Parte (III) de (III)

Aún estoy cerca de ti.
¡Ahora yo te pregunto!
¿Tú que viste nacer el primer hombre
quisiera oír de ti, aquellas cosas
que ni la mente humana ha percibido?
¡Cuéntame! ¡Dime!, en Trazos o efímera sinopsis
aquellas hecatombes
de plantas vegetales y seres de blanda carne
tal vez, como la nuestra
que hoy yacen esparcidos
en las profundidades de la tierra
como fangos de sangre de negra combustión.
Que bello si pudiera leer en tus partículas de cuarzo,
en tus rayos de cristal de carbono
el preámbulo u origen de este globo terrenal,
si pudiera mirar a través de los destellos
del diamante que palpita en tu ser.
Quién pudiera escuchar tu mensaje insonoro
y salir de las dudas, sí,
que duelen y sangran, y lastiman el ser.
¡Oye!, ¿Explícame? algo de aquellos seres
que pasaron sobre ti y te pisotearon,
seres de gran tamaño te bañaron de sangre
de estiércol, esculpieron tu piel.
¡Cuéntame! de las guerras,
de los grandes incendios
que dejaron tu rostro maltratado
de las cicatrices que el tiempo te ha dejado.
¡Qué! De aquellos reptiles que poblaron la tierra,
los gigantescos saurios
de las primeras plantas del planeta,
de los primeros cactus,
bañados aún de lavas encendidas.
¡Háblame! de una linda primavera de plantas florecidas
de la primera gota de agua
que descendió hasta tú ser calcinado,
de los primeros rayos del sol, tu rostro incinerado.

Ahora me alejo de ti,
Pero, antes de partir te ruego,
¡Cuéntame! ¿Cuán fuerte sería el sol
cuando tu apareciste? de eclosiones volcánicas
y llamas calcinantes.
¡Háblame!
Del primer pajarito de pluma y sangre
que cantó sobre ti, aquí donde estoy yo.
Tú, que has venido de tan lejos,
has viajado perenne en lo infinito,
has soportado la inclemencia del tiempo.
¡Cuéntame! ¿Por qué sueñan los niños?
¿Por qué el más fuerte se alimenta siempre del más débil?
¿Por qué?
Yo seguiré soñando sobre ti,
como sueñan los niños
seguiré golpeando sobre ti,
golpeando tus entrañas porque soy hombre
y llevo en mí ser, células de los simios,
de los gigantescos saurios que tú viste nacer.
Tú que has sobrevivido para siempre,
alabo tu existencia y ante tu permanencia
me arrodillo ante ti, y te ruego, me dejes tu mensaje
en los postreros días de un nuevo amanecer.

HERMANA PIEDRA… ¡CUENTAME!


© Cástor A. Olivier O.
El hijo del Cisne.
Venezuela.

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