Era una tarde lluviosa cuando la madre de Ana decidió hacerle un regalo especial a su hija. La pequeña Ana, de ojos grandes y curiosos, siempre había mostrado un amor especial por los juguetes únicos y hechos a mano. Así que su madre, María, se sentó en la sala iluminada por la suave luz de la lámpara y comenzó a tejer un muñeco de hilo.

María tenía habilidad con las manos. Enhebró cuidadosamente los hilos de colores, creando un muñeco pequeño y encantador, con grandes ojos de botones y una sonrisa cosida con hilos dorados. Trabajó durante horas, dedicando amor y paciencia a cada puntada. Cuando finalmente terminó, sostuvo el muñeco en sus manos y sonrió, satisfecha con su creación.

"Este será un regalo especial para Ana", pensó mientras envolvía el muñeco en un paño suave.

Ana estaba encantada cuando su madre le dio el muñeco. Lo llamó "Hili" y lo llevaba a todas partes. Era su compañero de aventuras, siempre presente en sus juegos y sueños. Pero un día, todo cambió.

Ana y su madre decidieron visitar a la abuela que vivía en la ciudad. Subieron al tren, emocionadas por el viaje. Ana llevaba a Hili firmemente en sus brazos, sin imaginar que ese viaje marcaría una separación larga e inesperada.

En la estación, el bullicio y la multitud eran abrumadores. Ana, en su emoción, soltó por un momento a Hili para agarrar una galleta de la bolsa de su madre. Fue un descuido de apenas unos segundos, pero suficiente para que el muñeco cayera al suelo y desapareciera entre la muchedumbre.

La niña se dio cuenta de la pérdida demasiado tarde. A pesar de los esfuerzos de su madre y del personal de la estación, Hili no apareció. Ana lloró desconsolada durante días, y aunque con el tiempo encontró otros juguetes, nunca pudo olvidar a su amado muñeco de hilo.

Treinta años pasaron desde aquel triste día. Ana se había convertido en una mujer adulta, con su propia familia y una hija pequeña llamada Clara. Se habían mudado a otra ciudad, lejos del hogar de su infancia. El muñeco de hilo, Hili, parecía un recuerdo distante, casi como un sueño.

Mientras tanto, Hili había permanecido en el olvido. Después de caer en el tren, pasó de mano en mano, de niño en niño, hasta que finalmente quedó abandonado en un parque. El muñeco, descolorido y desgastado, yacía olvidado bajo un árbol, testigo silencioso del paso del tiempo.

Un día, Clara, la hija de Ana, paseaba por el parque con su madre. Sus ojos se posaron en algo colorido entre la hierba. Con curiosidad infantil, corrió hacia el objeto y lo recogió.

"Mira, mamá, un muñeco", dijo Clara, mostrándole el hallazgo a Ana.

Ana miró el muñeco con asombro. Era Hili, su viejo y querido muñeco de hilo. Aunque estaba descolorido y un poco desgastado, no había duda. Los recuerdos inundaron su mente, trayendo una mezcla de nostalgia y alegría.

Clara estaba encantada con Hili. Ana le contó la historia del muñeco, cómo su abuela lo había hecho y cómo lo había perdido cuando era una niña. Clara escuchaba con los ojos muy abiertos, fascinada por la historia.

Esa noche, Ana se sentó con Hili y comenzó a restaurarlo. Con paciencia y cuidado, arregló los hilos sueltos, cosió nuevos botones para los ojos y restauró la sonrisa dorada. Mientras trabajaba, no podía evitar sentir una profunda conexión con su pasado y con su madre, ya fallecida.

Clara, por su parte, adoraba a Hili. El muñeco se convirtió en su compañero inseparable, tal como lo había sido para Ana años atrás. Ana veía en su hija la misma alegría y amor que ella había sentido por Hili, y eso la llenaba de felicidad.

El tiempo había cerrado el círculo de una manera inesperada y maravillosa. Hili, el muñeco de hilo, había encontrado su camino de regreso a casa, no directamente a Ana, sino a su hija Clara. Era como si el destino hubiera decidido que el muñeco no debía ser olvidado, sino amado por una nueva generación.

Ana y Clara continuaron visitando el parque, recordando siempre el día en que Hili fue encontrado. Cada visita era un homenaje a la abuela María, la creadora del muñeco, y a los lazos invisibles que unen a las generaciones a través de simples pero significativos objetos.

Hili, el muñeco de hilo, había regresado para quedarse. Y aunque las personas y los tiempos cambian, el amor y los recuerdos perduran, tejidos con hilos invisibles que conectan corazones y generaciones.

Así, el parque se convirtió en un lugar especial para Ana y Clara, un lugar donde el pasado y el presente se encontraban, donde los sueños y los recuerdos se entrelazaban, creando nuevas historias y manteniendo vivas las antiguas.

El muñeco de hilo, símbolo de amor y nostalgia, siguió siendo un testigo silencioso de las aventuras y sueños de Clara, tal como lo había sido para Ana, cerrando el ciclo de una historia que comenzó con una madre tejiendo un regalo para su hija en una tarde lluviosa.

 

BRAYNER ABRAHAN GOMEZ BAEZ

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Comentario

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PLUMA ZAFIRO
Comentario de NORMA CECILIA ACOSTA MANZANARES el mayo 23, 2024 a las 3:06pm

El relato que nos presentas tiene una combinación de elementos nostálgicos, pérdida y la conexión emocional con objetos cotidianos, nos recuerda la fragilidad de los momentos y cómo los objetos cotidianos pueden adquirir un valor inmenso. La musicalidad y la elección, de detalles visuales hacen que esta historia sea conmovedora.

 

Gracias por compartir.


ADMINISTRADOR
Comentario de Delia Pilar el mayo 22, 2024 a las 3:14pm

Precioso relato, Brayner, muy conmovedor. 

Sí, tienes razón, es asombroso como se unen por hilos invisibles 

las generaciones, creando profundos vínculos, más fuertes, incluso.

que los de la sangre y los genéticos. Está también muy bien escrito

del punto de vista estructural. ¡Felicitaciones!

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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