Noviembre 2029.Han pasado casi diez años de que un virus vino a cambiar al mundo, y con él, se anidó el miedo en el alma de cada ser humano. Hasta ahora no se sabe como se generó y ya no interesa; las acusaciones mutuas entre lo que fue Estados Unidos y China quedaron en el pasado. La constante mutación del inicialmente llamado covid-19, hizo imposible su control y en una tercer oleada de contagios a mediados del 2021, la población mundial fue brutalmente atacada y reducida a menos de la mitad. Miles de torres 5G fueron derribadas e inutilizadas por la creencia del daño que causan en el sistema inmunológico después de la vacuna, misma que mató a su creador y que obviamente no funcionó.
Las consecuencias fueron muy graves: ante la falta de mano de obra se detuvo la producción e industrialización en todos los sectores; la economía mundial colapsó. En el campo se dio el más duro golpe para la población mundial y a principios del 2022 la hambruna se dejó sentir en el orbe. La escasez de alimentos vino acompañada de disturbios y anarquía. Las capitales y ciudades más importantes fueron vandalizadas y la gran mayoría de los rebeldes fueron aniquilados en breve, por la policía militar o por el virus.
Los gobiernos comenzaron a desmoronarse ante el caos y desesperación de los sobrevivientes. Aplicar la Ley marcial y el Estado de sitio no fue suficiente para contener los daños, y hoy hay muchos países sin gobierno y sin control.
Algunos científicos de lo que fue la NASA, diseñaron un traje especial basado en nanotecnología, pero fue hasta el año 2026 que se aprobó el diseño final y, debido a las constantes mutaciones, su eficiencia es mínima y su uso un riesgo. En el inter, la gente seguía sucumbiendo ante el virus y su fiereza mortal. Cuando inició verdaderamente el caos, a principios del 2022, los cuerpos eran quemados inmediatamente en el mismo lugar donde caían; actualmente no hay forma de hacerlo y los muertos se descomponen en la calle o en cualquier lugar, lo que ha generado otro tipo de infecciones y contaminación. Las aves carroñeras no se dan abasto y sus inmensas parvadas dominan los cielos. Incluso en algunos lugares se han reportado muertes por ataques de zopilotes u otras aves, a personas que se atreven a salir. La fauna también está mutando y actuando en nuestra contra.
El encierro no es suficiente para sobrevivir; respirar puede causar la muerte y no se está a salvo ni con los cubre bocas inteligentes y goggles de protección especial. El índice de población sigue bajando drásticamente.
Hay unas nuevas generaciones de niños que no conocen el mar o el campo, que no realizarán jamás actividades al aire libre ni conocerán el aroma de una flor. Su vida se resume a estar frente a un ordenador y revisar cada media hora un termómetro pegado a su antebrazo.
Se implantó la prohibición mundial de no reunir a más de cinco personas en un mismo lugar, por lo que muchas familias han sido separadas, los que están juntos ocupan espacios diferentes en la misma vivienda. La música, el cine, y en general las artes son ahora un lejano recuerdo. Las ciudades se miran desolados y poco a poco se van convirtiendo en polvosas ruinas.
El futuro es incierto, la humanidad pende de un hilo muy delgado y la extinción del hombre se vislumbra cercana. Sin embargo, aún hay esperanza. Los marginados, con su ingenio y ganas de sobrevivir al apocalipsis, han encontrado ciertas maneras de crear filtros para sus casas y han logrado sobrevivir estos años. Lentamente sus metabolismos se adaptan a la situación externa. Quizá alguno de sus rústicos diseños pueda pronto darnos la seguridad de dormir tranquilos al menos por una noche más, y sus anticuerpos puedan ser utilizados para crear una vacuna que nos haga inmunes. Mientras tanto, seguimos jugando a la ruleta rusa con cada respiración.
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