La celebración
En la oscuridad de una sala ignota que se adivina inconmensurable, ella prende un encendedor y deja ver parte de su rostro bajo la luz de la llama.
- Estoy muerta -le dice.
Y una bandada de aves interrumpe su decir, o ultima las palabras que definen su pensamiento.
Como fuere, el silencio se reinstaura en lo oscuro de la sala. Eso, hasta que él acciona su propio encendedor. El rostro se le ilumina entrecortadamente.
- Todos lo estamos aquí –sentencia o responde, como si al hablar lo hiciera para sí o meditando en voz alta.
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