LA MIRADA LUJURIOSA DE UN ABORIGEN
Me fui a buscar aborígenes y cazar canguros, eso estaba en mi agenda de vida.
Para una persona que nació, se crio y vive en una pequeña isla caribeña, llegar a Australia, la Isla más grande del Planeta Tierra, todo un continente con extremos de climas de norte a sur, resultó una experiencia indescriptible.
De todo lo que viví durante un mes de ajetreos en ese lugar exótico en mis deseos, luego de remontar vuelos en la Isla, y de tener que hacer cuatro viajes aéreos para llegar a donde quería llegar, lo que más me dejó deslumbrada fue poder visitar la roca sagrada de los aborígenes. En mis sueños, continuamente me encontraba escalándola para ofrecerles mis sacrificios a los dioses universales.
Llegué a Alice Spring y al día siguiente, de madrugada, me dirigí a la roca. Maravillada con el infinito promontorio soñado, como soy mujer, creo, eso parece, los aborígenes no me permitieron subir la roca por la ruta sagrada, tuve que escalarla por el lado opuesto.
Es que las mujeres menstruamos, y eso nos hace impuras e indignas de hacerles oraciones y sacrificios a los dioses. Claro que entendí, y no me ofendí, es que reconozco los necios remilgos de los machos que no conocen de esos sagrados fluidos femeninos para engendrar la vida.
Luego de deslumbrarme por largo rato, y postrada de rodillas ante la salida del sol sobre la roca sagrada reflejando un color amarillo penetrante, decidí esperar en meditación muy íntima para no perderme la puesta del sol en un cielo color rojo fulminante. Me quedé conversando en una jerigonza de señales y gemidos en inglés, con un aborigen que guiaba a los atrevidos que se acercaban a su mundo sagrado.
Milagrosamente le entendí que la roca cayó de los cielos en la prehistoria, era el lugar desde donde los Dioses les protegían desde el corazón de la Isla. Los aborígenes le rendían culto, y le atribuían toda clase de bendiciones.
No siempre me ha sido fácil complacerme a mí misma en mis propios caprichos, y les cuento que cumplir este arbitrario sueño me resultó una total pesadilla, pues al terminar mi día, ya casi en sombras con unos leves tonos rojizos en el cielo, presentía que alguien me seguía por el sendero de camino al hotel.
Apresuraba mi paso, y esa extraña criatura lo apresuraba a su vez. Con el corazón encogido del susto casi corría para llegar, pensando que en el hotel me encontraría protegida.
Entré corriendo al recibidor del hotel, y para mi escalofriante asombro, allí ya se encontraba el aborigen con el que conversé al anochecer en la roca.
Con una inmensa sonrisa en su rostro logró decirme: ¨Lady, you forgot your hat in de Rock.¨ (Señora, usted olvidó su sobrero en la Roca). El alma me volvió al cuerpo, y muy desencajada le agradecí su gesto. Terminamos tomando una merienda en la barra del hotel, mientras me contaba su vida. Era mestizo, hijo de una aborigen con un residente inglés, y trabajaba en el lugar. Había sido educado por su padre.
Nos despedimos, tratañdo de esquivar su muy lujuriosa mirada reflejada en aquel extraño rostro de facciones infinitas.
La vida nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida, Ay, Dios*
*(Frase de Rubén Blades)
Carmen Amaralis Vega Olivencia
Comentario
Delia Pilar, querida amiga, muchas gracias por tu valioso DESTACADO, me honras, bendiciones de luz, Amaralis
María Beatriz, amiga, que bueno, esa era la idea, aunque en ese momento por poco muero del susto en la oscuridad no lo veía, solo sus dientes. bendiciones, Amaralis
Beto, amigo mío, muchas gracias, algo sin igual, bendiciones luminosas, Amaralis
Ah, qué maravilla de relato. Toda una experiencia conmovedora. Me encantó!!!!
Que grata y especial vivencia.
Gracias por compartirla
Van abrazotes Carmencita
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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