La casona siempre daba el aspecto de cerrada, las ventanas, que eran muchas, cubiertas con sus respectivas persianas sobre las cuales el tiempo dejó sus huellas en la casi ya invisible pintura que quizás, alguna vez, le dió un poco de vida a esa madera tan desgastada por el correr de los días.
Una gran patio, que en sus tiempos fue posiblemente un esplendoroso jardín, con plantas y porque no flores. Hoy en día invadido por la inexorable naturaleza, siempre activa, hermosa, abundante, pero salvaje y desordenada.
Los árboles, alguno no obstante habían pasado a mejor vida, pero aun altísimos y erectos, estaban desparramados por todos lados. Los había de copa frondosa, otros bajos pero florecidos. Le daban a éste paraje surrealista un aspecto de jardín encantado, en el cual podría desarrollarse cualquier cuento o inclusive rodarse un película en todo momento sin previo aviso.
Todos los detalles narrados, otorgaban la apariencia de un lugar abandonado desde ya hacía mucho tiempo.
Un sólo detalle no cuadraba en este marco de abandono y tristeza, la puerta de entrada a la casa. Era un magnificente ejemplar doble ala. De madera obscura pero brillante, que relucía a la hora del mediodía, en que un número escaso de rayos del astro rey conseguían filtrase entre las miles de hojas de los árboles. Dándole un resplandor casi sublime, en el cual sobresaltaban dos inmensas y señoriales argollas de un metal dorado, a cada lado de la imponente puerta. El tiempo no se notaba en la madera, por el contrario, parecería que en este momento la terminaron de lustrar.
Desde cierta distancia, la vista se centralizaba, sin quererlo, en dicha puerta, pues era tal la diferencia entre ella y el conjunto que la rodeaba, que resultaba casi imposible dar crédito a los ojos al observar dicha visión.
Pero, como lo dice aquel viejo refrán, no nos dejemos llevar por las apariencias, hay veces que engañan . Una vez más éstas sabias palabras resultaron ciertas.
Esta casona estaba habitada, y es más, nunca fue abandonada desde su construcción que data de dos siglos atrás. El dato fue otorgado por su actual morador, quien agregó además, que ésto nunca ocurrirá.
Un pequeño hombrecillo de escasos cabellos blancos abrió la puerta de acceso, permitiendo la entrada, con cortesía y significante amabilidad, a las oportunas visitas.
Al traspasar la puerta se abrió frente a los ojos de los visitantes un mundo extraño y llamativo.
Todo era de color verde. Por allí mas claro, allá más obscuro, pero siempre en la gama del verde. Muy ameno, muy suave y acogedor.
El anfitrión. se acercó a una especie de abertura entre una pila de piedras amontonadas en un rincón del recinto, de la cual emanaba agua cristalina. Colocó debajo una hermosa jarra, ofreciendo su contenido a los asombrados visitantes.
Mientras ésto ocurría, un par de blancas palomas revoloteaban sobre sus cabezas, como indicándoles que las siguieran. En un primer momento pensaron que les pareció, comentándolo entre ellos, pero al notar la insistencia, optaron por seguirlas.
Ellas entraron en otro recinto, en otro y en otro. Lentamente nuestros sorprendidos invitados apreciaron que la intensidad de la luz disminuía gradualmente. Hasta que en el lugar donde las palomas guías se detuvieron parándose en una especie de rama, estaba alumbrado sólo por dos hermosos candelabros que colgaban de la pared del fondo. Y allí debajo de aquella rama, estaba una angelical niña, de escasa edad, vestida de inmaculado blanco, de pelos rubios ensortijados. Casi parecería una estatuilla, un cuadro de la época del renacimiento, pero no, era real y les habló suavemente, acariciándolos con sus delicadas y pausadas palabras:
~~Bienvenidos al reino de la fantasía; aprovechen cada momento de vuestra estadía aquí. Gocen de cada instante, no se repetirá. Dejen vuestra imaginación en libertad, que vuele sin obstáculos ni barreras. Más aún, esfuercen en incentivarla, liberen todos vuestros deseos, ansiedades y pequeños sueños. Todos los que aquí estamos, tenemos una sola meta: la de ayudarlos y complacerlos. En fin, ¡¡hacerlos felices!! No hablemos más, manos a la obra ~~
Y en un santiamén, ésa diminuta y bonísima niñita, se convirtió en un original carromato; nuestros boquiabiertos pasajeros se sentaron, y nuevamente guiados por aquellas amigas palomas, comenzó a rodar por un sin fin de lugares, a cual más hermoso, pintoresco y encautador.
Nadie sabe a ciencia cierta cuanto.
Pero en el preciso momento en que los viajeros miraron hacia atrás, apareció un relámpago de enceguecedora luminosidad, y como por arte de magia, aparecieron frente a la puerta de entrada de la casona.
La miraron y casi no la reconocieron. Ahora estaba despintada, resquebrajada, vieja. Los años se notaban en los nudos de la madera. Ahora sí encajaba perfectamente dentro del aspecto general de toda la casa, y también de todo el conjunto que la rodea.
La vivencia en que la habían sido partícipes, quedaría grabada bien profundo en sus mentes, y por consiguiente en sus corazones.
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