéuticos: mandar visitadoras médicas muy pechugonas y de voz acariciante que siempre convencían a los médicos especialistas de adoptar sus productos en la pose de la carretilla, la más conveniente para las incómodas camillas de chequear pacientes y bondades femeninas irresistibles. Si el médico era gay, le mandaban su musculoca con reconocidas habilidades terneriles.

Pocos se resistían a semejante oferta de carne. Y si lo hacían,   los laboratorios farmacéuticos contraatacaban con inscripciones a congresos profesionales, viajes todo incluido a las playas paradisiacas del Caribe y el Mediterráneo y por supuesto, las membresías a clubes sociales donde se juntaban con las élites corruptas de cada ciudad. Era vox populi, todo el mundo lo sabía y lo comentaba, pero nadie los delataba porque a la sombra del enfermo, come el aliviado.

Jorge no era la excepción. Me contó que no había gastado un peso en sus vacaciones desde que era neurólogo en el pueblo. Fornicaba más que el cura y prescribía a lo loco para que lo siguieran consintiendo los laboratorios farmacéuticos, quienes llevaban un estricto control con el regente de la farmacia, quien era del combo y bailaba el vals con la misma quinceañera.

Era una cadena perfecta, un engranaje muy bien aceitado en el que la ética era de caucho y los principios muy acomodaticios, como los de cualquier político o caudillo. Cada dos años, Jorge cambiaba astutamente de laboratorio farmacéutico. A veces porque el otro ya no le hacía suficientes cariñitos o simplemente para no levantar sospechas si le hacían alguna auditoría de la secretaría de salud. En el hospital prescribía el medicamento genérico y en su consultorio, el original que era mucho más caro, pero que sus pacientes compraban convencidos con el cuento de que los excipientes eran mucho mejores y su efecto más inmediato.

Le pregunté si no temía causarle algún daño neurológico a sus pacientes recetándoles medicamentos que tal vez no eran los mejores. Entre ofendido y socarrón me contestó:

-       ¿Vos me creés guevón? Yo les receto lo que tiene buenas reseñas y los mejores testeos clínicos. Si una droga ha tenido reseñas negativas o efectos colaterales, ni por el putas la prescribo! Me pueden mandar a la Señorita Antioquia y no me la como! O bueno, sí me la como pero no receto el medicamento!

Estalló en una carcajada que retumbó en el consultorio y hacía parecer nuestra charla la de dos amigotes que se conocen desde el colegio.  El tipo es increíblemente inteligente y sagaz. De bobo no tiene un pelo. Sabe hacer sus cosas y maquillarlas como preparador fúnebre. Puede que el muerto esté podrido, pero si lo maquillás bien, se ve hasta bonito y buena gente.

Como cualquier corrupto del sector público, el corrupto del sector privado termina sus días convencido de que lo que hace está bien y no lastima a nadie. Que el vivo vive del bobo y que a Caperucita no se la comió el lobo. No hay remordimientos ni contriciones. Y si los hay, sabe que siempre podrá confesarse y sentirse aliviado. Asistirá a misa los domingos de la mano de su esposa y les pasará a sus hijos sendos billetes de alta denominación para que los depositen en la canasta de las limosnas. Porque los pecados se lavan con plata o con detergente.

Su consultorio seguirá oliendo a lavanda inglesa y las viejitas del pueblo seguirán llegando atraídas por su pecho velludo de galán de vereda o por su imagen de hombre pulcro y sabio. Y le lloverán como les llueven los votantes a los politiqueros de derecha y de izquierda, porque la corrupción está de moda y cuando vivís de sus frutos, te parece una soda.

Glosario de Paisismos y Colombianismos

Boletosos = que llaman demasiado la atención, de mal gusto y mala pinta.

Chicanero = que presume de lo que tiene y de lo que no tiene.

Pantallero = que le gusta mostrarse y mostrar sus nuevas adquisidores.

Emperifolladas = llenas de joyas.

Arrechos  = calentones, cachondos, excitados, proclives al sexo casual.

SUV = Sports Utility Vehicle. Sigla que se utiliza comúnmente en el español colombiano sin que sus usuarios sepan exactamente lo que significa.

Levanta-chimbas = pussy magnet, vehículo que atrae poderosamente a mujeres fáciles o gasolineras.

Lo último en guaracha = lo más nuevo o novedoso, lo más recientemente inventado.

Dobletearse = hacer dos turnos en un trabajo o en dos trabajos diferentes.

 

© 2020, Malcolm Peñaranda.

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Comentario

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PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el marzo 8, 2020 a las 9:04pm

No creás,  Benjamín Adolfo Araujo Mondragón . Mirá que a Colombia recientemente lo declararon el país más corrupto del mundo. Y tenemos al presidente más tonto y arrogante de la región. Hoy está envuelto en un escándalo de corrupción gigantesco y lo quiere tapar con el primer caso de coronavirus que tenemos. Podés creerlo?


PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el marzo 8, 2020 a las 9:02pm

Gracias por lerme y por tus amables comentarios, Maria Beatriz Vicentelo Cayo .


PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el marzo 8, 2020 a las 5:05pm

¡Excelente relato, Malcolm; además de gustarme tu disipado estilo escritural, me hizo sentir bien porque pensé que solo en México había tales niveles de corrupción en el sector salud!

Aunque también debo anorar que acá en México decimos: mal de muchos, consuelo de pendejos.


PLUMA ÁUREA
Comentario de Maria Beatriz Vicentelo Cayo el marzo 8, 2020 a las 5:02pm

Bueno, los médicos sean feos o guapos, siempre han atraído por lo impecable que se muestran, no se si será solo apariencia o realmente son muy higiénicos pero sino lo son, deberían serlo porque están en contacto directo con los enfermos; aparte de la apariencia  extremadamente limpia,  está el hecho que también dan una apariencia de sabiduría.  Conocen lo que a uno le aqueja.  Y no solo identifican la enfermedad sino que te dan la solución.  Una especie de semidios,  que te salva de un dolor agudo en el lado derecho sea hígado o vesícula,  en la rótula, meniscos  o en la parte posterior derecha,  bajo la cintura sea  riñón o nervio ciático. 

Como fuere, uno acude hasta el "perno" donde el "matasanos"  y halla solución. 

Ya desde ahí,  el galeno es motivo de nuestro respeto, admiración y agradecimiento;  ingredientes que son más que suficientes,  si uno lo visita seguido,  para terminar enamorada, suspirando por él, así tenga cara de sapo. 

Ahora si el "pata"  es cincuentón o más,  guapo y más alto de lo normal...  Dios!  Yo me mudo al lado de su consultorio o me preparo  para ser su "visitadora médica"!!   jaja

Gracias mi querido Malcom,  la situación económica está difícil creo en todas partes, sobre todo para quienes empiezan abrirse camino; y si,  hay muchos que "comen gallinazo y eructan pavo"  de esos hay por montones!!

Me gustó tu escrito, sobre todo Jorge 

Y  ¿viste?  El hombre es un animal de costumbre!  Lo leí de lo más normal, sin "bochornitos".  ¿Corrupción?  También me acostumbré a eso, podría llamarlo subsistencia en un mundo de convenidos, porque el que no corre, vuela.

Cariños y felicitaciones! 

Muy buena redacción, buen verbo, hasta el médico que elegiste estuvo EXCELENTE!!

Comenta para que te comenten!!

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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